El Beso del Esposo
Gabriel Miró
Cuento
No siempre el beso legítimo es de miel y vida para la boca besada... Yo sé que a veces tiene amargor y muerte...
—¿Cuándo, cuándo sucede esa desventura tan grande por un beso? —prorrumpieron, entristeciéndose, las gentiles doncellas que vinieran aquella tarde otoñal a la apartada Villa de tía Isabel.
Y la hermosa señora de opulentos cabellos de plata y continente de reina, les dijo con donaire y melancolía...
—¿Y si las avecitas de este parque lo oyeran, y luego me acusaran a vuestros padres, cuya rancia severidad es enemiga de estas pláticas y aun de que vengáis a mi retiro?
—Cuente, tía Isabel, que sus palabras nunca son pecado; y hemos de darle nuestra compañía muchas tardes.
Esto lo pronunció la más joven de las sobrinas, que llevaba como una túnica blanca; su carne parecía de un ámbar purísimo.
Y todas descansaron en el vetusto banco de cedro.
Dejaron en medio a tía Isabel que habló de esta manera:
—De libros muy antiguos sacaron la substancia de una conseja muy linda. «Érase una mujer que desde niña, casi recién nacida, fue avezada al zumo de serpientes, y hasta se afirma que la alimentaron y criaron con sangre de tan espantosos animales. Y lo que para todos era tósigo y muerte, fue para ella salud y vida. Creció y se hizo lozana y hermosísima, aunque en sus ojos no sé qué brillaba de siniestro y bravío.
Dominio público
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Publicado el 28 de enero de 2021 por Edu Robsy.