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autor: H.P. Lovecraft editor: Edu Robsy etiqueta: Cuento textos no disponibles


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El Modelo de Pickman

H. P. Lovecraft


Cuento


No tienes por qué pensar que estoy loco, Eliot; muchos otros tienen manías raras. ¿Por qué no te burlas del abuelo de Oliver, que jamás monta en un automóvil? Si a mí no me gusta ese maldito metro, es asunto mío; y, además, hemos llegado más deprisa en taxi. Si hubiéramos venido en tranvía habríamos tenido que subir a pie la colina desde Park Street.

Sé perfectamente que estoy más nervioso que cuando nos vimos el año pasado, pero no por ello debes pensar que lo que necesito es una clínica. Bien sabe Dios que no me faltan motivos para estar internado, pero afortunadamente creo que estoy en mi sano juicio. ¿Por qué ese tercer grado? No acostumbrabas a ser tan inquisitivo.

Bueno, si tienes que oírlo, no veo por qué no puedes hacerlo. Tal vez sea lo mejor, pues desde que te enteraste de que había dejado de ir al Art Club y me mantenía a distancia de Pickman no has cesado de escribirme como lo haría un atribulado padre. Ahora que Pickman ha desaparecido de la escena voy por el club de en cuando, pero mis nervios ya no son lo que eran.


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19 págs. / 33 minutos / 440 visitas.

Publicado el 17 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

El Misterio del Cementerio

H. P. Lovecraft


Cuento


Una historia de detectives

I. La Tumba De Burns

Era mediodía en la pequeña población de Mainville, y un penado grupo de gente estaba reunido alrededor de la tumba de Burns. Joseph Burns había muerto.

(Al morir había pronunciado las siguientes y extrañas instrucciones: Antes de meter mi cuerpo en la tumba, colocad esta bola en el suelo, en un punto marcado como “A”. Y entonces había tendido una pequeña bola dorada al rector).

La gente lamentaba mucho su muerte. Después de que los funerales hubieran concluido, el señor Dobson (El rector) dijo:

—Amigos, ahora hemos de cumplir las últimas voluntades del difunto.

Y, tras decir esto, bajó a la tumba (A poner la bola en el punto marcado como “A”). Pronto el grupo de dolientes comenzó a impacientarse y, al cabo de un tiempo, el señor Cha’s Greene (el abogado) bajó a echar un vistazo. En seguida regresó con cara de espanto y dijo:

—¡El señor Dobson no está ahí abajo!

II. El Misterioso Señor Bell

Eran las tres y diez de la tarde cuando la campana de la puerta de la mansión Dobson resonó con fuerza, y el criado acudió a abrir la puerta, para encontrarse con un hombre entrado en años, de pelo negro y grandes patillas. Manifestó que quería ver a la señorita Dobson. Tras ser conducido a su presencia, dijo:

—Señorita Dobson, sé dónde está su padre, y por la suma de 10.000 libras haré que vuelva con usted. Puede llamarme señor Bell.

—Señor Bell —dijo la señorita Dobson— ¿Le importa que abandone por un momento la habitación?

—En absoluto —repuso el señor Bell.

Ella regresó al cabo de poco tiempo, para decir:

—Señor Bell, entiendo. Usted ha raptado a mi padre y ahora me está pidiendo un rescate.


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4 págs. / 7 minutos / 632 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

El Miedo que Acecha

H. P. Lovecraft


Cuento


I. La sombra en la chimenea

Los truenos estremecían el aire la noche que fui a la mansión deshabitada, en lo alto de la Montaña de las Tempestades, a buscar el horror oculto. No iba solo, porque la temeridad no formaba parte entonces de ese amor a lo grotesco y lo terrible que ha adoptado por carrera la búsqueda de horrores extraños en la literatura y en la vida. Venían conmigo dos hombres fieles y musculosos a quienes había mandado llamar cuando llegó el momento; hombres que desde hacía mucho tiempo me acompañaban en mis horribles exploraciones por sus aptitudes singulares.

Salimos del pueblo secretamente a fin de evitar a los periodistas que aún quedaban, después del tremendo pánico del mes anterior: la muerte solapada y pesadillesca. Más tarde, pensé, podrían ayudarme; pero en ese momento no les quería a mi alrededor. Ojalá me hubiese impulsado Dios a dejarles compartir esa búsqueda conmigo, para no haber tenido que soportar solo el secreto tanto tiempo, por temor a que el mundo me creyese loco, o enloqueciese todo él ante las demoníacas implicaciones del caso. Ahora que me he decidido a contarlo, no sea que el rumiarlo en silencio me convierta en un maníaco, quisiera no haberlo ocultado jamás. Porque yo, sólo yo, sé qué clase de horror se ocultaba en esa montaña espectral y desolada.


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27 págs. / 48 minutos / 1.207 visitas.

Publicado el 17 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

El Libro

H.P. Lovecraft


Cuento


Mis recuerdos son muy confusos. Apenas si sé cuando empezó todo; es como si, en determinados momentos, contemplase visiones de los años transcurridos a mi alrededor, mientras que, otras veces, parece que el presente se difumina en un punto aislado dentro de una palidez informe e infinita. Ni tan siquiera sé a ciencia cierta cómo expresar lo sucedido. Mientras hablo, tengo la vaga sensación de que necesitaré sostener lo que voy a decir con ciertas pruebas extrañas y, posiblemente, terribles. Mi propia identidad parece escabullirse. Es como si hubiese sufrido un fuerte golpe; producido, quizá, por el advenimiento de algún proceso monstruoso que tuvo lugar en los hechos que me acontecieron.

Estos ciclos de experiencia tienen sus inicios en aquel libro carcomido. Recuerdo el lugar donde lo encontré; apenas si estaba iluminado, escondido al lado del río cubierto de brumas por donde fluyen unas aguas negras y aceitosas. El edificio era muy viejo, las enormes estanterías atesoraban cientos de libros decrépitos que se acumulaban sin fin en habitaciones y corredores sin ventanas. Había, además, masas informes de volúmenes amontonados descuidadamente por el suelo; y fue en uno de estos montones donde encontré el tomo. Al principio no sabía cómo se titulaba ya que le faltaban las primeras páginas; pero lo abrí por el final y vi algo que enseguida llamó mi atención.


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11 págs. / 19 minutos / 156 visitas.

Publicado el 18 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Horror en la Playa Martin

H.P. Lovecraft


Cuento


Nunca escuché una explicación convincente y adecuada del horror de la Playa Martin. A pesar de un gran número de testigos, no hay dos que concuerden entre sí; y el testimonio tomado por autoridades locales contiene las más sorprendentes discrepancias.

Quizás esta vaguedad sea normal en vista del carácter inaudito del horror en sí, el terror más paralizante para todos aquellos que lo vieron, y de los esfuerzos hechos por la elegante posada Wavecrest para silenciar todo luego de la publicidad creada por el Prof. Ahon y su artículo “¿Están los poderes hipnóticos reservados a los Seres Humanos?”

Contra todos estos obstáculos me esfuerzo en presentar una versión coherente; he visto el espantoso hecho y creo que debería darse a conocer en vista de las aterradores posibilidades sugeridas. La Playa Martin es una vez más un lugar populoso, un balneario muy visitado, y yo tiemblo cuando pienso en ello. Sin embargo, no puedo mirar al océano sin temblar.

El destino no carece siempre de un sentido de drama y clímax. En consecuencia el terrible suceso del 8 de agosto fue seguido por un período de menor excitación en torno a la Playa Martin. Todo comenzó el 17 de mayo, cuando la tripulación de un pesquero, el “Alma de Gloucester”, bajo el mando del capitán James P. Orne, mató, tras una batalla de casi cuarenta horas, a un monstruo marino cuyo tamaño y aspecto produjeron luego gran conmoción en círculos científicos y que ciertos naturalistas de Boston tomaran grandes recaudos para su preservación taxidérmica.


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7 págs. / 13 minutos / 161 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Horror de Red Hook

H.P. Lovecraft


Cuento


I

No hace muchas semanas, en la esquina de una calle del pueblo de Pascoag, Rhode Island, un peatón alto, de constitución fuerte y aspecto saludable, dio mucho que hablar a causa de su singular comportamiento. Al parecer, habla bajado por la carretera de Chepachet, y al llegar a la parte más densa había torcido a la izquierda, por la calle principal, donde varios bloques de modestos establecimientos dan cierta impresión de núcleo urbano. Al llegar allí, y sin causa aparente, manifestó su singular comportamiento: miró un segundo de forma extraña hacia el más alto de los edificios, y luego, profiriendo alaridos aterrados e histéricos, inició una frenética carrera que concluyó cuando tropezó y cayó en el cruce siguiente.

Unas manos solicitas le recogieron y le sacudieron el polvo, descubriéndose entonces que estaba consciente, físicamente ileso, y claramente repuesto de su repentino ataque de nervios. Murmuró unas avergonzadas explicaciones sobre cierta tensión que había soportado, se encaminó con la cabeza gacha hacia la carretera de Chepachet y emprendió el regreso sin volver la vista atrás ni una sola vez. Encontraron extraño que le sucediera a un hombre tan corpulento, robusto y de aspecto tan normal un percance semejante; extrañeza que no disminuyó al oír los comentarios de uno de los mirones, que le habla reconocido como el huésped de un conocido lechero de las afueras de Chepachet.

Resultó ser un detective de la policía de Nueva York llamado Thomas F.


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28 págs. / 50 minutos / 459 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Horror de Dunwich

H.P. Lovecraft


Cuento


I

Cuando el que viaja por el norte de la región central de Massachusetts se equivoca de dirección al llegar al cruce de la carretera de Aylesbury nada más pasar Dean's Corners, verá que se adentra en una extraña y apenas poblada comarca. El terreno se hace más escarpado y las paredes de piedra cubiertas de maleza van encajonando cada vez más el sinuoso camino de tierra. Los árboles de los bosques son allí de unas dimensiones excesivamente grandes, y la maleza, las zarzas y la hierba alcanzan una frondosidad rara vez vista en las regiones habitadas. Por el contrario, los campos cultivados son muy escasos y áridos, mientras que las pocas casas diseminadas a lo largo del camino presentan un sorprendente aspecto uniforme de decrepitud, suciedad y ruina. Sin saber exactamente por qué, uno no se atreve a preguntar nada a las arrugadas y solitarias figuras que, de cuando en cuando, se ve escrutar desde puertas medio derruidas o desde pendientes y rocosos prados. Esas gentes son tan silenciosas y hurañas que uno tiene la impresión de verse frente a un recóndito enigma del que más vale no intentar averiguar nada. Y ese sentimiento de extraño desasosiego se recrudece cuando, desde un alto del camino, se divisan las montañas que se alzan por encima de los tupidos bosques que cubren la comarca. Las cumbres tienen una forma demasiado ovalada y simétrica como para pensar en una naturaleza apacible y normal, y a veces pueden verse recortados con singular nitidez contra el cielo unos extraños círculos formados por altas columnas de piedra que coronan la mayoría de las cimas montañosas.


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66 págs. / 1 hora, 55 minutos / 591 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Grabado en la Casa

H.P. Lovecraft


Cuento


Los amantes del terror frecuentan los lugares misteriosos y remotos Para ellos son las catacumbas de Ptolomeo y los labrados mausoleos de tantos y tantos mundos de pesadilla. A la luz de la luna escalan las torres de los ruinosos castillos del Rhin, y tropiezan una y otra vez por las oscuras escalinatas cubiertas de telarañas bajo las desperdigadas piedras de olvidadas ciudades de Asia. El bosque encantado y la desolada montaña son sus santuarios, y merodean en torno a los siniestros monolitos que se erigen en despobladas islas. Pero el verdadero epicúreo de lo terrible, aquel para quien un nuevo estremecimiento de inconmensurable horror representa el objetivo principal y la justificación de toda una existencia, aprecia por encima de todo las antiguas y solitarias granjas que se levantan entre los bosques de Nueva Inglaterra, pues es en esta región donde mejor se combinan los sombríos elementos de fuerza, soledad, fantasía e igno— rancia, hasta constituir la máxima expresión de lo tenebroso.

El paisaje más horrible es aquel en que pueden verse a gran distancia de los caminos transitados, casitas de madera sin pintar, generalmente agazapadas bajo alguna ladera húmeda y cubiertas de hierbas o recostadas en algún rocoso macizo de dimensiones gigantescas. Durante doscientos años, e incluso desde mucho antes, han estado recostadas o agazapadas en aquellos parajes mientras las enredaderas reptaban por el suelo y los arboles aumentaban de grosor y se multiplicaban por doquier. Hoy las casas están prácticamente ocultas entre incontenibles frondosidades de vegetación y veladoras mortajas de sombra, pero las ventanas de pequeña hoja siguen observando fijamente, como si parpadearan en medio de un estupor letal que detuviera la locura a la vez que disipara el recuerdo de las cosas inexpresables.

En tales casas han habitado generaciones de las más extrañas gentes que hayan podido poblar la tierra.


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12 págs. / 21 minutos / 149 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Extraño

H.P. Lovecraft


Cuento


Infeliz es aquel a quien sus recuerdos infantiles sólo traen miedo y tristeza. Desgraciado aquel que vuelve la mirada hacia horas solitarias en bastos y lúgubres recintos de cortinados marrones y alucinantes hileras de antiguos volúmenes, o hacia pavorosas vigilias a la sombra de árboles descomunales y grotescos, cargados de enredaderas, que agitan silenciosamente en las alturas sus ramas retorcidas. Tal es lo que los dioses me destinaron… a mí, el aturdido, el frustrado, el estéril, el arruinado; sin embargo, me siento extrañamente satisfecho y me aferro con desesperación a esos recuerdos marchitos cada vez que mi mente amenaza con ir más allá, hacia el otro.

No sé dónde nací, salvo que el castillo era infinitamente horrible, lleno de pasadizos oscuros y con altos cielos rasos donde la mirada sólo hallaba telarañas y sombras. Las piedras de los agrietados corredores estaban siempre odiosamente húmedas y por doquier se percibía un olor maldito, como de pilas de cadáveres de generaciones muertas. Jamás había luz, por lo que solía encender velas y quedarme mirándolas fijamente en busca de alivio; tampoco afuera brillaba el sol, ya que esas terribles arboledas se elevaban por encima de la torre más alta. Una sola, una torre negra, sobrepasaba el ramaje y salía al cielo abierto y desconocido, pero estaba casi en ruinas y sólo se podía ascender a ella por un escarpado muro poco menos que imposible de escalar.


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8 págs. / 14 minutos / 257 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Descendiente

H.P. Lovecraft


Cuento


Al consignar sobre lo que el doctor me dice en mi lecho de muerte, mi más espantoso temor es que el hombre esté equivocado. Supongo que me enterrarán la semana que viene; pero…

En Londres hay un hombre que grita cuando tañen las campanas de la iglesia. Vive solo ton su gato listado en Gray’s Inn, y la gente le considera un loco inofensivo. Su habitación está llena de libros insulsos y pueriles, y hora tras hora trata de abstraerse en sus débiles páginas. Todo lo que quiere en esta vida es no pensar. Por alguna razón, el pensar le resulta espantoso, y huye como de la peste de cuanto pueda excitar la imaginación. Es muy flaco, y gris, y está lleno de arrugas; pero hay quien afirma que no es tan viejo corno aparenta. El miedo ha clavado en él sus garras espantosas, y el menor ruido le hace sobresaltarse con los ojos muy abiertos y la frente perlada de sudor. Los amigos y compañeros le rehúyen porque no quiere contestar a sus preguntas. Los que le conocieron en otro tiempo como erudito y esteta dicen que da lástima verle ahora. Ha dejado de frecuentarles hace años, y nadie sabe con seguridad si ha abandonado el país, o meramente ha desaparecido en algún callejón oscuro. Hace ya una década que se instaló en Gray’s Inn, y no ha querido decir de dónde había venido, hasta la noche en que el joven Williams compró el Necronomicon.


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5 págs. / 8 minutos / 275 visitas.

Publicado el 18 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

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