I
Siempre me han interesado mucho las tradiciones
relacionadas con Owen Glendower (la grafía nacional del nombre es Owain
Glendwr) dispersas a lo largo y ancho del norte de Gales, y comprendo
muy bien el sentimiento de los campesinos galeses al considerarlo
todavía el héroe de su patria. Muchos habitantes del principado se
regocijaron hace unos quince o dieciséis años cuando se anunció que el
tema del concurso de poesía galesa de Oxford sería «Owain Glendwr». Era
el tema más patriótico que se proponía en muchos años.
Tal vez algunos no sepan que este respetado caudillo es tan célebre
en nuestra época ilustrada entre sus compatriotas iletrados por sus
poderes mágicos como por su patriotismo. Él mismo dice, o lo dice
Shakespeare por él, que viene a ser lo mismo:
En mi nacimiento
el cielo estaba lleno de formas fieras,
de teas llameantes […]
[…] Puedo invocar espíritus del inmenso abismo.
Y a pocos habitantes de los estamentos inferiores
del principado se les ocurriría dar como respuesta la pregunta
irreverente de Hotspur.
Entre otras tradiciones vivas relacionadas con ese aspecto del
héroe galés figura la antigua profecía de la familia que da título a
este relato. Cuando sir David Gam, «un traidor tan negro como si hubiese
nacido en Bluith», se propuso asesinar a Owen en Machynlleth, le
acompañaba alguien a quien Glendwr no podía imaginar confabulado con sus
enemigos. Rhys ap Gryfydd, «viejo amigo de la familia», pariente suyo,
más que un hermano, había accedido a que se le diese muerte. Podría
perdonar a sir David Gam, pero jamás perdonaría la traición de una
persona a quien había querido. Glendwr conocía demasiado bien el corazón
humano para matarle. Lo dejó con vida, odiado y despreciado por sus
compatriotas y víctima de amargos remordimientos. Pesaba sobre él la
marca de Caín.
Información texto 'La Maldición de los Griffiths'