Textos favoritos de Federico García Lorca | pág. 3

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autor: Federico García Lorca


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Los Títeres de Cachiporra. Tragicomedia de Don Cristóbal y la Señá Rosita

Federico García Lorca


Teatro, comedia


Personajes

(Por orden de aparición en escena)
EL MOSQUITO
ROSITA
EL PADRE
COCOLICHE
EL COCHERO
DON CRISTOBITA
CRIADO
UNA HORA
MOZOS
CONTRABANDISTAS
ESPANTANUBLOS, tabernero
CURRITO, el del Puerto
CANSA-ALMAS, zapatero
FÍGARO, barbero
UN GRANUJA
UNA JOVENCITA DE AMARILLO
UN MENDIGO CIEGO
MOZAS
UNA MAJA CON LUNARES
UN MONAGO
INVITADOS CON ANTORCHAS
CURAS DEL ENTIERRO
CORTEJO

Advertencia

Sonarán dos clarines y un tambor. Por donde se quiera, saldrá Mosquito. El Mosquito es un personaje misterioso, mitad duende, mitad martinico, mitad insecto. Representa la alegría del vivir libre, y la gracia y la poesía del pueblo andaluz. Lleva una trompetilla de feria.

MOSQUITO.- ¡Hombres y mujeres! Atención. Niño, cierra esa boquita, y tú, muchacha, siéntate con cien mil de a caballo.
Callad, para que el silencio se quede más clarito, como si estuviese en su misma fuente. Callad para que se asiente el barrillo de las últimas conversaciones. (Tambor.)

Yo y mi compañía venimos del teatro de los burgueses, del teatro de los condeses y de los marqueses, un teatro de oro y cristales, donde los hombres van a dormirse y las señoras… a dormirse también.

Yo y mi compañía estábamos encerrados. No os podéis imaginar qué pena teníamos. Pero un día vi por el agujerito de la puerta una estrella que temblaba como una fresca violeta de luz. Abrí mi ojo todo lo que pude (me lo quería cerrar el dedo del viento) y bajo la estrella, un ancho río sonreía surcado por lentas barcas.


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Dominio público
28 págs. / 50 minutos / 1.504 visitas.

Publicado el 5 de noviembre de 2018 por Edu Robsy.

Santa Lucía y San Lázaro

Federico García Lorca


Cuento


A las doce de la noche llegué a la ciudad. La escarcha bailaba sobre un pie. "Una muchacha puede ser morena, puede ser rubia, pero no debe ser ciega". Esto decía el dueño del mesón a un hombre seccionado brutalmente por una faja. Los ojos de un mulo que dormitaba en el umbral me amenazaron como dos puños de azabache.

—Quiero la mejor habitación que tenga.

—Hay una.

—Pues vamos.

La habitación tenía un espejo. Yo, medio peine en el bolsillo. "Me gusta." (Vi mi "Me gusta" en el espejo verde.) El posadero cerró la puerta. Entonces, vuelto de espaldas al helado campillo de azogue, exclamé otra vez: "Me gusta". Abajo, el mulo resoplaba. Quiero decir que abría el girasol de su boca.

No tuve más remedio que meterme en la cama. Y me acosté. Pero tomé la precaución de dejar abiertos los postigos, porque no hay nada más hermoso que ver una estrella sorprendida y fija dentro de un marco. Una. Las demás hay que olvidarlas.

Esta noche tengo un cielo irregular y caprichoso. Las estrellas se agrupan y extienden en los cristales, como las tarjetas y retratos en el esterillo japonés.

Cuando me dormía, el exquisito minué de las buenas noches se iba perdiendo en las calles.

Con el nuevo sol volvía mi traje gris a la plata del aire humedecido. El día de primavera era como una mano desmayada sobre un cojín. En la calle las gentes iban y venían. Pasaron los vendedores de frutas y los que venden peces del mar.

Ni un pájaro.

Mientras sonaban mis anillos en los hierros del balcón busqué la ciudad en el mapa y vi cómo permanecía dormida en el amarillo entre ricas venillas de agua, ¡distante del mar!

En el patio, el posadero y su mujer cantaban un dúo de espino y violeta. Sus voces oscuras, como dos topos huidos, tropezaban con las paredes sin encontrar la cuadrada salida del cielo.

Antes de salir a la calle para dar mi primer paseo los fui a saludar.


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Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 402 visitas.

Publicado el 8 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Historia de este Gallo

Federico García Lorca


Cuento


El año 1830 llegó a Granada, procedente de Inglaterra, donde había permanecido una larga temporada perfeccionando sus estudios, el granadino don Alhambro.

En Londres había sorprendido de lejos la belleza de su ciudad natal y llegaba deseoso de observarla hasta en sus más íntimos detalles.

Se instaló en un pequeño cuarto lleno de relojes de bolsillo y daba largos paseos, de los cuales volvía con el traje florecido de ese verde musgo melancólico que la Alhambra pone en los aires y en los tejados. Su granadinismo era tan agudo, que masticaba constantemente hojas de arrayán y veía de noche el gran fulgor histórico que Granada envía a todas las demás ciudades de la tierra. Se hizo, además, un excelente catador de agua. El mejor y más documentado catador de agua en este Jerez de las mil aguas.

Hablaba del agua que sabe a violetas, del agua que sabe a reina mora, de la que tiene gusto de mármol y del agua barroca de las colinas, que deja un recuerdo a clavos de metal y aguardiente.

Amaba con ternura deshecha de coleccionista todos los permanentes filtros mágicos de Granada, pero odiaba lo típico, lo pintoresco y todo lo que trascendía a marcha castiza o costumbrismo.

Poco a poco la gente se familiarizó con su figura… Los enemigos decían que estaba loco y que era aficionado a los gatos y a los mapas. Sus amigos, para defenderlo en esta rara sede de los avaros, afirmaban que don Alhambro tenía guardadas cuarenta onzas de oro dentro de un calcetín de seda.

Era hombre de corazón panorámico y prudencia económica.

Por su levita azul bogaba una etiqueta de cartulina que llevaba su nombre escrito en inglés.


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Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 438 visitas.

Publicado el 8 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Así que Pasen Cinco Años

Federico García Lorca


Teatro


Personas

Joven
Viejo
Un niño muerto
Un gato muerto
Criado
Amigo primero
Amigo segundo
La mecanógrafa
La novia
El maniquí del traje de novia
El jugador de rugby
La criada
El padre de la novia
Payaso
Arlequín
Muchacha
Máscaras y jugadores

Acto primero

Biblioteca. El joven está sentado. Viste un pijama azul. El Viejo de chaqué gris, con barba blanca y enormes lentes de oro, también sentado.

JOVEN. No me sorprende.

VIEJO. Perdone...

JOVEN. Siempre me ha pasado igual.

VIEJO. (Inquisitivo y amable.) ¿Verdad?

JOVEN. Sí.

VIEJO. Es que...

JOVEN. Recuerdo que...

VIEJO. (Ríe.) Siempre recuerdo.

JOVEN. Yo...

VIEJO. (Anhelante.) Siga...

JOVEN. Yo guardaba los dulces para comerlos después.

VIEJO. Después, ¿verdad? Saben mejor. Yo también.

JOVEN. Y recuerdo que un día...

VIEJO. (Interrumpiendo con vehemencia.) Me gusta tanto la palabra recuerdo. Es una palabra verde, jugosa. Mana sin cesar hilitos de agua fría.

JOVEN. (Alegre y tratando de convencerse.) Sí, sí, ¡claro! Tiene usted razón. Es preciso luchar con toda idea de ruina, con esos terribles desconchados de las paredes. Muchas veces yo me he levantado a medianoche para arrancar las hierbas del jardín. No quiero hierbas en mi casa ni muebles rotos.

VIEJO. Eso. Ni muebles rotos porque hay que recordar, pero...

JOVEN. Pero las cosas vivas, ardiendo en su sangre, con todos sus perfiles intactos.


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Dominio público
41 págs. / 1 hora, 12 minutos / 754 visitas.

Publicado el 12 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Comedia Sin Título

Federico García Lorca


Teatro, comedia


(Telón gris)

AUTOR: Señoras y señores:

No voy a abrir el telón para alegrar al público con un juego de palabras, ni con un panorama donde se vea una casa en la que nada ocurre y a donde dirige el teatro sus luces para entretener y haceros creer que la vida es eso. No. El poeta, con todos sus cinco sentidos en perfecto estado de salud, va a tener, no el gusto, sino el sentimiento de enseñaros esta noche un pequeño rincón de realidad. Ángeles, sombras, voces, liras de nieve y sueños existen y vuelan entre vosotros, tan reales como la lujuria, las monedas que lleváis en el bolsillo, o el cáncer latente en el hermoso seno de la mujer, o el labio cansado del comerciante.

Venís al teatro con el afán único de divertiros y tenéis autores a los que pagáis, y es muy justo, pero hoy el poeta os hace una encerrona porque quiere y aspira a conmover vuestros corazones enseñando las cosas que no queréis ver, gritando las simplísimas verdades que no queréis oír.

¿Por qué? Si creéis en Dios, y yo creo, ¿por qué tenéis miedo a la muerte? Y si creéis en la muerte, ¿por qué esa crueldad, ese despego al terrible dolor de vuestros semejantes?¡Ja, ja, ja! Diréis que esto es un sermón. Y bien, ¿es que es feo un sermón? Casi todos los que me oyen han dado un portazo y han salido de casa dejando a su padre o a su madre en un momento en que por su bien les reñían, y en este instante darían todo lo que tienen, hasta los ojos, por volver a oír las dulces voces desaparecidas. Lo mismo ahora. Pero ver la realidad es difícil. Y enseñarla, mucho más. Es predicar en desierto. Pero no importa.


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Dominio público
15 págs. / 26 minutos / 600 visitas.

Publicado el 10 de enero de 2022 por Edu Robsy.

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