En Automóvil
Gabriel Miró
Cuento
Audaz, raudo y glorioso hendía un automóvil la soledad y el silencio de los campos. Ibamos en él amigos buenos a un pueblo montañoso. Y decíamos con encendido entusiasmo y regocijo: “No debe ser justo ni lícito mirar esta máquina tan someramente que sólo veamos en ella riquezas, viaje, placer, expansión de su dueño; porque estos automóviles fuertes y viajeros llegan a ser como una vida palpitadora con poderío, voluntad y arrogancia suyos.”
Pasados los campos y lugares cercanos y sabidos, penetramos gozosamente en el paisaje nuevo, hosco, que parecía venir enemigo hacia nosotros, y ya a nuestro lado, se apartaba y tendía sumiso y amoroso entregándonos el olor de su vida y fortaleza.
Cielo, montañas, ríos, arboleda, casales, yuntas, piedras, hierbas que orillan los caminos, puentes, cruces, labriegos, humos y senderos... Todo nos "miraba” y dejaba alegría, dicha y ansias dominadoras.
... ¡Alma mía!
No aspires más allá de lo posible,
cual si fueras deidad...
Nos avisábamos con palabras de Píndaro. ¡Oh, el Tebano divino,
cantor de púgiles y vencedores con el carro y cuadriga, qué ardiente
loor no hubiera dicho sintiéndose arrebatado en el regazo de un
automóvil, monstruo sin bridas, altivo, llevado por manos mozas y
fáciles que lo dejan precipitar anhelosamente, y las ruedas corren,
vuelan sin obediencia a vías ni relejes!...
El horizonte de serranía, que antes veíamos suave y esfumado en azul, llegaba a nuestro ojos alumbrado, desnudo, enseñando heridas, abismos, verdores de pastura, rojas torrenteras, gayas altitudes soberanas de silencio, ungidas de cielo...
Considerábamos ya el automóvil carne, ave, alma delirante, ebria de alegría. No hablábamos; creíamos ser nosotros los que desgarrábamos espacio y distancias arrojándolo todo a nuestra espalda...
Dominio público
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Publicado el 13 de octubre de 2021 por Edu Robsy.