Día Campesino
Gabriel Miró
Cuento
Syn pesar nunca cuede,
Commo syn noche día
Jamás aver non puede».
(El Rabbi Don Sem Tob, Proverbios morales)
Se olía y aspiraba en la mañana una templada miel. Ya tenían los
almendros hoja nueva y almendrucos con pelusa de nido; la piel gris de
las rígidas higueras se abría, y el grueso pámpano reventaba; y lo más
nudoso y negro de las cepas abuelas se alborozaba con sus netezuelos los
brotes. Eran rojas las tierras, y así semejaban más calientes. El río,
estrecho y centelleante de sol, aparentaba dar de su fondo fuego de oro y
era limpia espada que traspasaba la rambla con dichosas heridas de
frescura. Venía el agua somera, sin ruido y apenas estremecida por los
cantos y guijas de la madre. Estaban rubias y mullidas las márgenes de
tamarindos arbusteños; y en lo postrero de la vista, las aguas
espaciadas hacían una tranquila y pálida laguna. De dentro, los
tamarindos, ya árboles, asomaban sus cimas anchas y doradas como el
trigo en las eras o islas románticas; y enteramente lo copiaban las
aguas.
Cerca del río tronaba un viejo molino harinero. Delante del portal había un alto álamo de trémula blancura; y en aquellos campos primaverales el árbol grande y blanco parecía arrancado de un paisaje de nieve.
Vinieron de la ciudad a esta ribera dos amigos. Entonces descansaban, sumergiéndose en el dichoso gremio de la dulzura matinal de primavera. De lo alto del aire o de lo hondo de la tierra pasaba a instantes la templanza un estremecimiento, un aleteo rápido y leve de frío, pero frío de invierno, huido, ya lejos.
Dominio público
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Publicado el 28 de enero de 2021 por Edu Robsy.