Textos más populares esta semana de Federico García Lorca | pág. 3

Mostrando 21 a 25 de 25 textos encontrados.


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autor: Federico García Lorca


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Llanto por Ignacio Sánchez Mejías

Federico García Lorca


Poesía, Elegía


I. La cogida y la muerte

A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones del bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro, solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 426 visitas.

Publicado el 15 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Amor de Don Perlimplín con Belisa en su Jardín

Federico García Lorca


Teatro


Cuadro primero

Casa de don PERLIMPLÍN. Paredes verdes con las sillas y muebles pintados en negro. Al fondo, un balcón por el que se verá el balcón de Belisa. PERLIMPLÍN viste casaca verde y peluca blanca llena de bucles. Marcolfa, criada, el clásico traje de rayas.

PERLIMPLÍN. ¿Sí?

MARCOLFA. Sí.

PERLIMPLÍN. Pero ¿por qué sí?

MARCOLFA. Pues porque sí.

PERLIMPLÍN. ¿Y si yo te dijera que no?

MARCOLFA. (Agria). ¿Qué no?

PERLIMPLÍN. No.

MARCOLFA. Dígame, señor mío, las causas de ese no.

PERLIMPLÍN. (Pausa). Dime tú, doméstica perseverante, las causas de ese sí.

MARCOLFA. Veinte y veinte son cuarenta…

PERLIMPLÍN. (Escuchando). Adelante.

MARCOLFA. Y diez cincuenta.

PERLIMPLÍN. Vamos.

MARCOLFA. Con cincuenta años ya no se es un niño.

PERLIMPLÍN. Claro.

MARCOLFA. Yo me puedo morir de un momento a otro.

PERLIMPLÍN. ¡Caramba!

MARCOLFA. (Llorando). ¿Y qué será de usted sólo en este mundo?

PERLIMPLÍN. ¿Qué sería?

MARCOLFA. Por eso tiene que casarse.

PERLIMPLÍN. (Distraído). ¿Sí?

MARCOLFA. (Enérgica). Sí.

PERLIMPLÍN. (Angustiado). Pero Marcolfa… ¿por qué sí? Cuando yo era niño una mujer estranguló a su esposo. Era zapatero. No se me olvida. Siempre he pensado no casarme. Yo con mis libros tengo bastante. ¿De qué me va a servir?

MARCOLFA. El matrimonio tiene grandes encantos, mi señor. No es lo que se ve por fuera. Está lleno de cosas ocultas. Cosas que no está bien que sean dichas por una servidora… Ya se ve…

PERLIMPLÍN. ¿Qué?

MARCOLFA. Me he puesto colorada.

(Pausa. Se oye un piano).

UNA VOZ. (Dentro, cantando).


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Dominio público
15 págs. / 27 minutos / 1.345 visitas.

Publicado el 21 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Teatro Breve

Federico García Lorca


Teatro, teatro breve


Quimera

Personajes

ENRIQUE.
MUJER.
VIEJO.
NIÑA.
Voces.

Quimera

Puerta.

ENRIQUE.— Adiós.

SEIS VOCES.— (Dentro.) Adiós.

ENRIQUE.— Estaré mucho tiempo en la sierra.

VOZ.— Una ardilla.

ENRIQUE.— Sí, una ardilla para ti y además cinco pájaros que no los haya tenido antes ningún niño.

VOZ.— No, yo quiero un lagarto.

VOZ.— Y yo un topo.

ENRIQUE.— Sois muy distintos, hijos. Cumpliré los encargos de todos.

VIEJO.— Muy distintos.

ENRIQUE.— ¿Qué dices?

VIEJO.— ¿Te puedo llevar las maletas?

ENRIQUE.— No.

(Se oyen risas de niños.)

VIEJO.— ¿Son hijos tuyos?

ENRIQUE.— Los seis.

VIEJO.— Yo conozco hace mucho tiempo a la madre de ellos, a tu mujer. Estuve de cochero en su casa; pero si te confieso la verdad, ahora estoy mejor de mendigo. Los caballos, ¡jajajá! Nadie sabe el miedo que a mí me dan los caballos. Caiga un rayo sobre todos sus ojos. Guiar un coche es muy difícil. ¡Oh! Es dificilísimo. Si no tienes miedo, no te enteras, y si te enteras, no tienes miedo. ¡Malditos sean los caballos!

ENRIQUE.— (Cogiendo las maletas.) Déjame.

VIEJO.— No, no. Yo, por unas monedillas, las más pequeñas que tengas, te las llevo. Tu mujer te lo agradecerá. Ella no tenía miedo a los caballos. Ella es feliz.

ENRIQUE.— Vamos pronto. A las seis he de tomar el tren.


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Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 1.177 visitas.

Publicado el 12 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Impresiones y Paisajes

Federico García Lorca


Viajes


Dedicatoria

A la venerada memoria de mi viejo maestro de música, que pasaba sus sarmentosas manos, que tanto habían pulsado pianos y escrito ritmos sobre el aire, por sus cabellos de plata crepuscular, con aire de galán enamorado y que sufría sus antiguas pasiones al conjuro de una sonata Beethoveniana. ¡Era un santo!

Con toda la piedad de mi devoción.


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Dominio público
114 págs. / 3 horas, 20 minutos / 718 visitas.

Publicado el 16 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Quimera

Federico García Lorca


Teatro, Teatro breve


Personajes

ENRIQUE.
MUJER.
VIEJO.
NIÑA.
Voces.

Quimera

Puerta.

ENRIQUE.— Adiós.

SEIS VOCES.— (Dentro.) Adiós.

ENRIQUE.— Estaré mucho tiempo en la sierra.

VOZ.— Una ardilla.

ENRIQUE.— Sí, una ardilla para ti y además cinco pájaros que no los haya tenido antes ningún niño.

VOZ.— No, yo quiero un lagarto.

VOZ.— Y yo un topo.

ENRIQUE.— Sois muy distintos, hijos. Cumpliré los encargos de todos.

VIEJO.— Muy distintos.

ENRIQUE.— ¿Qué dices?

VIEJO.— ¿Te puedo llevar las maletas?

ENRIQUE.— No.

(Se oyen risas de niños.)

VIEJO.— ¿Son hijos tuyos?

ENRIQUE.— Los seis.

VIEJO.— Yo conozco hace mucho tiempo a la madre de ellos, a tu mujer. Estuve de cochero en su casa; pero si te confieso la verdad, ahora estoy mejor de mendigo. Los caballos, ¡jajajá! Nadie sabe el miedo que a mí me dan los caballos. Caiga un rayo sobre todos sus ojos. Guiar un coche es muy difícil. ¡Oh! Es dificilísimo. Si no tienes miedo, no te enteras, y si te enteras, no tienes miedo. ¡Malditos sean los caballos!

ENRIQUE.— (Cogiendo las maletas.) Déjame.

VIEJO.— No, no. Yo, por unas monedillas, las más pequeñas que tengas, te las llevo. Tu mujer te lo agradecerá. Ella no tenía miedo a los caballos. Ella es feliz.

ENRIQUE.— Vamos pronto. A las seis he de tomar el tren.


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 456 visitas.

Publicado el 11 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

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