Hoy
han bajado hasta aquí los ingenieros jefes. La Dirección ha dado
seguramente alguna orden de cavar nuevas galerías, y por eso han venido
los ingenieros, para hacer un replanteamiento provisional. ¡Qué jóvenes
son, y sin embargo, qué diferentes ya entre sí! Se han formado en plena
libertad, y ya desde jóvenes muestran con toda naturalidad caracteres
claramente definidos.
Uno, de pelo negro, vivaz, lo recorre todo con la mirada.
Otro, con un cuaderno, hace croquis al pasar, mira en torno, compara, toma notas.
Un tercero, con las manos en los bolsillos de la chaqueta, lo que
hace que todo en él sea tenso, avanza erguido; conserva su dignidad;
sólo la costumbre de morderse continuamente los labios demuestra su
impaciente e irreprimible juventud.
El cuarto ofrece al tercero explicaciones que éste no le solicita;
más bajo que el otro, le persigue como un demonio familiar, y con el
índice siempre levantado, parece entonar una letanía sobre todo lo que
ven.
El quinto, tal vez el más importante, no admite que le acompañen; a
veces va delante, a veces detrás; el grupo acomoda su paso al suyo; es
pálido y débil; la responsabilidad ha socavado sus ojos; a menudo,
meditativo, se oprime la frente con la mano.
Información texto 'Una Visita a la Mina'