El Obispo Leproso
Gabriel Miró
Novela
I. Palacio y colegio
I. Pablo
Se dejó entornada la puerta de la corraliza.
¡Acababa de escaparse otra vez! Y corrió callejones de sol de siesta. Se juntó con otros chicos para quebrar y amasar obra tierna de las alfarerías de Nuestra Señora, y en la costera de San Ginés se apedrearon con los críos pringosos del arrabal.
Pablo era el más menudo de todos, y al huir de la brega buscaba el refugio del huerto de San Bartolomé, huerto fresco, bien medrado desde que don Magín gobernaba la parroquia.
La mayordoma le daba de merendar, y don Magín, sus vicarios y don Jeromillo, capellán de la Visitación, le rodeaban mirándole.
Pablo les contaba los sobresaltos de su madre, el recelo sombrío de su padre, los berrinches de tía Elvira, la vigilancia de don Cruz, de don Amancio, del padre Bellod, ayos de la casa.
—...¡Y yo casi todas las siestas me escapo por el trascorral!
—¡Te dejan que te escapes!
Y don Magín se lo llevó a la tribuna del órgano.
Se maravillaba el niño de que por mandato de sus dedos —sus dedos cogidos por los de don Magín— fuera poblándose la soledad de voces humanas, asomadas a las bóvedas, sin abrir las piedras viejecitas. Siempre era don Jeromillo el que entonaba o «manchaba», gozándose en su susto de que los grandes fuelles del órgano se lo llevasen y trajesen colgando de las sogas.
Dominio público
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Publicado el 27 de julio de 2020 por Edu Robsy.