Textos más vistos de Emilio Salgari publicados por Edu Robsy | pág. 3

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autor: Emilio Salgari editor: Edu Robsy


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El Hijo del León de Damasco

Emilio Salgari


Novela


1. La sobrina de Alí-Bajá

—Ahí tenéis la bandera azul de los tres leones rampantes… Allí está la galera del bajá de Damasco. ¡Izad la nuestra!… Señora, ya se aproxima el momento de la venganza.

Aquellas palabras las pronunciaba un guerrero turco de elevada estatura, membrudo y de piel bastante bronceada, quien, al parecer, acechaba desde días atrás la llegada del navío, en lo alto del imponente castillo de Hussif, sólida mole de construcción veneciana, tan maciza y fuerte que se precisaron doscientas galeras turcas para obligar a rendirse a los últimos bravos que sobrevivieron a la caída de Chipre. Frente al mar y a la tierra alzaba sus elevadísimas torres y sus espaciosas terrazas, defendidas por más de cincuenta culebrinas y de veinte bombardas, imponiendo respeto.

La voz del fuerte guerrero, tan rotunda como el mugido de un toro, se impuso por un instante al fragor de la resaca y resonó de arriba abajo de la torre.

Pasado un momento surgió una joven, que salió de una de las torres, y penetró casi a la carrera en la terraza. Era muy hermosa y tendría unos veinte años; alta, esbelta, de ojos negrísimos que resaltaban bajo largas cejas bellamente delineadas, de boca pequeña con rojos labios semejantes a cerezas maduras, y cabello larguísimo y suelto, de color ala de cuervo. En su semblante, aunque con una perfección de rasgos casi griega, había cierta dureza y energía que denotaba al momento a la mujer turca, cruel siempre, en el fondo, por haberla acostumbrado a ello los sultanes de los siglos XV y XVI.


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148 págs. / 4 horas, 19 minutos / 730 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Misterio de la Jungla Negra

Emilio Salgari


Novela


1. EL ASESINATO

El Ganges, el famoso río loado por los indios antiguos y modernos, cuyas aguas son consideradas sagradas por estos pueblos, después de haber atravesado las nevadas montañas del Himalaya y las ricas provincias de Delhi, Uttar Pradesh, Biliar y Bengala, a doscientas veinte millas del mar se bifurca en dos brazos formando un delta gigantesco, intrincado, maravilloso y quizás, en su género, único en el mundo.

La imponente masa de agua se divide y subdivide en una multitud de riachuelos, canales y pequeños canales que accidentan, de todos los modos posibles, la inmensa extensión de tierra comprendida entre el Hugli, el verdadero Ganges y el golfo de Bengala. De aquí que se formen una infinidad de islas, islotes y bancos que hacia el mar reciben el nombre de sunderbunds.

Nada más desolador, extraño y espantoso que la vista de estas sunderbunds. Ni ciudades, ni poblados, ni cabañas, ni un refugio cualquiera; desde el sur al norte y desde el este al oeste no se divisan más que inmensas extensiones de bambúes espinosos cuyos altos vértices ondean bajo el soplo del viento, apestadas por las emanaciones insoportables de millares y millares de cuerpos humanos que se pudren en las envenenadas aguas de los canales.

Durante el día reina, soberano, un silencio gigantesco, fúnebre, que infunde pavor a los más audaces; durante la noche, por el contrario, lo hace un estruendo horrible de gritos, rugidos, aullidos y silbidos que hiela la sangre.

Nadie osa adentrarse en estas junglas, sembradas de pestilentes charcas, porque están pobladas por serpientes de toda especie, tigres, rinocerontes e insectos venenosos, pero, sobre todo, porque a veces son visitadas por los thugs, los sanguinarios devotos de la diosa Kalí, siempre sedienta de víctimas humanas.


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229 págs. / 6 horas, 41 minutos / 1.103 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Honorata de Wan Guld

Emilio Salgari


Novela


I. Veracruz

Después de aplacar las exigencias del estómago y de disfrutar algunas horas de descanso, los filibusteros se encaminaron en busca del campamento indio.

Temiendo, sin embargo, que en vez de indios fuesen españoles, Moko, que era el más ágil de todos, se adelantó para explorar los contornos.

La floresta que atravesaba era espesísima y estaba formada por plantas diversas que crecían tan próximas las unas a las otras, que en ocasiones casi imposibilitaban el paso.

Un infinito número de lianas circundaba aquellas plantas, serpenteando por el suelo y enroscándose en torno de los trancos y las ramas de los árboles.

De cuando en cuando, a lo largo de los troncos se veían huir esos reptiles llamados

“iguanas” o lagartos, largos de tres a cinco pies, de piel negruzca con reflejos verdes, que daban asco, y cuya carne, sin embargo, es apreciadísima por los gastrónomos mexicanos y brasileños, que la comparan a la del pollo.

Después de una hora larga de marcha abriéndose paso penosamente por entre aquella maraña de vegetales, los filibusteros se encontraron con Moko.

—¿Has visto a los indios? —preguntó el Corsario.

—Sí —contestó el negro—. Su campamento está ya próximo.

—¿Estás seguro de que son indios?

—Sí, capitán.

—¿Son muchos?

—Acaso unos cincuenta.

—¿Te han visto?

—He hablado con su jefe.

—¿Consiente en darnos hospitalidad?

—Sí, porque sabe que somos enemigos de los españoles y que entre nosotros se encuentra una princesa india.

—¿Has visto caballos en su campamento?

—Una veintena.

—Espero que nos venderán algunos —dijo el Corsario—. ¡Vamos, amigos, y si todo va bien, os prometo llevaros mañana a Veracruz!

Pocos minutos después los filibusteros llegaban al campamento indio.


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Dominio público
151 págs. / 4 horas, 24 minutos / 730 visitas.

Publicado el 3 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

La Caída de un Imperio

Emilio Salgari


Novela


I. La traicion de los «Rajaputras»

En el Assam, como en tantas otras partes de la India, abundan entre las selvas pagodas que hace siglos abandonaron sus sacerdotes por causas desconocidas.

Y hay una, especialmente, que envuelven hoy los árboles por todas partes, que bien poco hubiera tenido que envidiar a la de Madura, una de las más magníficas que hay en la India y que dicen que ha costado veintidós años de trabajo. Es la de Kalikó, que por sus dimensiones enormes, por la magnificencia de sus esculturas, por la altura de sus techos hubiese podido eclipsar hasta a la famosa de Benarés.

En otro tiempo debieron de concurrir a ella numerosas peregrinaciones; después, tal vez por la guerra, los bandidos estranguladores, los que no guardaban consideración ni siquiera a los sacerdotes, suprimieron sus fiestas sagradas y la invadieron las plantas parásitas, que son los peores enemigos de los monumentos indios. Las rótenas, los bejucos, interminables, treparon enroscándose por sus majestuosas columnas, se apretaron alrededor de las enormes figuras de animales, las más veces elefantes de piedra de tamaño gigantesco, intercalados con las más extrañas representaciones de Visnú, y surgieron luego pujantes, creciendo con ímpetu hasta llegar a los altísimos piramidales, envolviéndolo, cubriéndolo, arrollándolo todo.

La vegetación exuberante de la India destruye de un modo espantoso e indescriptible.

Si se abandona por una causa cualquiera un terreno bien cultivado, al cabo de un mes no hay ya casi ni rastro de él: lo ha invadido la maleza y lo ha hecho desaparecer.

¿Abandonan una ciudad sus habitantes después de sufrir un asalto? Al punto aparecen las malas hierbas para atacarla a su vez y cubren y agrietan lentamente casas, templos, plazas, monumentos, baluartes y fortalezas.


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185 págs. / 5 horas, 24 minutos / 815 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Capitana del Yucatán

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. LA CAPITANA DEL YUCATÁN

1. Maniobras Misteriosas

—Señor, dadme vuestras últimas instrucciones.

—Debéis arribar a la bahía de Corrientes, donde encontraréis al capitán Carrill, que os espera para recibir las armas y municiones.

—¿Estarán libres de sublevados aquellas orillas?

—Hasta esta mañana lo estaban, señora marquesa.

—¿Habéis recibido aviso del gobernador general?

—El despacho llevaba la firma del general Blanco.

—¿El «Terror» sigue patrullando en el mar…?

—Eso tememos.

—¿Seguido por las dos cañoneras?

—Es de esperar, señora marquesa.

—Emplearemos la audacia y pasaremos.

—¡Tened cuidado, señora…! Si os capturan, vuestra belleza no os salvará, podéis estar segura.

—Sé que seré fusilada sin misericordia, con el pequeño contrabando de guerra que llena la bodega de mi «Yucatán».

—Sed prudente.

—O mejor, decidida a todo, señor Vizcaíno.

—Lo uno y lo otro; no debéis jugaros la última carta más que en caso desesperado.

—Tengo una pieza que escupe balas de acero, y dos excelentes hotchkiss.

—Poca cosa contra la coraza de los americanos.

—¡Ah…! ¿No sabéis que tengo en reserva dos torpedos?

—Buenas armas.

—Que pueden hacer saltar incluso un acorazado, mi buen señor Vizcaíno.

—Lo sé señora marquesa.

—Agregad a todo esto cien hombres resueltos a hacerse matar, que sólo hace cuatro horas han prestado juramento en la catedral de Mérida, y decidme si no tengo motivos para estar tranquila.

—Pero el «Terror» lleva una poderosa artillería.

—Que atravesaría mi pequeña nave sin lograr hundirla. Los americanos tienen su coraza y yo he adoptado el celuloide, y quizá es mejor, os lo aseguro.

—¿Partís?


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340 págs. / 9 horas, 55 minutos / 857 visitas.

Publicado el 23 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Los Dos Tigres

Emilio Salgari


Novela


Primera parte. Los estranguladores

1. «El Mariana».

En la mañana del día 20 de abril de 1857, el vigía del faro de Diamond-Harbour, advertía la presencia de un barco pequeño, que debía de haber entrado en la embocadura del río Hugly durante la noche sin reclamar los servicios de ningún piloto.

A juzgar por sus enormes velas, parecía un velero malayo; pero el casco no se parecía a los de los praos, pues no llevaba los balancines que usan éstos para apoyarse mejor en las aguas, cuando las ráfagas de viento son muy violentas, ni tampoco aquella especie de toldilla, propia de las embarcaciones de ese tipo y que los indígenas denominan con el nombre de attap.

Estaba construido con franjas de hierro y durísima madera, no tenía la popa baja, y su desplazamiento era tres veces mayor que el de los praos ordinarios, los cuales en muy pocas ocasiones llegan a las cincuenta toneladas.

Fuera lo que fuese, era un velero muy bonito, largo y estrecho, que, con un buen viento de popa, debía de bogar mucho mejor que todos los buques de vapor que por entonces poseía el Gobierno anglo-hindú. En suma, era un barco que recordaba, si exceptuamos su arboladura, a aquellos otros famosos que violaron el bloqueo en la guerra entre el Sur y el Norte de Estados Unidos.

Pero, probablemente, lo que asombró más al vigía del faro fue la tripulación de aquel velero, demasiado numerosa para un barco tan pequeño y tan extraño.

Estaban allí representadas las razas más belicosas que existían en toda Malasia. Había malayos de color moreno y torva mirada, bugueses, mascareños, dayakos, etc.; se veían muchos negros de Mindanao y algunos papúas, con la enorme cabellera recogida por un peine de grandes proporciones.


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314 págs. / 9 horas, 9 minutos / 719 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Tesoro de los Incas

Emilio Salgari


Novela


Capítulo I. El ingeniero Webber

La noche del 30 de noviembre de 1869, mientras una espesa lluvia azotaba la tierra y los tejados de las casas, y un viento endiablado y frigidísimo silbaba entre las desnudas ramas de los árboles, un vigoroso caballo salpicado de lodo hasta el cuello, y montado por un hombre armado de larga carabina, entraba a galope en Munfordsville, pequeña e insignificante aldea, situada casi en el riñón del estado de Kentucky, en la América del Norte.

Si alguno de los aldeanos hubiese visto a aquel hombre corriendo a horas tan avanzadas de la noche, y con tan horrible temporal, por las calles de la aldea, sin duda se habría apresurado a encerrarse en su casa y atrancar puerta y ventanas por miedo a tenérselas que haber con aquel siniestro jinete.

El cual, con su elevada estatura, su sombrero de fieltro adornado de una pluma, su amplio capote, sus altas botas de montar y su carabina, no podía menos, en verdad, de producir a primera vista alguna inquietud.

Más quien le hubiese mirado de cerca, se habría tranquilizado al punto. El rostro de aquel hombre era franco, abierto, nobilísimo, de frente alta y espaciosa, aunque surcada tal vez de precoces arrugas, ojos negros hermosísimos, algo melancólicos y coronados de grandes cejas, nariz recta y delgados labios sombreados de un tanto áspero bigote.

Apenas llegó el caballo ante las primeras casas de la aldea, el jinete que miraba atentamente a derecha e izquierda, como si buscase a alguien, metió la mano en un bolsillo interior de su chupa de terciopelo negro y sacó un magnífico reloj de oro.

—Las doce —dijo, acercándole a los ojos—. Con esta obscuridad, no será fácil encontrar la puerta. Pero ahora que me acuerdo, sobre ella debe de haber un canwass-bach disecado.


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156 págs. / 4 horas, 34 minutos / 1.211 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

En las Fronteras del Far-West

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. LA GARGANTA DEL «FUNERAL»

—¡Nos espera una mala noche, muchachos! —dijo poco antes de ponerse el sol el coronel Devandel, a quien el Gobierno americano había mandado con gran premura al frente de cincuenta hombres apenas a perseguir a los cowboys en las montañas de Laramie—. ¡Mucha vigilancia o, de lo contrario, los indios aprovecharán la ocasión para atravesar la garganta del Funeral!

El bravo soldado, que había conquistado sus galones primero en la guerra contra Méjico y después peleando denodadamente en las fronteras del Far-West contra los indómitos pieles rojas, no se engañaba en sus predicciones.

Las altas cimas de las montañas que se extienden entre los confines meridionales del Wyoming y los septentrionales del Colorado habíanse cubierto de densas nubes, y el trueno no tardó en hacer oír su voz poderosa.

A los pocos instantes comenzó a caer sobre el campamento una lluvia torrencial, que obligó a los centinelas a replegarse más que de prisa hacia los furgones dispuestos en cruz de San Andrés para defender las tiendas de una sorpresa probable.

Sólo los soldados jóvenes, que hasta pocos días antes habían estado dedicados a recorrer praderas y que se hallaban, por tanto, habituados a afrontar las intemperies, se mantuvieron obstinadamente en la extremidad de una peligrosa vereda que conducía al llamado paso del Funeral.

Habíanse guarecido bajo el saliente de una roca, que en parte les protegía del furioso aguacero, y vigilaban con gran atención.

—¿No ves nada, Harris? —preguntó el más joven, un hermoso tipo, apenas de veinte años, moreno como un mestizo y de mirada fogosa como la serpiente.

—¡Nada, Jorge! —respondió el otro, que se parecía extraordinariamente a su interlocutor y que representaba tener algunos años más que él.


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167 págs. / 4 horas, 53 minutos / 443 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Los Bandidos del Rif

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. LA NAVE CONTRABANDISTA

Un gran destello, parecido a una cimitarra de fuego surcó las nubes tormentosas, proyectando sobre las islas Chafarinas un vivo resplandor. En ese instante, el barco español a pesar de que tenía recogidas todas sus velas y tenía casco muy ancho, se ladeó bajo una terrible ráfaga, mientras que una gran ola barrió la cubierta.

El capitán, un hombre de casi dos metros, negro como un senegalés, gritó a sus cuatro marineros argelinos una serie de órdenes.

Casi al mismo tiempo, entre el sonido del silbido del viento y el ruido de las olas, se oyó una voz gritar:

—¡Abajo esa navaja o te estrello la guitarra en la cabeza!

—¡No, señor! Has hablado largamente con Zamora, aprovechándote de la tormenta.

—¿Es que no puedo hablar con la gitana de Salamanca que viene aquí?

—¡No!…

—¿Con qué derecho?

—El jefe de los gitanos me ha mandado vigilar a Zamora.

—¿Por qué?…

—¡Ve y pregúntale!

—Entonces… ¿me quieres matar?

—¡Si!, antes de que el barco tome tierra en las orillas del Rif.

—¿Quién lo dice?…

—¡Yo, Janko!…

—¡Atácame valiente, si tienes la suficiente audacia! Usa tu navaja, yo usaré mi guitarra, y luego te echaré al mar.

Los dos adversarios, que se enfrentaban en medio de la tormenta que asaltaba el barco contrabandista, eran dignos uno del otro.


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285 págs. / 8 horas, 20 minutos / 408 visitas.

Publicado el 24 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Los Piratas de las Bermudas

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. LA CAZA A LA CORBETA

EL sol iba al ocaso entre grises nubarrones, que, hinchados por el viento de poniente, se habían ido extendiendo poco a poco sobre el Atlántico.

Las olas, que reflejaban los últimos fulgores del día, murmuraban, corriendo libremente la extensión inmensa que existe entre las costas americanas y las cuatrocientas Bermudas, islotes colocados en torno de la Gran Bermuda, que es la única isla habitada de aquel gran montón de tierras perdidas en medio del grande Océano oriental.

Dos naves, cubiertas de velas hasta los topes, avanzaban dulcemente empujadas por las olas, que batiendo contra ellas a babor, alzábanlas con mesurado murmullo, que sonaba cual la gran poesía de los mares.

El viento de lebeche, bastante fresco, hinchaba las telas, silbando entre centenares y centenares de jarcias y cables y poleas.

Una de dichas naves era una espléndida corbeta, larga y sutil, pero de mucho porte, puesto que de sus bordas salían veinticuatro bocas de cañón, mientras que en el puente y en el ancho castillo de popa había dispuestos en barbeta cuatro gruesas piezas de caza.

Estaba, como hemos dicho, cubierta de velas de un extremo a otro. Las mismas bonetas habían sido desplegadas y tendidas las banderas.

La otra era, en cambio, una barca gruesa, ancha, pesada, de aforo muy inferior a la corbeta que la precedía, con poquísimas piezas de artillería colocadas todas en cubierta.

Ambas naves llevaban, sin embargo, un número considerable de tripulantes, cual si fuesen buques de guerra.

En la corbeta, en lo alto del palo mayor, ondeaba una bandera roja, señal de fuego permanente, a cada hora, a cada instante, contra todos y contra todo; en la barca una bandera listada, blanca y azul y sin estrellas, porque los Estados Unidos no se habían coligado todavía, ni tenían fijas las orgullosas estrellas de la confederación.


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221 págs. / 6 horas, 27 minutos / 736 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

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