I. El Castillo del Diablo
Hablaré de uno de los más antiguos habitantes de París; antaño lo llamaban el diablo Vauvert.
De ahí nació el proverbio: «Eso queda en lo del diablo Vauvert.
¡Váyase al diablo Vauvert!». Es decir: «Vaya a… tomar el fresco en los
Campos Elíseos».
Los porteros suelen decir: «Eso queda en lo del diablo de los
gusanos», cuando quieren designar un sitio muy alejado. Y la expresión
significa que habrá que pagarles en buen dinero la comisión que se les
encarga. Pero se trata además de una locución viciosa y corrupta, como
muchas otras con las que están familiarizados los parisienses.
El diablo Vauvert es esencialmente un habitante de París, donde
vive desde hace muchos siglos, si hemos de creer a los historiadores.
Sauval, Félibien, Sainte-Foix y Dulaure han referido extensamente sus
hazañas.
Parece que en los primeros tiempos habitó el castillo de Vauvert,
que estaba situado en el lugar ocupado actualmente por el alegre salón
de baile de la Chartreuse, al extremo del Luxemburgo y frente a las
avenidas del Observatorio, en la Rue d’Enfer.
Ese castillo, de triste celebridad, fue demolido en parte, y las
ruinas se convirtieron en una dependencia de un convento de cartujos,
donde murió en 1313 Jean de la Lune, sobrino del antipapa Benedicto XIII.
Jean de la Lune había sido sospechado de tener relaciones con
cierto demonio, que quizá fuese el espíritu familiar del antiguo
castillo de Vauvert, pues, como se sabe, cada uno de esos edificios
feudales tenía el suyo.
El diablo Vauvert dio que hablar nuevamente en la época de Luis XIII.
Durante muchísimo tiempo se había oído, todas las noches, un gran
ruido en una casa construida con escombros del antiguo convento y cuyos
propietarios estaban ausentes desde hacía varios años. Y esto
aterrorizaba bastante a los vecinos.
Información texto 'El Monstruo Verde'