Capítulo I
A la caída de una tarde de invierno, apenas hubieron concluido de
tocar la oración las campanas de la hermosa iglesia de la ciudad de
Carmona, cuando trocando la gravedad de los sonidos que llaman a la
oración, en gozoso repique, anunciaron el bautismo de un recién nacido.
Poco después salió del templo una numerosa comparsa de bien
acomodados menestrales, echando el que iba al lado de la madrina, que
llevaba la criatura, monedas de cobre con gran profusión a una turba de
chiquillos que a grandes gritos pedían el pelón.
Al cabo de media hora salió igualmente de la iglesia una mujer que
llevaba también una criatura en brazos, sin más acompañamiento que un
anciano al parecer, que vestía un uniforme raído, un sacerdote, y un
niño.
—Entre tanto, el cura de la parroquia inscribía en sus libros: «Hoy 4
de Febrero de 184... bauticé a María de Gracia, hija de Josefa
Martínez, y de Mateo López, maestro carpintero de esta ciudad».—Y en
seguida con igual fecha:
«Bauticé en el mismo día a María de Gracia, hija de doña Teresa
Espinosa de los Monteros, y de D. Ramón Vargas de Toledo, Caballero de
Alcántara, coronel que ha sido de infantería».
La comparsa que fue acompañada por la bulliciosa turba hasta su casa,
al entrar en ella se dirigió a la alcoba de la parida, a la que puso la
madrina la criatura en los brazos diciéndole:
—Aquí tienes a tu hija cristiana, Dios te dé a ti salud para criarla,
y a ella el salero y gracia de su madre, para que le venga bien el
nombre de Gracia que se le ha puesto.
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