Tierras de la Memoria
Felisberto Hernández
Novela corta
Tengo ganas de creer que empecé a conocer la vida a las nueve de la mañana en un vagón de ferrocarril. Yo ya tenía veintitrés años. Mi padre me había acompañado a la estación y en el momento de subir al tren nos venía a recibir un desconocido que me preguntó:
—¿Ud. es el pianista?
—Es verdad.
—Lo saqué por la pinta. Yo soy el “Mandolión”.
Mientras íbamos entreverando las explicaciones, mi padre —que era un poco más lento que yo— lo miraba fijo a través de sus lentes que le agrandaban los ojos; y también tenía abierta la boca porque le iba a decir algo; pero tocaron el pito y no tuvo tiempo más que para abrazarme.
El Mandolión sentó lentamente su cuerpo, que había engordado dentro de una piel amarillenta y dura: parecía hinchado como un animal muerto. En la cintura, donde terminaba el pantalón y empezaba el chaleco, tenía desbordada la camisa blanca como si se hubiera puesto un salvavidas.
Me empezó a hablar del “Violín”. El Violín vivía en la ciudad a donde nos dirigíamos y allí nos había conseguido el trabajo.
Dominio público
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Publicado el 16 de febrero de 2025 por Edu Robsy.