La Cazadora de Cabelleras
Emilio Salgari
Novela
CAPÍTULO I. CACERÍA DE BISONTES
—¡Diablo!
—¿Qué te pasa, John?
—¿No percibís un olor especial, Harris?
—Yo, no.
—¿Y tú, Jorge?
—Tampoco.
—¿Es que no tenéis olfato?
—Tal vez —respondió el joven a quien llamaban Harris.
—¡Es inconcebible! Verdad que hace treinta años que yo recorro las praderas; pero ustedes hace ya doce y debían tener casi tanta práctica como yo.
—Once nada más, John; porque yo tengo cuarenta y un años y mi hermano Jorge treinta y nueve.
—Y yo casi sesenta.
—Lo que no os impide parecer todavía un jovenzuelo.
—Déjate de bromas, y procura aspirar fuerte, a ver si perciben algún olor especial.
—Por más que venteo, no huelo nada.
—¡Parece Imposible!
Una voz nasal, y que estropeaba lastimosamente el lenguaje de las praderas, se oyó en aquel momento.
—Mister John, yo no ser venido aquí para escuchar tonterías. Yo querer cazar bisontes, y no importarme si vuestros amigos ser viejos o jóvenes. Deseo ver bisontes con largas cuernas.
—Tened un poco de paciencia, milord —respondió John—. Veréis bisontes, y junto a ellos, a los pieles rojas, que se darán por muy contentos si os arrancan la cabellera y logran hacer un tótem con vuestra barba.
—¡Tótem! ¿Qué cosa ser «tótem», mister?
—Una especie de bandera.
—¡Oh, no! ¡Mi barba no servir para bandera! ¡No tener los colores del pabellón inglés!
—Más vale así; pero ¡atención! —dijo de pronto John en tono imperioso.
Los cuatro jinetes hicieron detenerse a sus caballos.
John, el jefe de aquel pequeño grupo de cazadores, era un verdadero hércules, macizo como un bisonte, y que llevaba el peso sus sesenta años con la desenvoltura de un hombre de treinta.
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Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.