Morgan no es hombre de letras; de hecho, su inglés carece del más
mínimo grado de coherencia. Por eso me tienen maravillado las palabras
que escribió, aunque otros se han reído.
Estaba sólo la noche en que ocurrió. De repente lo acometieron unos
deseos incontenibles de escribir, y tomando la pluma redactó lo
siguiente:
«Me llamo Howard Phillips. Vivo en la Calle College, 66, Providence,
Rhode Island. El 24 de noviembre de 1927 —no sé siquiera en qué año
estamos— me quedé dormido y tuve un sueño; y desde entonces me ha sido
imposible despertar.
»Mi sueño empezó en un paraje húmedo, pantanoso y cubierto de cañas,
bajo un cielo gris y otoñal, con un abrupto acantilado de roca cubierta
de líquenes, al norte. Impulsado por una vaga curiosidad, subí por una
grieta o hendidura de dicho precipicio, observando entonces que a uno y
otro lado de las paredes se abrían las negras bocas de numerosas
madrigueras que se adentraban en las profundidades de la meseta rocosa.
»En varios lugares, el paso estaba techado por el estrechamiento de
la parte superior de la angosta fisura; en dichos lugares, la oscuridad
era extraordinaria, y no se distinguían las madrigueras que pudiese
haber allí. En uno de esos tramos oscuros me asaltó un miedo tremendo,
como si una emanación incorpórea y sutil de los abismos tomara posesión
de mi espíritu; pero la negrura era demasiado densa para descubrir la
fuente de mi alarma.
»Por último, salí a una meseta cubierta de roca musgosa y escasa
tierra, iluminada por una débil luna que había reemplazado al agonizante
orbe del día. Miré a mi alrededor y no vi a ningún ser viviente; sin
embargo, percibí una agitación extraña muy por debajo de mí, entre los
juncos susurrantes de la ciénaga pestilente que hacía poco había
abandonado.
Información texto 'El Ser Bajo la Luz de la Luna'