El 16 de julio de 1923 me mudé a Exham Priory,
después de que el último obrero acabara su tarea. Los trabajos de
restauración habían constituido una imponente tarea, pues de la
abandonada construcción apenas si quedaba un montón de ruinas, pero por
tratarse del lar de mis antepasados no escatimé en gastos. Nadie
habitaba la finca desde el reinado de Jacobo I, en que una tragedia de
caracteres terriblemente dramáticos, aunque en gran medida
incomprensibles, se cernió sobre el cabeza de la familia, cinco de sus
hijos y varios criados, y obligó a marcharse de allí, en medio de
sombras de sospecha y terror, al tercer hijo, mi progenitor por línea
paterna y único superviviente del infortunado baje.
Con el único heredero denunciado por asesinato, la
propiedad volvió a manos de la corona, sin que el acusado hiciera el
menor intento por excusarse o recuperar la heredad. Trastornado por un
horror mayor que el de la conciencia o la ley, y expresando sólo el
rabioso deseo de borrar aquella antigua mansión de su vista y memoria,
Walter de la Poer, undécimo barón de Exhain, marchó a Virginia, en donde
se estableció y fundó la familia que, en el siglo siguiente, era
conocida por el nombre de Delapore.
Exham Priory quedó abandonado, aunque con el tiempo
pasó a formar parte de las propiedades de la familia Norrys y fue objeto
de numerosos estudios como consecuencia de su singular arquitectura,
consistente en unas torres góticas levantadas sobre una infraestructura
sajona o románica, cuyos cimientos a su vez eran de un estilo o mezcla
de estilos de época anterior: romano y hasta druida o el címrico
originario, si es cierto lo que cuentan las leyendas. Los cimientos eran
de aspecto muy singular, pues se confundían por uno de sus lados con la
sólida caliza del precipicio desde cuyo borde el priorato dominaba un
desolado valle que se extendía tres millas al oeste del pueblo de
Anchester.
Información texto 'Las Ratas de las Paredes'