Honorata de Wan Guld
Emilio Salgari
Novela
I. Veracruz
Después de aplacar las exigencias del estómago y de disfrutar algunas horas de descanso, los filibusteros se encaminaron en busca del campamento indio.
Temiendo, sin embargo, que en vez de indios fuesen españoles, Moko, que era el más ágil de todos, se adelantó para explorar los contornos.
La floresta que atravesaba era espesísima y estaba formada por plantas diversas que crecían tan próximas las unas a las otras, que en ocasiones casi imposibilitaban el paso.
Un infinito número de lianas circundaba aquellas plantas, serpenteando por el suelo y enroscándose en torno de los trancos y las ramas de los árboles.
De cuando en cuando, a lo largo de los troncos se veían huir esos reptiles llamados
“iguanas” o lagartos, largos de tres a cinco pies, de piel negruzca con reflejos verdes, que daban asco, y cuya carne, sin embargo, es apreciadísima por los gastrónomos mexicanos y brasileños, que la comparan a la del pollo.
Después de una hora larga de marcha abriéndose paso penosamente por entre aquella maraña de vegetales, los filibusteros se encontraron con Moko.
—¿Has visto a los indios? —preguntó el Corsario.
—Sí —contestó el negro—. Su campamento está ya próximo.
—¿Estás seguro de que son indios?
—Sí, capitán.
—¿Son muchos?
—Acaso unos cincuenta.
—¿Te han visto?
—He hablado con su jefe.
—¿Consiente en darnos hospitalidad?
—Sí, porque sabe que somos enemigos de los españoles y que entre nosotros se encuentra una princesa india.
—¿Has visto caballos en su campamento?
—Una veintena.
—Espero que nos venderán algunos —dijo el Corsario—. ¡Vamos, amigos, y si todo va bien, os prometo llevaros mañana a Veracruz!
Pocos minutos después los filibusteros llegaban al campamento indio.
Dominio público
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Publicado el 3 de febrero de 2019 por Edu Robsy.