A mi madre, que me ha contado muchas veces la Pasión del Señor.
Judas
«Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote, el que le había de
entregar: "¿Por qué no se ha vendido este ungüento en trescientos
denarios para socorrer pobres?"».
(S. Juan, XII, 4, 5)
Levantaron las mujeres sus ojos al azul de la tarde, y prorrumpieron en palabras de júbilo y bendiciones al Señor.
Muy alto, entre Cafarnaum y Bethsaïda, venía el gracioso triángulo de una bandada de grullas.
Doce aves vio María Salomé. Y las contaba con nombres: Mateo, Tomás,
Felipe, Bartolomé, Simón el Zelota, Santiago el Menor y su hermano
Judas, Simón Kefa y Andrés su hermano, y Santiago y Juan. ¡La de la punta, el Rábbi! ¡Sus hijos, sus hijos volaban al lado de la grulla cabecera!
La madre de la mujer de Kefa sonrió descreídamente, porque
sabía que su Simón guardaba la promesa de las llaves del Reino de los
Cielos. Pero pronto olvidaron sus querellas para recibir devotamente el
anuncio de la llegada del Maestro y los suyos. El Señor les enviaba su
mensaje con las aves de cielo, porque todas las criaturas le
pertenecían.
Y cuando bajaron los ojos a la tierra se les apareció un caminante entre las barcas derribadas sobre la frescura del herbazal.
Era un hombre seco, de cabellos rojos, que le asomaban bajo el
koufieh de sudario mugriento; su mirada, encendida; sus labios, tristes.
María Salomé le gritó con gozoso sobresalto:
—¿Vienes también tú de parte del Señor?
El hombre se detuvo.
—¡El Señor! ¿Quién es el Señor? ¿Es el solitario que come langostas
crudas de los pedregales y miel de los troncos, y camina clamando por el
desierto?
Las mujeres se miraron pasmadas de la ignorancia del forastero.
—¡Ese fue Juan! Y lo degolló el Tetrarca en Mackeronte.
Leer / Descargar texto 'Figuras de la Pasión del Señor'