Textos mejor valorados de Federico Gana disponibles | pág. 3

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autor: Federico Gana textos disponibles


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Un Amigo

Federico Gana


Cuento


Esta fresca mañana de febrero, en el campo, mañana de sol suave y cielo azul, sin una nube, trae a mi recuerdo imágenes de mi lejana adolescencia.

Me veo joven, lleno de vida y esperanza en el porvenir; como en una rápida cinta cinematográfica acuden sin cesar a mi imaginación hechos olvidados, paisajes, emociones, tan vivas, de entonces, que me parece sentirlas todavía.

Veo la casa vieja, el estero que la bordeaba, los sauces que le daban sombra, las aguas que corrían sin ruido entre las raíces descubiertas de las pataguas, de los arrayanes, el sol que en grandes rayos penetraba curioso entre el ramaje, escucho el canto de las aves que perturban la calma de esas mañanas.

Y llegan y me rodean mis amigos de entonces, los mejores, mis perros de caza.

Fueron tres: Marqués, el primero y más presente en mi memoria; Duque y Mario. De estos últimos recuerdo solamente que el primero era un español, de aguas, de largas orejas, que todo el día pasábalo sumergido en el estero cercano, y del segundo, un pointer café, de gran alzada y maestro en la caza de la perdiz.

Marqués era un bravo francés, de patas cortas y vigorosas, ancho de pecho, blanco, tachonado en la espalda, la cabeza y las orejas de grandes manchas café.

Recuerdo con claridad cómo nos hicimos amigos. Recorríamos con mi padre los potreros del fundo una tarde fría, nebulosa y desagradable de otoño. Marqués corría a nuestro alrededor, rastreando nerviosamente el terreno. De pronto se detuvo y principió a husmear el terreno con cuidado, muy lento, con los ojos encandilados, fijos; avanzaba quedo, como si temiese que las espinas hicieran mal a sus patas. Mi padre descendió del caballo con la escopeta empuñada. De pronto el perro quedó inmóvil, con el cuello rígido, la cola tiesa, hacia arriba, mientras todo su cuerpo se estremecía nerviosamente; una de sus manos la elevaba en alto.


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Publicado el 29 de junio de 2022 por Edu Robsy.

El Escarabajo

Federico Gana


Cuento


Escuchad lo que un picaflor refería a unas violetas mientras aleteaba y bailaba alegremente en el aire embriagado de luz, de perfumes de flores recién abiertas, chupando insaciable la miel con su larga lengua. Les decía:

—Mirad, amigas mías, ese rosal, ese viejo rosal que está allá abajo, lleno de polvo, abrasado por el sol, muriéndose de sed, con sus raíces carcomidas. Hubo un tiempo en que él y yo fuimos íntimos amigos, pero entonces estaba cubierto de frescas verdes hojas y de rosas más rojas que el rubor de las doncellas. Ahora, ya lo veis, el pobre viejo marcha rápido hacia la tumba, ya no tiene sino una que otra escuálida florecilla y sarmientos secos que dan lastima y repugnancia, y vosotras sabéis que a mí me agradan la juventud, la belleza y los colores alegres que vosotras poseéis en grado eminente, mis dulces amigas.

Al pie de ese rosal vivía, no hace mucho tiempo, una familia de escarabajos, cuyo nombre no sé ni quiero saber, porque la ciencia me repugna, pero lo que no se me ha olvidado era que brillaban sobre la tierra y sobre las hojas como las esmeraldas y que tenían reflejos de arco iris. Os confieso que eran tan bellos esos colores, que varias veces la envidia se deslizó en mi corazón, y que de buena gana hubiera cambiado mi diadema tornasol por su brillante corselete.

Componíase aquella familia de cuatro animalitos, la madre y tres hijos; el padre había muerto a consecuencia de un accidente muy común en esta raza de escarabajos que se arrastran; un día el jardinero le puso el pie encima y...


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Publicado el 29 de junio de 2022 por Edu Robsy.

La Historia del Pobre Giuseppe

Federico Gana


Cuento


Habíamos hablado largo de mil tópicos; no faltó, naturalmente, en esa charla el del alcoholismo, sus males, sus características, el empuje y la decisión de los norteamericanos para cortar de raíz el terrible vicio.

De pronto, un amigo mío dado a las letras, o, más bien dicho, a la pobreza y a la bohemia, dijo alegremente:

—¿Se han fijado ustedes en cómo excita la imaginación el alcohol, en tal forma que casi todos los borrachos son embusteros, verdaderos novelistas, aunque en su estado natural sean los hombres más verídicos del mundo?

Les referiré —agregó— a este propósito algo que yo observé hace poco, la otra noche, y que daría materia para una historia sentimental.

Como ustedes saben —continuó—, hace ya algunos años que estoy separado de mi familia: la vida vagabunda que llevo no me permitiría albergarme en un hogar decente. Estoy hospedado muy lejos del centro, en un barrio que yo me sé y ustedes no conocen, en una piececilla donde no hay más muebles que una cama, un trípode que me sirve de velador y una silla que hace las veces de lavabo. Allí, en estas noches de invierno, hilvano todas esas novelillas y articulejos que ustedes ven aparecer siempre en diarios y en revistas.

Una de estas frías y lluviosas noches de fines del pasado otoño, subo a un tranvía para dirigirme a mi domicilio. Era un atardecer heladísimo; lloviznaba y del cielo nebuloso y sombrío parecía derramarse sobre los hombres y las cosas tristeza, aburrimiento, desazón. El tranvía, casi desierto; algunas mujeres andrajosas aquí, allá, en silencio. De pronto oigo una conversación en voz alta, tan alta que el que la entabla parece querer llamar la atención de todos los pasajeros sobre su persona. Me vuelvo y veo a dos individuos sentados frente a frente.


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Publicado el 29 de junio de 2022 por Edu Robsy.

Don Santiago

Federico Gana


Cuento


Siempre que se perdía un animal cualquiera en el fundo, caballo, vaca o buey, mi padre jamás dejaba de decir con fría y desdeñosa ironía:

—Vayan a preguntarle a don Santiago; él sabe dónde está —y el animal casi siempre aparecía.

El comandante de policía rural, que lo era en esa época don Pedro Jarabrán, solía detenerse a reposar de sus largas correrías por la campaña en nuestra casa. Era un hombre ya entrado en años, de grueso y caído bigote gris, y, a falta de uniforme, usaba siempre el viejo traje que llevara años ha en la famosa campaña del año de 1879 contra los peruanos.

Sentábase pesadamente en la larga banca de totora bajo los corredores, a la sombra de las enredaderas, y, después de quitarse el kepí y enjugarse la estrecha frente sudorosa, entablaba largas charlas, refiriéndonos detalles curiosos que a su profesión se referían, de lo que pasaba en la comarca.


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15 págs. / 26 minutos / 46 visitas.

Publicado el 29 de junio de 2022 por Edu Robsy.

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