La Oreja de Juan Soldado
Emilia Pardo Bazán
Cuento
(Cuento futuro).
Cuando llamamos a ganar jornal a Juan, el de la tía Manuela, yo
ni sabía de qué color tenía los ojos, pues sólo le había visto de lejos,
los domingos, a la salida de misa. Al inspeccionar el trabajo de zanjeo
que le confiamos, no tardé en observar que el jornalero arrastraba un
poco la pierna derecha, y a la luz del sol, que abrillantaba el sudor en
su atezado cutis de labriego, noté también una cicatriz que hendía la
mejilla, y la caída habitual de la boina hacia aquel lado de la cabeza,
que parecía más chico que el otro. Fijándome en esta particularidad,
pronto descubrí que a Juan le faltaba la oreja casi entera: sólo quedaba
un colgajo del lóbulo, bajo una ruda maraña de pelo.
Al hombre que se pasa todo el día hincando el azadón en el terruño, no hay cosa que le guste como eso de que le dirijan una pregunta. Es un socorrido pretexto para interrumpir la labor y descansar apoyándose en el mango de la herramienta. Es, además, una distracción. Juan me contestó solícito; sí, había estado en la guerra de Cuba la friolera de tres años… Y mientras encendía el cigarro, con la lentitud de movimientos característica del labrador, empezó a referir sobriamente sus campañas. Era preciso insistir para que entrase en detalles; no despuntaba por la elocuencia, y sus respuestas lacónicas no tenían animación ni colorido. Diríase que hablaba de aventuras y lances acaecidos a otros.
Dominio público
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Publicado el 10 de mayo de 2021 por Edu Robsy.