Temprano y con Sol...
Emilia Pardo Bazán
Cuento
El empleado que despachaba los billetes en la taquilla de la estación del Norte no pudo reprimir un movimiento de sorpresa, cuando la infantil vocecica pronunció, en tono imperativo:
—¡Dos de primera… . a Paris!…
Acercando la cabeza cuanto lo permite el agujero del ventano, miró a su interlocutora y vio que era una morena de once o doce años, de ojos como tinteros, de tupida melena negra, vestida con rico y bien cortado ropón de franela inglesa, roja y luciendo un sobrerillo jockey de terciopelo granate que le sentaba a las mil maravillas. Agarrado de la mano traía la señorita a un caballerete que representaba la misma edad sobre poco más o menos, y también tenía trazas en su semblante y atavío de pertenecer a muy distinguida clase y muy acomodada familia. El chico parecía azorado; la niña, alegre, con nerviosa alegría. El empleado sonrió a la gentil pareja y murmuró como quien da algún paternal aviso:
—¿Directo o a la frontera? A la frontera… son ciento cincuenta pesetas, y…
—Ahí va dinero —contestó la intrépida señorita, alargando un abierto portamonedas.
El empleado volvió a sonreír, ya con marcada extrañeza y compasión, y advirtió:
—Aquí no tenemos bastante…
—¡Hay quince duros y tres pesetas! —exclamó la viajerilla.
—Pues no alcanza… Y para convencerse, pregunten ustedes a sus papás.
Al decir esto el empleado, vivo carmín tiñó hasta las orejas del galán, cuya mano no había soltado la damisela, y ésta, dando impaciente patada en el suelo, gritó:
—¡Bien… , pues entonces… , un billete más barato!
—¿Cómo más barato? ¿De segunda? ¿De tercera? ¿A una estación más próxima? ¿Escorial, Ávila… ?
—¡Ávila… sí; Ávila… . justamente, Ávila… ! —respondió con energía la del rojo balandrán.
Dominio público
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Publicado el 27 de octubre de 2020 por Edu Robsy.