Estampas del Faro
Gabriel Miró
Cuento
I. La aparición
El fanal rueda muy despacio, tendiendo sus aspas de polvo de lumbre, y alguna vez las traspasa un buho, un autillo, que rebota loco y cegado por el relámpago de su cuerpo.
Bajo, truena la mar, quebrándose en los filos y socavones de la costa, y se canta y se duerme ella misma, madre y niña, acostándose en la inocencia de las calas.
Todo el cielo como una salina de luces, que en el horizonte se bañan desnudas y asustadas. Y la vía láctea parece recién molida en la tahona de la claridad del faro.
Hay una estrella encarnada casi encima del mar. Está muy quietecita mirándome.
Yo he venido de una masía de montaña. Costra, el pastor, y los dos labradores viejos, me han mostrado con la cayada y con sus manos, rudas y grandes de apóstoles de pórtico, las aldeas y veredas del firmamento. Esa estrella roja no se veía. Pero es que esa estrella está más baja que la ventanita de mi dormitorio.
—Eso no es una estrella; es el faro de la isla.
—¡Otro faro! —grito yo muy contento—. ¡Dos faros casi juntos!
—¡Casi juntos, no! Hay seis millas del uno al otro.
—Bueno: ¡y qué son seis millas!
Porque yo no lo sabía. Seis millas entre dos estrellas me hubiese parecido una distancia fabulosa de siglos; entre dos faros era tenerlos en mis manos como dos antorchas.
Dominio público
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Publicado el 18 de octubre de 2021 por Edu Robsy.