Cuadro primero
Casa de don PERLIMPLÍN. Paredes verdes con las sillas y muebles
pintados en negro. Al fondo, un balcón por el que se verá el balcón de
Belisa. PERLIMPLÍN viste casaca verde y peluca blanca llena de bucles.
Marcolfa, criada, el clásico traje de rayas.
PERLIMPLÍN. ¿Sí?
MARCOLFA. Sí.
PERLIMPLÍN. Pero ¿por qué sí?
MARCOLFA. Pues porque sí.
PERLIMPLÍN. ¿Y si yo te dijera que no?
MARCOLFA. (Agria). ¿Qué no?
PERLIMPLÍN. No.
MARCOLFA. Dígame, señor mío, las causas de ese no.
PERLIMPLÍN. (Pausa). Dime tú, doméstica perseverante, las causas de ese sí.
MARCOLFA. Veinte y veinte son cuarenta…
PERLIMPLÍN. (Escuchando). Adelante.
MARCOLFA. Y diez cincuenta.
PERLIMPLÍN. Vamos.
MARCOLFA. Con cincuenta años ya no se es un niño.
PERLIMPLÍN. Claro.
MARCOLFA. Yo me puedo morir de un momento a otro.
PERLIMPLÍN. ¡Caramba!
MARCOLFA. (Llorando). ¿Y qué será de usted sólo en este mundo?
PERLIMPLÍN. ¿Qué sería?
MARCOLFA. Por eso tiene que casarse.
PERLIMPLÍN. (Distraído). ¿Sí?
MARCOLFA. (Enérgica). Sí.
PERLIMPLÍN. (Angustiado). Pero Marcolfa… ¿por qué sí?
Cuando yo era niño una mujer estranguló a su esposo. Era zapatero. No se
me olvida. Siempre he pensado no casarme. Yo con mis libros tengo
bastante. ¿De qué me va a servir?
MARCOLFA. El matrimonio tiene grandes encantos, mi señor. No es lo
que se ve por fuera. Está lleno de cosas ocultas. Cosas que no está bien
que sean dichas por una servidora… Ya se ve…
PERLIMPLÍN. ¿Qué?
MARCOLFA. Me he puesto colorada.
(Pausa. Se oye un piano).
UNA VOZ. (Dentro, cantando).
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