El Sillón Maldito
Gastón Leroux
Novela
I. La muerte de un héroe
—¡Menudo trago va a pasar!
—Desde luego, pero dicen que es un hombre que no se asusta de nada…
—¿Tiene hijos?
—No, ¡y es viudo!
—¡Tanto mejor!
—Bueno, en cualquier caso hay que confiar en que no morirá… ¡Pero apresurémonos!
Al oír esos fúnebres propósitos, Gaspard Lalouette —un hombre honrado, marchante de cuadros y de antigüedades establecido desde hace diez años en la calle Lafitte, y que ese día se paseaba por el quai Voltaire, examinando los escaparates de los vendedores de grabados antiguos y de chamarilería— alzó la cabeza…
En ese mismo momento lo empujó suavemente en la estrecha acera un grupo de tres jóvenes tocados con la boina de estudiante que acababan de salir de la esquina de la calle Bonaparte y que, sin dejar de hablar, no se molestaron siquiera en disculparse.
Gaspard Lalouette, por temor a involucrarse en un infame altercado, se tragó el mal humor que sintió ante semejante falta de educación, y pensó que los jóvenes iban corriendo a asistir a algún duelo, sin ocultar su temor por el desenlace fatal.
Y volvió a considerar con atención un cofrecillo estampado con flores de lis que supuestamente databa de San Luis y había podido contener el salterio de Blanca de Castilla. Fue entonces cuando una voz, detrás de él, dijo:
—¡Se mire como se mire, es un hombre verdaderamente valiente!
Y otra contestó:
—¡Se dice que ha dado tres veces la vuelta al mundo!… Pero a decir verdad, no me cambiaría con él. ¡Mientras no lleguemos tarde!
Lalouette se volvió. Los que pasaban eran dos ancianos, camino del Instituto, apretando el paso.
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Publicado el 21 de marzo de 2017 por Edu Robsy.