Textos más vistos de Emilio Salgari publicados por Edu Robsy disponibles | pág. 7

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autor: Emilio Salgari editor: Edu Robsy textos disponibles


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Las Panteras de Argel

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. LAS PANTERAS DE ARGEL

CAPÍTULO I. UNA FALÚA MISTERIOSA

Era una noche espléndida, una de esas noches dulces y serenas que con frecuencia pueden admirarse en las costas italianas, donde el firmamento tiene una transparencia que supera a la del cielo de las regiones tropicales, y que tanta admiración produce en los navegantes que recorren el Atlántico y el Océano Indico.

La luna se reflejaba vagamente, titilando sus reflejos plateados sobre la plácida superficie del mar Tirreno, y las estrellas más próximas al horizonte parecían dejar caer sobre el mar largos rayos de oro fundido. Una fresca brisa, impregnada de perfumes de los naranjos, todavía en flor, soplaba a intervalos por la costa de Cerdeña, cuyas ásperas montañas se dibujaban claramente sobre el cielo, proyectando la sombra gigantesca de sus cimas.

Una chalupa de forma esbelta y elegante, con la borda incrustada de ricos dorados y la proa adornada con un escudo también dorado, donde lucían una corona de Barón con tres manoplas de hierro y un león rampante, se deslizaba sobre las aguas bajo el poderoso impulso de doce remos manejados por vigorosos brazos. La embarcación se recataba a la sombra de la costa, como si deseara ocultarse de los barcos que pudieran venir del sur, en cuya dirección proyectaba la luna sus haces de rayos plateados.

Doce hombres, vigorosos todos, con el rostro bronceado, el pecho resguardado por corazas de acero, sobre las cuales se veía pintada en negro una cruz y la cabeza cubierta con cascos brillantes, bogaban afanosamente. Delante de ellos se veían picas, alabardas, mandobles, mazas de acero y también aquellos pesados mosquetes que hasta fin del siglo XVI hacían sudar a los más robustos combatientes que tenían que servirse de ellos.


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317 págs. / 9 horas, 15 minutos / 432 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Los Exploradores del Meloria

Emilio Salgari


Novela


Nuestro primer deber es conservarnos, vivir.

MAQUIAVELO

CAPITULO I. PESCA EXTRAORDINARIA

Al atardecer de un día de agosto de 1868, una de esas barcas de pesca que los marineros de ambas orillas del Adriático llaman bragozzi, bogaba lentamente frente a la desembocadura del Brenta, a lo largo de la costa de Sottomarina, casi frente a la antigua pero aún resistente fortaleza de Brondolo.

Era una bonita barca de poco tonelaje, de forma bastante redondeada, con dos mástiles que aguantaban otras tantas velas teñidas de rojo, según uso de los pescadores de Crioggia y dálmatas, y un pequeño bauprés que sustentaba un foque del mismo color que las otras velas.

Acababan de lanzar a popa una de esas grandes redes sostenidas por grandes trozos de corcho que aparejan de un modo especial los chiogueses, y que tantas veces son retiradas a bordo repletas de pesca, por cuanto el Adriático, más abundante siempre en pesca que el Tirreno, es probablemente el rincón del Mediterráneo más poblado de habitantes acuáticos.

El mar, tranquilo, casi tan terso como un cristal, no podía presentarse más favorable para una buena pesca. La luna, que acababa de salir, hacíale centellear como si, mezclados con el agua, hubiese miriadas de hilillos de plata, luz tan agradable a doradas y salmonetes, que suben a la superficie para disfrutar de ella.

Terminada la redada con mucha lentitud, mientras una leve brisa se dejaba sentir apenas, habíase parado la embarcación frente a la punta septentrional del islote de Bacucco, junto a la desembocadura del antiguo curso del Brenta. Era el momento oportuno para recoger la red, que era de presumir estuviese llena de prisioneros.

Vicente, el patrón, que hasta entonces había permanecido junto al timón, hizo señal a los cinco marineros para que virasen a sotavento, y luego, amarrada la barra al frenel, comenzó a gritar:


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172 págs. / 5 horas, 2 minutos / 307 visitas.

Publicado el 24 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Los Horrores de las Filipinas

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. LOS MISTERIOS DE THAN-KIU

Donde cae una semilla de placer brotan mil gérmenes de dolor.

SCHILLER

CAPÍTULO I. LOS JURAMENTADOS DE SOLÚ

¡Los moros! ¡Los moros! Este grito retumba como un trueno en las calles de Manila, la opulenta capital de Filipinas.

Una muchedumbre aterrada, pálida, con los ojos desencajados, se precipita como un huracán por el soberbio puente de diez ojos que une la ciudad murada, la ciudad española, con los populosos arrabales de Binondo y Santa Cruz, que forman la ciudad china.

Algunos de los fugitivos, atropellados por los que vienen detrás de ellos, caen al suelo; pero no tardan en levantarse y en emprender de nuevo su desesperada carrera gritando siempre:

—¡Los moros! ¡Los moros!

Hombres, mujeres, niños, españoles, tagalos, chinos, mercaderes, marineros, barqueros del Passig y soldados, todos corren como si los siguiera una manada de fieras sedientas de sangre.

Caen algunas mujeres y niños envueltos por aquella oleada humana; que avanza con ímpetu irresistible. La multitud pasa sobre ellos pisoteándolos; pero ¿quién se preocupa por tan poca cosa en aquellos momentos?

Entra la turba en la ciudad atropellando a centinelas y aduaneros y aullando siempre:

—¡Huid! ¡Sálvese el que pueda! ¡Los moros! ¡Los moros!

Ciérrense estrepitosamente las puertas de las casas; bájense de un golpe los cierres de las tiendas, huyen despavoridos los vendedores de frutas y hortalizas, dejando abandonadas sus mercancías en medio de las calles, fustigan los cocheros a los caballos y salen disparados con sus vehículos, sin mirar si atropellan a alguien.

Abrense algunas ventanas, y salen de ellas miedosas voces que preguntan:

¿Qué pasa?

—¡Vienen de Binondo! —responden algunos fugitivos sin detenerse.

—Pero ¿quiénes?

—¡Los juramentados!


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249 págs. / 7 horas, 16 minutos / 540 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Los Náufragos del Oregón

Emilio Salgari


Novela


I. El abordaje

La oscuridad era total en el puente.

—¿Se ve ya?

—Aún no, patrón O’Paddy.

—¡Demonio! ¡Y el vendaval amenaza con echar a pique la corbeta! ¡Podía tener mejores barcos el señor Wan-Baer!…

—Cuidado con las olas…

—¿Es hábil el timonel, Aier-Rajá?

—Sí, patrón.

—Que tenga cuidado, porque un falso movimiento puede hacernos beber agua para siempre.

—No hay nada que temer; es un buen marinero.

—¿Se ve ya el «Oregón»?

—No, patrón.

—¡Caramba! ¡Tan a propósito como está la noche para abordarlo!

—¿Pero qué dice? ¿Vamos a abordarlo?

—Si, Aier-Rajá.

—Quizá nos vayamos a pique todos.

—La costa de Borneo no está a más que tres millas.

—Sí, pero seguro que el canal de Macasar está ahora hecho una furia.

—¡Bribonazo! ¿Crees tú que van a regalarnos un millón por un simple paseo por el mar?

—No pienso tal cosa.

—Pues yo, muy a pesar mío, así lo creo. ¡Eh…, timonel del infierno! ¡Fíjate!

Una ola como una montaña, negruzca y con la cresta erizada de nítida blancura por la espuma, se arrojó con violencia sobre el barco, haciéndolo inclinarse hacia estribor.

—¡Rayos y truenos! —exclamó el patrón—. Si nos viene otra como ésta pierde el «Wangenep» una rueda.

—Ya se ha llevado dos paletas del tambor de babor, patrón O’Paddy.

—¡Y el «Oregón» sin aparecer! ¿Habrá ido costeando? ¡De ser así, vaya una suerte para nosotros!

—Jamás habrá ganado nadie mejor un millón.

—Sí; pero me parece que, a pesar nuestro, no vamos a tener esa suerte. ¡Hemos nacido con mala estrella!

—De todas maneras, lo ganaremos.

—Depende de que el «Wangenep» choque bien; ¡pero está tan averiado!


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160 págs. / 4 horas, 40 minutos / 383 visitas.

Publicado el 24 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Los Náufragos del Spitzberg

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. EL DESASTRE DE LAS BARCAS BALLENERAS

El 29 de septiembre de 1875, hacia el mediodía, reinaba una gran animación en los vastos y famosos establecimientos del islote de Vadsó, propiedad del señor Foyn, el célebre pescador de ballenas y riquísimo armador de Varangefiord. Todo trabajo había sido interrumpido bajo los inmensos cobertizos que se extendían en todas direcciones desde un extremo a otro de las riberas de la isla. Los fundidores de grasa habían abandonado la gigantesca caldera, en la que hervían, esparciendo alrededor nubes de negro y nauseabundo humo, grandes trozos de carne de ballena. Los descuartizadores habían abandonado sus hachas y cuchillos chorreando grasa y sangre y no se ocupaban de descarnar la enorme cabeza del cetáceo; los machacadores de huesos habían dejado de triturar y reducir a polvo costillas de espantosas dimensiones; los muchachos habían abandonado las carretillas cargadas de trozos de carnaza sanguinolenta, que debían servir para extraerles la grasa, y, por último, los marineros y grumetes habían dejado solas las pequeñas naves ancladas en el canal, bajando a tierra para participar de la general animación. Grupos de personas discurrían dentro y fuera de los cobertizos, y toda aquella gente, de ordinario tan flemática y tranquila, discutía con calor, cambiando vivas preguntas y respuestas.

—Pero ¿será verdad? —preguntaban ansiosamente los unos.

—Sí, sí —respondían los otros.

—¿Y están junto a los hielos?

—Así se dice.

—Pero ¿dónde?

—En la isla de los Osos.

—No; en la Nueva Zembla.

—Tampoco. En la de Spitzberg.

—Pero ¿querrán ir al Polo?… Hay ballenas en las costas del Finmark, sin necesidad de ir a buscarlas tan lejos.

—¡Eso es una locura!

—Que costará cara al señor Foyn.

—¿Y qué le importa? Tiene muchos millones.


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93 págs. / 2 horas, 43 minutos / 374 visitas.

Publicado el 25 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Los Pescadores de Ballenas

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. EL CACHALOTE

Durante la noche del 24 de agosto de 1864, un buque navegaba en alta mar con todas las velas desplegadas, cruzando ciento treinta millas al sur de las islas Aleutianas, prolongado archipiélago que se extiende frontero al mar de Behring, entre las costas de América y de Asia.

Era el barco magnífico velero de unas cuatrocientas veinte toneladas, aparejado de fragata, con la proa cortada casi en ángulo recto, y provisto de un sólido espolón de acero, bien ancho, de banda a banda, y éstas perfectamente defendidas con planchas de cobre de un considerable espesor. La arboladura alta, con grandísimo desarrollo de velas, casi despejada la cubierta, como un salón, limpia, lustrosa, sin que sobresalieran de ella castillos ni puentes. En la popa llevaba el barco escritos con doradas letras estos dos nombres: Danebrog-Aalborg.

En la gavia más alta podía distinguirse a dos hombres aferrados al palo, sosteniéndose con una mano metida entre las cuerdas de los rizos y ligeramente inclinados hacia delante sus atléticos cuerpos.

Estaban en observación, con la mirada fija en la oscuridad del mar, cuyas olas venían a estrellarse con ronco rumor contra los costados del buque.

Uno de aquellos hombres podría tener hasta cuarenta años; era de baja estatura, pero de fuerte complexión, ancho de espaldas y robustísimo de miembros, de cutis un tanto trigueño, pelo y barba rubios, ojos azules muy oscuros, y nariz algo encamada, sin duda por el abuso continuado de las bebidas alcohólicas.

En el momento que comienza nuestra narración, hallábase aquel hombre explorando atentamente la inmensa extensión del mar con un anteojo de larga vista.


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225 págs. / 6 horas, 35 minutos / 435 visitas.

Publicado el 24 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Los Solitarios del Océano

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. LOS SOLITARIOS DEL OCÉANO

CAPÍTULO I. LA FURIA HUMANA

Un rugido inmenso, terrible, que parecía salir de las fauces de cien, fieras enfurecidas, brotó como un trueno de la profundidad de la estiba, haciendo huir precipitadamente a las aves marinas que se habían posado sobre los mástiles de la nave.

Al oír aquel rugido, que parecía el anuncio de una tormenta | horrible, más tremenda que las que suelen conmover los mares, los marineros esparcidos por proa y popa interrumpieron las maniobras y se miraron con ojos espantados.

Hasta el capitán, que paseaba por la pasarela, se detuvo bruscamente y una intensa palidez se difundió por su tez, quemada por el sol de los trópicos.

Un joven marinero que se encontraba en el castillo de proa dejó escapar la escota de trinquete y lanzó una rápida mirada sobre el mar.

—¡Los tiburones acuden a devorar otro hombre! —exclamó.

—¡Pues es el décimo!

—¡Eh, bosman! ¡Ya puedes preparar otra hamaca y otra bala de cañón!

El viejo marinero de encorvadas espaldas, con el pecho desnudo y velludo como el de un mono y el rostro cubierto de pelo casi hasta los ojos, se acercó vivamente a la obra muerta.

—¿Los ves, bosman? —preguntó el joven que había anunciado la presencia de los tigres del mar—. ¡Han olfateado otro muerto!

Tres enormes peces-perros, del género de los charcharias, de cinco a seis metros de largo, sacaban su cabezota monstruosa y enseñaban los dientes triangulares que guarnecían su inmensa boca semicircular.

Sus pequeños ojos, casi redondos, con el iris verde oscuro y la pupila azulada, se fijaban con intensidad en la amura de babor, como si desde allí debiera caer entre sus mandíbulas la presa largo tiempo esperada.

—¡Canallas! —exclamó el viejo, amenazándolos con el puño—. ¡Ya os habéis tragado diez!


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270 págs. / 7 horas, 54 minutos / 480 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Un Desafío en el Polo

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. LOS DOS RIVALES

—Hurrah for miss Ellen!…

—Hurrah for Montcalm!

—Hurrah for Torpon!…

Estas exclamaciones salían de diez mil pechos, o quizás de más, con un fragor ensordecedor, casi espantoso.

Si las aguas del lago Ontario hubiesen roto sus diques y se hubiesen desbordado con ímpetu irrefrenable a través de la pequeña y graciosa ciudad canadiense de Kingston, no habrían producido mayor estruendo.

Parecía que una repentina locura habíase apoderado de aquellas diez mil personas, norteamericanas unas, canadienses otras e inglesas el resto, reunidas aquende el San Lorenzo y que se estrujaban dentro de un vastísimo recinto, improvisado como mejor se pudo con rústicos maderos, pero bien provisto de mostradores en los que se delineaban infinitos regimientos de polvorientas botellas.

—¿Es la rubia miss?

—¡Sí, sí, es ella que llega con su automóvil de ochenta caballos!

—No, son los dos aspirantes a su mano.

—¡Cien dólares a que es miss Perkins! ¿Quién acepta?…

—¡Mil a que son Montcalm y Torpon!

—¡Quinientos a que son dos fastidiosos policemen que vendrán a prohibir hasta aquí el match de box!

—Si son ellos les recibiremos a puntapiés.

—No, los arrojaremos al San Lorenzo con las manos atadas a la espalda.

—¡Adelante los fuertes!

—¡Mueran los policemen!

—¡Estúpidos!… ¡Es el automóvil de miss Ellen!… ¿Están ustedes ciegos? ¡He ganado quinientos dólares!… ¡Puedo ir a tomar un crabmeat cocktail!

—Hurrah for mis Ellen!

Sobre una inmensa y recta carretera, flanqueada por una doble fila de gigantescos pinos, un punto negro, que por momentos se hace más visible, destácase sobre la ligera capa de nieve, dejando atrás una nube de nevisca.


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232 págs. / 6 horas, 47 minutos / 419 visitas.

Publicado el 22 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Capitán de la Djumna

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. LAS OCAS EMIGRANTES

Un sol ardiente, abrasador, se reflejaba sobre las amarillentas y tibias aguas de la profunda bahía de Puerto Canning, las cuales exhalaban esas fétidas miasmas que desencadenan constantemente fiebres tremendas, mortales para los europeos que no se han aclimatado, y peor aún, el cólera, tan fatal a las guarniciones inglesas de Bengala.

Ni una brisa marina mitigaba aquel calor que debía sobrepasar los cuarenta grados. Las grandes hojas de los cocoteros, de majestuoso aspecto, cuyo follaje estaba expuesto en forma de cúpula, y las de los pipa, los nium, y aquellas largas y delgadas del bambú, pendían tristemente, como si el sol las hubiera privado de toda existencia.

El silencio que reinaba en aquellas aguas e islas fangosas, que se extendían hacia el Golfo de Bengala, era tan profundo que producía una intensa tristeza. Parecía que en esa zona, de las más vastas y ricas posesiones inglesas en la India, todo estuviese muerto.

Sin embargo, pese a la lluvia de fuego, y a los miasmas que se alzaban de los bajíos sobre los cuales se pudrían enormes masas de vegetales, una pequeña chalupa cubierta por un toldo blanco, navegaba lentamente.

Dos hombres la tripulaban. Uno de ellos sentado en la proa llevaba en la mano un fusil de doble caño, y otro en la popa maniobraba lentamente con un par de cortos y anchos remos.

El primero era un jovencito alto, delgado, de piel blanca, ojos azules, bigotes rubios, frente amplia, y labios rojos. Llevaba un traje blanco, en cuyas mangas ostentaba el grado de teniente y cubría su cabeza un ancho sombrero de paja.

El otro en cambio, era un hombre de cincuenta años de edad, bajo y robusto, con larga barba gris, frente arrugada, piel curtida por la intemperie, facciones duras Y angulosas.


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163 págs. / 4 horas, 46 minutos / 374 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Tesoro del Presidente del Paraguay

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO PRIMERO. UNA NAVE MISTERIOSA

La noche del día 22 de enero de 1869 un buque de vapor de un porte de 450 a 500 toneladas, con arboladura de goleta y que parecía haber surgido repentinamente del mar, ejecutaba extrañas maniobras cambiando de rumbo cada doscientos o trescientos metros, a distancia de cerca de cuarenta kilómetros de la amplia desembocadura del Río de la Plata en América del Sur.

Su esbelta silueta, su proa provista de espolón, sus numerosas troneras que parecían destinadas a bocas de cañón o por lo menos a cañones de ametralladoras, su velocidad muy superior a la de los buques mercantes, y, sobre todo, sus ochenta hombres quo en aquel momento ocupaban la toldilla, todos armados con fusiles, y su cañón grueso, montado en una torreta blindada que se levantaba delante del árbol de trinquete, le daban a conocer a primera vista, como uno de aquellos barcos llamados cruceros poderosos auxiliares de los buques acorazados.

Ni en el mastelero del mayor, ni en la verga de la randa, ni en el asta dé popa, llevaba bandera alguna que pudiese indicar a qué nación pertenecía, y aunque la noche fuese oscura como la recámara de un cañón y navegase por parajes bastante frecuentados, donde una colisión podía de un momento a otro echarlo a pique, no llevaba ninguna de las luces prescritas por los reglamentos marítimos.

Extrañas conversaciones se cruzaban en lengua española entre los marineros, especialmente entre aquellos que vigilaban a proa, bastante lejos de los oficiales que estaban de pie en el puente de mando, ocupados en escudriñar el mar con poderosos anteojos.

—Dime, Pedro —decía un mozalbete que masticaba con visible satisfacción un gran pedazo de cigarra, volviéndose hacia un contramaestre que estaba apoyado en una pequeña ametralladora tapada con una funda de tela embreada—, ¿se atraca o seguimos navegando?


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238 págs. / 6 horas, 57 minutos / 622 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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