Una Incorrección Administrativa
Federico Gana
Cuento
Bebíamos en silencio nuestro café aquel amanecer de invierno en casa del secretario del juzgado en aquel proceso criminal, homicidio con reincidencia.
El fusilamiento del delincuente debía verificarse en algunos instantes más; el coche del juzgado nos esperaba a la puerta. Sobre la mesa estaba el expediente, y yo leí in mente estas palabras escritas sobre la portada con grandes letras negras: “Pascual Ortiz.—Homicidio”.
Sabía vagamente el hecho: primer asesinato con ensañamiento, condena a 20 años de presidio; segundo asesinato, en las salas de trabajo de la Penitenciaría, condena a la pena de muerte, que debía cumplirse ese día.
Cierta malsana y juvenil curiosidad profesional de abogados despreocupados como éramos mi amigo y yo entonces, nos había incitado a pedir a nuestro colega Pedro Reyes que nos invitase esa mañana a presenciar el macabro espectáculo.
Y ahí estábamos ahora ante la próxima e inevitable muerte de un ser humano desconocido, hablando futilezas.
Reyes sacó de pronto su reloj y nos dijo, tomando nerviosamente el voluminoso legajo que había sobre la mesa: “Vamos, ya es hora”.
Instalados en el coche, guardábamos silencio, siempre sugestionados tal vez por la impresión que se reflejaba en el bondadoso semblante de Pedro Reyes, que miraba con fijeza hacia un punto indefinido del horizonte, mordiéndose con fuerza los labios.
El coche dejaba atrás los barrios elegantes del centro comercial de Santiago, las calles de Dieciocho, Castro, doblaba por Ejército y bordeaba el oriente del Parque Cousiño. Al contemplar nuestro amigo la libre extensión de los campos del parque envueltos a esa hora matinal en las brumas de ese amanecer nebuloso, su rostro abstraído se contrajo, sus ojos leales y puros parecieron mirar hacia adentro, como atacados de un súbito estrabismo, lanzó un hondo suspiro y exclamó en voz baja, estrangulada:
Dominio público
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Publicado el 29 de junio de 2022 por Edu Robsy.