Capítulo 1
Faltaba poco para las
ocho de la mañana cuando Yakov Petrovich Goliadkin, funcionario con la
baja categoría de consejero titular, se despertó después de un largo
sueño, bostezó, se desperezó y al fin abrió los ojos de par en par.
Durante unos instantes, sin embargo, permaneció inmóvil en la cama como
si no estuviese aún seguro de estar despierto o de seguir durmiendo, de
si lo que acontecía en torno suyo era, en efecto, parte de la realidad o
sólo prolongación de sus alborotados sueños. Pronto, no obstante, los
sentidos del señor Goliadkin empezaron a registrar con mayor claridad y
precisión sus impresiones cotidianas y habituales. Familiarmente le
miraban las paredes verdosas de su pequeña habitación, cubiertas de
hollín y mugre, la cómoda de caoba legítima, las sillas de caoba de
imitación, la mesa pintada de rojo, el diván tapizado de hule rojizo
salpicado de repulsivas flores verdes y, por ultimo, el traje que se
había quitado a toda prisa la noche antes y había arrojado al buen
tuntún en el diván. Finalmente, el día otoñal, gris, opaco y sucio, le
atisbaba por la grasienta ventana con tan mal humor y mueca tan torcida
que el señor Goliadkin ya no podía de modo alguno dudar que se hallaba
no en un remoto país de maravillas, sino en la ciudad de Petersburgo, en
la capital, en la calle Shestilavochnaya, en el cuarto piso de una
vasta casa de vecindad, en su propio domicilio. Una vez hecho
descubrimiento tan importante, el señor Goliadkin cerró estremecido los
ojos como añorando el reciente sueño y deseando volver a captarlo
siquiera por un instante. Pero un momento después saltó de la cama,
probablemente por haber dado al cabo con la idea en torno a la cual
venían girando sus dispersos y agitados pensamientos. Después de saltar
de la cama fue corriendo a mirarse en un espejito redondo que tenía
sobre la cómoda.
Información texto 'El Doble'