—Poned la nave al pairo, hay algo flotando a sotavento.
Quien hablaba era un hombre poco fornido, de nombre William Jones.
Era el capitán de una nave en la que, con un puñado de tripulantes,
navegaba en el momento de comenzar esta historia.
—Sí, señor —respondió John Towers, y la nave fue puesta al pairo.
El capitán Jones tendió su mano hacia el objeto, y comprobó que se
trataba de una botella de cristal.
—No es más que una botella de ron que algún tripulante de algún
barco ha tirado —dijo, pero, dejándose llevar por la curiosidad, le echó
mano.
Era sólo una botella de ron y estuvo a punto de arrojarla, pero en
ese momento se percató de que había un trozo de papel dentro. Lo sacó y
leyó lo siguiente:
1 de enero de 1864
Mi nombre es John Jones y estoy escribiendo esta
carta. Mi buque se hunde con un tesoro a bordo. Me hallo en el punto
marcado en la carta náutica adjunta.
El capitán Jones le dio la hoja y vio que por el
otro lado era una carta náutica en cuyo margen había escritas las
siguientes palabras:
—Towers —dijo excitado el capitán Jones—, lea esto.
Towers le obedeció.
—Creo que merece la pena dirigirnos hasta ahí —dijo el capitán Jones—. ¿No cree?
—Coincido con usted —replicó Towers.
—Aprestaremos hoy mismo una embarcación —dijo el excitado capitán.
—Como mande —dijo Towers.
Así que fletaron una nave y siguieron la línea de puntos de la
carta. En cuatro semanas habían alcanzado el lugar señalado y los buzos
se sumergieron para volver con una botella de hierro. Dentro encontraron
las siguientes palabras garabateadas en una hoja de papel pardo:
3 de diciembre de 1880
Estimado buscador; discúlpeme por la broma que le he gasto, pero eso le servirá de lección contra próximas tonterías...
Información texto 'La Botellita de Cristal'