Existe en la tierra de Mnar un lago vasto de aguas tranquilas al que
ningún río alimenta y del cual tampoco fluye río alguno. En sus orillas
se alzaba, hace diez mil años, la poderosa ciudad de Sarnath, mas hoy ya
no existe allí ciudad alguna.
Se dice que, en un tiempo inmemorial, cuando el mundo era joven y ni
aun los hombres de Sarnath habían llegado a la tierra de Mnar, a la
orilla de aquel lago se alzaba otra ciudad: la ciudad de Ib, construida
en piedra gris, que era tan antigua como el propio lago y estaba
habitada por seres que no resultaba agradable contemplar. Muy extraños y
deformes eran tales seres, cual corresponde en verdad a seres
pertenecientes a un mundo apenas esbozado, aún sólo toscamente empezado a
modelar. En los cilindros de arcilla de Kadatheron está escrito que los
habitantes de Ib eran, por su color, tan verdes como el lago y las
nieblas que de él se elevan; que poseían abultados ojos y labios gruesos
y blandos y extrañas orejas y que carecían de voz. También está escrito
que procedían de la luna, de la que habían descendido una noche a bordo
de una gran niebla, junto con el lago vasto de aguas tranquilas y la
propia ciudad de Ib, construida en piedra gris.
Cierto es, en todo caso, que adoraban un ídolo, tallado en piedra
verdemar, que representaba a Bokrug, el gran saurio acuático, ante el
cual celebraban danzas horribles cuando la luna gibosa mostraba su doble
cuerno. Y escrito está en el papiro de Ilarnek que un día descubrieron
el fuego y que desde aquel día encendieron hogueras para mayor esplendor
de sus ceremoniales.
Pero no hay mucho más escrito sobre estos seres, pues pertenecieron a
épocas muy remotas y el hombre es joven y apenas conoce nada de quienes
vivieron en los tiempos primigenios.
Información texto 'La Maldición que Cayó sobre Sarnath'