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autor: Federico Gana textos disponibles


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El Escarabajo

Federico Gana


Cuento


Escuchad lo que un picaflor refería a unas violetas mientras aleteaba y bailaba alegremente en el aire embriagado de luz, de perfumes de flores recién abiertas, chupando insaciable la miel con su larga lengua. Les decía:

—Mirad, amigas mías, ese rosal, ese viejo rosal que está allá abajo, lleno de polvo, abrasado por el sol, muriéndose de sed, con sus raíces carcomidas. Hubo un tiempo en que él y yo fuimos íntimos amigos, pero entonces estaba cubierto de frescas verdes hojas y de rosas más rojas que el rubor de las doncellas. Ahora, ya lo veis, el pobre viejo marcha rápido hacia la tumba, ya no tiene sino una que otra escuálida florecilla y sarmientos secos que dan lastima y repugnancia, y vosotras sabéis que a mí me agradan la juventud, la belleza y los colores alegres que vosotras poseéis en grado eminente, mis dulces amigas.

Al pie de ese rosal vivía, no hace mucho tiempo, una familia de escarabajos, cuyo nombre no sé ni quiero saber, porque la ciencia me repugna, pero lo que no se me ha olvidado era que brillaban sobre la tierra y sobre las hojas como las esmeraldas y que tenían reflejos de arco iris. Os confieso que eran tan bellos esos colores, que varias veces la envidia se deslizó en mi corazón, y que de buena gana hubiera cambiado mi diadema tornasol por su brillante corselete.

Componíase aquella familia de cuatro animalitos, la madre y tres hijos; el padre había muerto a consecuencia de un accidente muy común en esta raza de escarabajos que se arrastran; un día el jardinero le puso el pie encima y...


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Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 55 visitas.

Publicado el 29 de junio de 2022 por Edu Robsy.

Don Santiago

Federico Gana


Cuento


Siempre que se perdía un animal cualquiera en el fundo, caballo, vaca o buey, mi padre jamás dejaba de decir con fría y desdeñosa ironía:

—Vayan a preguntarle a don Santiago; él sabe dónde está —y el animal casi siempre aparecía.

El comandante de policía rural, que lo era en esa época don Pedro Jarabrán, solía detenerse a reposar de sus largas correrías por la campaña en nuestra casa. Era un hombre ya entrado en años, de grueso y caído bigote gris, y, a falta de uniforme, usaba siempre el viejo traje que llevara años ha en la famosa campaña del año de 1879 contra los peruanos.

Sentábase pesadamente en la larga banca de totora bajo los corredores, a la sombra de las enredaderas, y, después de quitarse el kepí y enjugarse la estrecha frente sudorosa, entablaba largas charlas, refiriéndonos detalles curiosos que a su profesión se referían, de lo que pasaba en la comarca.


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Dominio público
15 págs. / 26 minutos / 46 visitas.

Publicado el 29 de junio de 2022 por Edu Robsy.

Confidencias

Federico Gana


Cuento


La trilla había terminado por fin ese día. Y en la tarde, mientras las primeras estrellas principiaban a brotar, dulcemente, del cielo sin nubes, yo estaba muellemente recostado en la enorme era de paja.

Hasta mí llegaban en la calma del atardecer, los rumores del hondo camino real vecino: traqueteos de carretas, cantares vagos, ladridos de perros, todo envuelto en confusas nubes de polvo. A mis espaldas, en la región de los potreros y las vegas, principiaban las ranas y sapos a ensayar su melopea al crepúsculo. Contemplaba tranquilamente sumergido en suave embriaguez, el gran motor mudo e inmóvil; el enorme cono de trigo que se ensombrecía poco a poco, las casas bajas del mayordomo, que tenía al frente; la enorme masa de los Andes, que servían de fondo a las múltiples alamedas que se proyectaban muy pequeñas. Ahí cerca escuchaba el suave rumor de las aguas del estero deslizándose suavemente, besando las húmedas raíces de los grandes sauces llorones. Todo era tranquilidad, dulzura, preludios del hondo silencio de la noche.

De pronto, muy cerca de mí, en el gran montón de paja, escuché una conversación. Era un diálogo lento, desmayado, interrumpido por suspiros, bostezos, largos intervalos de silencio. Eran dos trabajadores que se hacían confidencias.

—Sí, Juan, decía uno, es buena, buena mujer la Tomasa. Yo la conocí cuando estaba casada con don Sosa. ¡Qué vida la de ella! Lavar, planchar, coser, hacer la comida; recogerlo todos los sábados borracho de los negocios donde iba el caballero y traerlo a él y a su yegua, a su casa en la tarde. Nunca pedía un cinco ni decía una palabra: ella bastaba para todo; y tú te acuerdas lo «chatre» que andaba el viejo; todos los sábados camisa limpia, ropa nuevecita; parecía un caballero! Y cuando se enfermó, qué de trajines para cuidarlo, para el entierro! Y, ¿cómo fué, Juan, cuando se concertaron?


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Dominio público
3 págs. / 5 minutos / 37 visitas.

Publicado el 16 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Casa Vieja

Federico Gana


Cuento


De bastante mal humor subí a caballo aquel día para acudir al llamado de mi vecino. Poco me preocupaba la política entonces, y menos me he aficionado a ella después, de modo que no me hacía nada de gracia aquello de ir a servir de secretario ad honorem en la junta electoral de la que mi vecino era digno presidente. Pero mi buena forma de letra y el estar cursando leyes en aquella época, me condenaban a hacerles todo el trabajo burocrático a los buenos caballeros que debían actuar ese día como vocales en la instalación preparatoria de aquella junta electoral extraordinaria.

Taloneando perezosamente mi caballejo, pasé, al tranco, bajo la ancha y ruinosa portada del fundo y salí al camino real.

Eran las nueve de la mañana de un tibio y caluroso día de principios de Abril. El sol, un sol de estío, caldeaba de tal manera el aire y la tierra suelta del hondo camino, que parecía fuera la hora de la siesta. A través de los álamos polvorientos y de los sauces, divisaba los potrerillos del fundo en que me encontraba y los del vecino que a mi frente se extendían. Los viñedos, cargados de racimos, tenían un reflejo metálico bajo los rayos del sol; las chácaras habían sido cosechadas ya, y grandes bandadas de jilgueros se levantaban chillando, a cada instante, de entre los secos despojos de los maizales. A la distancia, divisaba el oro brillante de los rastrojos, destacándose sobre el fondo verde y fresco de las alamedas y de los potreros empastados.


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Dominio público
7 págs. / 13 minutos / 54 visitas.

Publicado el 15 de enero de 2022 por Edu Robsy.

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