Textos más largos de Federico García Lorca disponibles | pág. 2

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autor: Federico García Lorca textos disponibles


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La Zapatera Prodigiosa

Federico García Lorca


Teatro


Personajes

ZAPATERA
VECINA ROJA
VECINA MORADA
VECINA NEGRA
VECINA VERDE
VECINA AMARILLA
BEATA PRIMERA
BEATA SEGUNDA
SACRISTANA
EL AUTOR
ZAPATERO
EL NIÑO
ALCALDE
DON MIRLO
MOZO DE LA FAJA
MOZO DEL SOMBRERO
HIJAS DE LA VECINA ROJA
VECINAS, BEATAS, CURAS Y PUEBLO

Prólogo

Cortina gris.

Aparece el Autor. Sale rápidamente. Lleva una carta en la mano.


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Dominio público
35 págs. / 1 hora, 1 minuto / 5.268 visitas.

Publicado el 20 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Los Títeres de Cachiporra. Tragicomedia de Don Cristóbal y la Señá Rosita

Federico García Lorca


Teatro, comedia


Personajes

(Por orden de aparición en escena)
EL MOSQUITO
ROSITA
EL PADRE
COCOLICHE
EL COCHERO
DON CRISTOBITA
CRIADO
UNA HORA
MOZOS
CONTRABANDISTAS
ESPANTANUBLOS, tabernero
CURRITO, el del Puerto
CANSA-ALMAS, zapatero
FÍGARO, barbero
UN GRANUJA
UNA JOVENCITA DE AMARILLO
UN MENDIGO CIEGO
MOZAS
UNA MAJA CON LUNARES
UN MONAGO
INVITADOS CON ANTORCHAS
CURAS DEL ENTIERRO
CORTEJO

Advertencia

Sonarán dos clarines y un tambor. Por donde se quiera, saldrá Mosquito. El Mosquito es un personaje misterioso, mitad duende, mitad martinico, mitad insecto. Representa la alegría del vivir libre, y la gracia y la poesía del pueblo andaluz. Lleva una trompetilla de feria.

MOSQUITO.- ¡Hombres y mujeres! Atención. Niño, cierra esa boquita, y tú, muchacha, siéntate con cien mil de a caballo.
Callad, para que el silencio se quede más clarito, como si estuviese en su misma fuente. Callad para que se asiente el barrillo de las últimas conversaciones. (Tambor.)

Yo y mi compañía venimos del teatro de los burgueses, del teatro de los condeses y de los marqueses, un teatro de oro y cristales, donde los hombres van a dormirse y las señoras… a dormirse también.

Yo y mi compañía estábamos encerrados. No os podéis imaginar qué pena teníamos. Pero un día vi por el agujerito de la puerta una estrella que temblaba como una fresca violeta de luz. Abrí mi ojo todo lo que pude (me lo quería cerrar el dedo del viento) y bajo la estrella, un ancho río sonreía surcado por lentas barcas.


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Dominio público
28 págs. / 50 minutos / 1.487 visitas.

Publicado el 5 de noviembre de 2018 por Edu Robsy.

El Maleficio de la Mariposa

Federico García Lorca


Teatro


Personajes

DOÑA CURIANA
CURIANITA SILVIA
MARIPOSA
GUSANO PRIMERO
GUSANO SEGUNDO
GUSANO TERCERO
CURIANITA SANTA
CURIANAS GUARDIANAS
DOÑA ORGULLOS, madre de Curianita Silvia
CURIANITO EL NENE, hijo de Doña Curiana
ALACRANCITO EL CORTAMIMBRES
CURIANA CAMPESINA PRIMERA
CURIANA CAMPESINA SEGUNDA
OTRAS CURIANAS CAMPESINAS


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Dominio público
23 págs. / 40 minutos / 3.708 visitas.

Publicado el 18 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Amor de Don Perlimplín con Belisa en su Jardín

Federico García Lorca


Teatro


Cuadro primero

Casa de don PERLIMPLÍN. Paredes verdes con las sillas y muebles pintados en negro. Al fondo, un balcón por el que se verá el balcón de Belisa. PERLIMPLÍN viste casaca verde y peluca blanca llena de bucles. Marcolfa, criada, el clásico traje de rayas.

PERLIMPLÍN. ¿Sí?

MARCOLFA. Sí.

PERLIMPLÍN. Pero ¿por qué sí?

MARCOLFA. Pues porque sí.

PERLIMPLÍN. ¿Y si yo te dijera que no?

MARCOLFA. (Agria). ¿Qué no?

PERLIMPLÍN. No.

MARCOLFA. Dígame, señor mío, las causas de ese no.

PERLIMPLÍN. (Pausa). Dime tú, doméstica perseverante, las causas de ese sí.

MARCOLFA. Veinte y veinte son cuarenta…

PERLIMPLÍN. (Escuchando). Adelante.

MARCOLFA. Y diez cincuenta.

PERLIMPLÍN. Vamos.

MARCOLFA. Con cincuenta años ya no se es un niño.

PERLIMPLÍN. Claro.

MARCOLFA. Yo me puedo morir de un momento a otro.

PERLIMPLÍN. ¡Caramba!

MARCOLFA. (Llorando). ¿Y qué será de usted sólo en este mundo?

PERLIMPLÍN. ¿Qué sería?

MARCOLFA. Por eso tiene que casarse.

PERLIMPLÍN. (Distraído). ¿Sí?

MARCOLFA. (Enérgica). Sí.

PERLIMPLÍN. (Angustiado). Pero Marcolfa… ¿por qué sí? Cuando yo era niño una mujer estranguló a su esposo. Era zapatero. No se me olvida. Siempre he pensado no casarme. Yo con mis libros tengo bastante. ¿De qué me va a servir?

MARCOLFA. El matrimonio tiene grandes encantos, mi señor. No es lo que se ve por fuera. Está lleno de cosas ocultas. Cosas que no está bien que sean dichas por una servidora… Ya se ve…

PERLIMPLÍN. ¿Qué?

MARCOLFA. Me he puesto colorada.

(Pausa. Se oye un piano).

UNA VOZ. (Dentro, cantando).


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Dominio público
15 págs. / 27 minutos / 1.345 visitas.

Publicado el 21 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Romancero Gitano

Federico García Lorca


Poesía


Romance de la luna, luna

A Conchita García Lorca

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye, luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye, luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya,
¡ay cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

Preciosa y el aire

A Dámaso Alonso

Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene,
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.
El silencio sin estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y canta
su noche llena de peces.
En los picos de la sierra
los carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde viven los ingleses.
Y los gitanos del agua
levantan por distraerse,
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.

Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento, que nunca duerme.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira a la niña tocando
una dulce gaita ausente.


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Dominio público
15 págs. / 26 minutos / 3.359 visitas.

Publicado el 21 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Comedia Sin Título

Federico García Lorca


Teatro, comedia


(Telón gris)

AUTOR: Señoras y señores:

No voy a abrir el telón para alegrar al público con un juego de palabras, ni con un panorama donde se vea una casa en la que nada ocurre y a donde dirige el teatro sus luces para entretener y haceros creer que la vida es eso. No. El poeta, con todos sus cinco sentidos en perfecto estado de salud, va a tener, no el gusto, sino el sentimiento de enseñaros esta noche un pequeño rincón de realidad. Ángeles, sombras, voces, liras de nieve y sueños existen y vuelan entre vosotros, tan reales como la lujuria, las monedas que lleváis en el bolsillo, o el cáncer latente en el hermoso seno de la mujer, o el labio cansado del comerciante.

Venís al teatro con el afán único de divertiros y tenéis autores a los que pagáis, y es muy justo, pero hoy el poeta os hace una encerrona porque quiere y aspira a conmover vuestros corazones enseñando las cosas que no queréis ver, gritando las simplísimas verdades que no queréis oír.

¿Por qué? Si creéis en Dios, y yo creo, ¿por qué tenéis miedo a la muerte? Y si creéis en la muerte, ¿por qué esa crueldad, ese despego al terrible dolor de vuestros semejantes?¡Ja, ja, ja! Diréis que esto es un sermón. Y bien, ¿es que es feo un sermón? Casi todos los que me oyen han dado un portazo y han salido de casa dejando a su padre o a su madre en un momento en que por su bien les reñían, y en este instante darían todo lo que tienen, hasta los ojos, por volver a oír las dulces voces desaparecidas. Lo mismo ahora. Pero ver la realidad es difícil. Y enseñarla, mucho más. Es predicar en desierto. Pero no importa.


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Dominio público
15 págs. / 26 minutos / 506 visitas.

Publicado el 10 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Santa Lucía y San Lázaro

Federico García Lorca


Cuento


A las doce de la noche llegué a la ciudad. La escarcha bailaba sobre un pie. "Una muchacha puede ser morena, puede ser rubia, pero no debe ser ciega". Esto decía el dueño del mesón a un hombre seccionado brutalmente por una faja. Los ojos de un mulo que dormitaba en el umbral me amenazaron como dos puños de azabache.

—Quiero la mejor habitación que tenga.

—Hay una.

—Pues vamos.

La habitación tenía un espejo. Yo, medio peine en el bolsillo. "Me gusta." (Vi mi "Me gusta" en el espejo verde.) El posadero cerró la puerta. Entonces, vuelto de espaldas al helado campillo de azogue, exclamé otra vez: "Me gusta". Abajo, el mulo resoplaba. Quiero decir que abría el girasol de su boca.

No tuve más remedio que meterme en la cama. Y me acosté. Pero tomé la precaución de dejar abiertos los postigos, porque no hay nada más hermoso que ver una estrella sorprendida y fija dentro de un marco. Una. Las demás hay que olvidarlas.

Esta noche tengo un cielo irregular y caprichoso. Las estrellas se agrupan y extienden en los cristales, como las tarjetas y retratos en el esterillo japonés.

Cuando me dormía, el exquisito minué de las buenas noches se iba perdiendo en las calles.

Con el nuevo sol volvía mi traje gris a la plata del aire humedecido. El día de primavera era como una mano desmayada sobre un cojín. En la calle las gentes iban y venían. Pasaron los vendedores de frutas y los que venden peces del mar.

Ni un pájaro.

Mientras sonaban mis anillos en los hierros del balcón busqué la ciudad en el mapa y vi cómo permanecía dormida en el amarillo entre ricas venillas de agua, ¡distante del mar!

En el patio, el posadero y su mujer cantaban un dúo de espino y violeta. Sus voces oscuras, como dos topos huidos, tropezaban con las paredes sin encontrar la cuadrada salida del cielo.

Antes de salir a la calle para dar mi primer paseo los fui a saludar.


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Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 391 visitas.

Publicado el 8 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Historia de este Gallo

Federico García Lorca


Cuento


El año 1830 llegó a Granada, procedente de Inglaterra, donde había permanecido una larga temporada perfeccionando sus estudios, el granadino don Alhambro.

En Londres había sorprendido de lejos la belleza de su ciudad natal y llegaba deseoso de observarla hasta en sus más íntimos detalles.

Se instaló en un pequeño cuarto lleno de relojes de bolsillo y daba largos paseos, de los cuales volvía con el traje florecido de ese verde musgo melancólico que la Alhambra pone en los aires y en los tejados. Su granadinismo era tan agudo, que masticaba constantemente hojas de arrayán y veía de noche el gran fulgor histórico que Granada envía a todas las demás ciudades de la tierra. Se hizo, además, un excelente catador de agua. El mejor y más documentado catador de agua en este Jerez de las mil aguas.

Hablaba del agua que sabe a violetas, del agua que sabe a reina mora, de la que tiene gusto de mármol y del agua barroca de las colinas, que deja un recuerdo a clavos de metal y aguardiente.

Amaba con ternura deshecha de coleccionista todos los permanentes filtros mágicos de Granada, pero odiaba lo típico, lo pintoresco y todo lo que trascendía a marcha castiza o costumbrismo.

Poco a poco la gente se familiarizó con su figura… Los enemigos decían que estaba loco y que era aficionado a los gatos y a los mapas. Sus amigos, para defenderlo en esta rara sede de los avaros, afirmaban que don Alhambro tenía guardadas cuarenta onzas de oro dentro de un calcetín de seda.

Era hombre de corazón panorámico y prudencia económica.

Por su levita azul bogaba una etiqueta de cartulina que llevaba su nombre escrito en inglés.


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Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 423 visitas.

Publicado el 8 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Teatro Breve

Federico García Lorca


Teatro, teatro breve


Quimera

Personajes

ENRIQUE.
MUJER.
VIEJO.
NIÑA.
Voces.

Quimera

Puerta.

ENRIQUE.— Adiós.

SEIS VOCES.— (Dentro.) Adiós.

ENRIQUE.— Estaré mucho tiempo en la sierra.

VOZ.— Una ardilla.

ENRIQUE.— Sí, una ardilla para ti y además cinco pájaros que no los haya tenido antes ningún niño.

VOZ.— No, yo quiero un lagarto.

VOZ.— Y yo un topo.

ENRIQUE.— Sois muy distintos, hijos. Cumpliré los encargos de todos.

VIEJO.— Muy distintos.

ENRIQUE.— ¿Qué dices?

VIEJO.— ¿Te puedo llevar las maletas?

ENRIQUE.— No.

(Se oyen risas de niños.)

VIEJO.— ¿Son hijos tuyos?

ENRIQUE.— Los seis.

VIEJO.— Yo conozco hace mucho tiempo a la madre de ellos, a tu mujer. Estuve de cochero en su casa; pero si te confieso la verdad, ahora estoy mejor de mendigo. Los caballos, ¡jajajá! Nadie sabe el miedo que a mí me dan los caballos. Caiga un rayo sobre todos sus ojos. Guiar un coche es muy difícil. ¡Oh! Es dificilísimo. Si no tienes miedo, no te enteras, y si te enteras, no tienes miedo. ¡Malditos sean los caballos!

ENRIQUE.— (Cogiendo las maletas.) Déjame.

VIEJO.— No, no. Yo, por unas monedillas, las más pequeñas que tengas, te las llevo. Tu mujer te lo agradecerá. Ella no tenía miedo a los caballos. Ella es feliz.

ENRIQUE.— Vamos pronto. A las seis he de tomar el tren.


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Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 1.177 visitas.

Publicado el 12 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Diván del Tamarit

Federico García Lorca


Poesía


Gacelas

Gacela del amor imprevisto

Nadie comprendía el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
un colibrí de amor entre los dientes.

Mil caballitos persas se dormían
en la plaza con luna de tu frente,
mientras que yo enlazaba cuatro noches
tu cintura, enemiga de la nieve.

Entre yeso y jazmines, tu mirada
era un pálido ramo de simientes.
Yo busqué, para darte, por mi pecho
las letras de marfil que dicen siempre,

siempre, siempre: jardín de mi agonía,
tu cuerpo fugitivo para siempre,
la sangre de tus venas en mi boca,
tu boca ya sin luz para mi muerte.

Gacela de la terrible presencia

Yo quiero que el agua se quede sin cauce,
yo quiero que el viento se quede sin valles.

Quiero que la noche se quede sin ojos
y mi corazón sin flor del oro;

que los bueyes hablen con las grandes hojas
y que la lombriz se muera de sombra;

que brillen los dientes de la calavera
y los amarillos inunden la seda.

Puedo ver el duelo de la noche herida
luchando enroscada con el mediodía.

Resiste un ocaso de verde veneno
y los arcos rotos donde sufre el tiempo.

Pero no ilumines tu limpio desnudo
como un negro cactus abierto en los juncos.

Déjame en un ansia de oscuros planetas,
pero no me enseñes tu cintura fresca.

Gacela del amor desesperado

La noche no quiere venir
para que tú no vengas,
ni yo pueda ir.

Pero yo iré,
aunque un sol de alacranes me coma la sien.

Pero tú vendrás
con la lengua quemada por la lluvia de sal.

El día no quiere venir
para que tú no vengas,
ni yo pueda ir.

Pero yo iré
entregando a los sapos mi mordido clavel.

Pero tú vendrás
por las turbias cloacas de la oscuridad.


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Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 846 visitas.

Publicado el 17 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

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