La Galera del Bajá
Emilio Salgari
Novela
1. En la galera del Bajá
Mientras el griego se desembarazaba con tanta habilidad de los incautos marineros, Mico proseguía su marcha hacia la galera almirante, con las luces apagadas para eludir que le dispararan desde las naves con alguna culebrina.
A distancia refulgían los faroles de la flota turca, aquellos grandes y magníficos fanales en ocasiones de hasta metro y medio de altura, todos de plata, con excepción de los de la capitana, que eran de oro.
Mico, que como marinero valía tanto como el griego, observó las continuas maniobras de las galeotas, que se cruzaban e iban de un lado a otro de la capitana para protegerla de una improbable sorpresa, e hizo avanzar su embarcación hacia una de ellas. No tardó en oír una voz amenazadora, que gritaba:
—¿Quién vive? Detente o te ametrallamos igual que a un perro cristiano.
—Turco que procede de la ensenada de Capso y trae una carta del sultán —repuso con acento sereno el albanés.
—Aproxima tu chalupa.
El montañés arrió el velamen y con rápida y muy hábil maniobra aproximó su chalupa a babor de la galeota.
—Sube.
Mico amarró el bote a la escalera y subió con agilidad, alcanzando la toldilla, donde apareció ante él un capitán, acompañado por media docena de oficiales. El hombre dejó caer sobre el cuello de Mico una pesada mano con dedos como tenazas y dijo:
—Muestra la carta.
—He de entregarla personalmente en manos del bajá.
—¿Imaginas que voy a ser tan necio que la abra?... El Gran Almirante sería capaz de empalarme y de momento no tengo la menor gana de... Primero me apetece ver la total destrucción de Candía.
Unos marineros habían llevado faroles. Mico sacó la misiva de un bolsillo interior y enseñó al sorprendido capitán los grandes sellos del sultán.
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Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.