La Prima Phillis
Elizabeth Gaskell
Novela
Capítulo I
Es maravilloso para un joven disponer por primera vez de un alojamiento para él solo. Creo que nunca me he sentido tan satisfecho y orgulloso como el día en que, a los diecisiete años, me senté en un pequeño cuarto triangular encima de una pastelería de Eltham, la capital del condado. Mi padre se había despedido de mí aquella tarde después de dictarme unas cuantas normas elementales de conducta que me sirvieran de guía en mi nueva vida. Yo iba a trabajar con el ingeniero del ferrocarril encargado de la construcción del pequeño ramal de Eltham a Hornby. Mi padre me había conseguido ese empleo, que estaba un poco por encima de su categoría; aunque tal vez debería decir, por encima de la posición en que había nacido y crecido, pues la gente le trataba cada vez con mayor consideración y respeto. Era mecánico de oficio, pero tenía cierto talento para la invención, además de mucha perseverancia, y había ideado importantes mejoras para la maquinaria del ferrocarril. No lo hacía por dinero, aunque, como es lógico, aceptase el que le llegaba merced al curso natural de las cosas. Desarrollaba sus ideas porque, como él decía, «hasta que no les daba forma, le obsesionaban día y noche». Pero no hablaré más de mi querido padre; un país es afortunado cuando tiene muchos hombres como él. Era un espíritu independiente por ascendencia y por convicción; y eso fue, creo, lo que le empujó a alquilarme una habitación encima de la pastelería. La tienda era de dos hermanas del pastor de nuestra comunidad, lo cual se consideró una especie de salvaguarda de mi moralidad cuando me acosaran las tentaciones de una capital de condado, con un salario de treinta libras anuales.
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Publicado el 17 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.