El Cínico
Felipe Trigo
Novela corta
Primera parte
I
Entró, tiró al diván el abrigo y el sombrero, y tomó la carta que le presentaba este diplomático hombre de patillas.
—¡Hola, Manuel! ¿Y Ramón?
—Está enfermo.
—¿Enfermo?
—Pero descuide el señor; me ha dicho que vendría usted, como todos los lunes..., y que entra la señora por la fotografía.
Dicho esto, el diplomático hombre de patillas volvió a su tarea de poner la mesa con cubiertos para dos.
Gerardo leyó la breve esquela y marcó un gesto de fastidio.
—Bueno. Ojo al teléfono. Son las doce. Avisará a la media en punto. Dame coñac.
Se sentó y fuéronle servidas, en una mesita de té, la copa y la botella. Estaba de frac y guante blanco el camarero. Él también —y le hizo sonreír la elegancia del buen hombre para andar entre potajes.
Tendió un brazo y cogió un Heraldo, que habría olvidado en el pie del macetón otro cliente. Traía el retrato suyo, y el de la Aragón, y el del fiscal, entre dos columnas de prosa del sumario.
—Ahí hablan de usted y de esa pobre Eugenia —dijo Manuel con sumisa admiración, trasteando con los platos—. ¡Va usted a ser su defensor! ¿La matarán?
—Sí —respondió Gerardo secamente.
No osó más el camarero interrogarle. Recogió alguna vajilla y se encaminó hacia la puerta. Apenas abierta, con toda la amplitud que las bandejas exigían, volvió a cerrar, porque huían fuera una dama y un señor.
Gerardo había reconocido a su cuñado futuro, «hombre de orden», cuya «corrección» le divertía.
—¡Arsenio, Arsenio! —gritó.
Hízose «el loco» el llamado. Era uno de esos reflexivos y absurdos hipócritas de extraordinaria amenidad, que al propio tiempo que pásanse la vida realizando enormidades y aun jactándose de ellas a pretexto de exculparlas, arden en santa indignación por las ajenas.
Dominio público
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Publicado el 10 de abril de 2019 por Edu Robsy.