Textos más populares este mes de Hans Christian Andersen disponibles | pág. 10

Mostrando 91 a 100 de 157 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Hans Christian Andersen textos disponibles


89101112

La Niña Judía

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Asistía a la escuela de pobres, entre otros niños, una muchachita judía, despierta y buena, la más lista del colegio. No podía tomar parte en una de las lecciones, la de Religión, pues la escuela era cristiana.

Durante la clase de Religión le permitían estudiar su libro de Geografía o resolver sus ejercicios de Matemáticas, pero la chiquilla tenía terminados muy pronto sus deberes. Tenía delante un libro abierto, pero ella no lo leía; escuchaba desde su asiento, y el maestro no tardó en darse cuenta de que seguía con más atención que los demás alumnos.

—Ocúpate de tu libro —le dijo, con dulzura y gravedad; pero ella lo miró con sus brillantes ojos negros, y, al preguntarle, comprobó que la niña estaba mucho más enterada que sus compañeros. Había escuchado, comprendido y asimilado las explicaciones.

Su padre era un hombre de bien, muy pobre. Cuando llevó a la niña a la escuela, puso por condición que no la instruyesen en la fe cristiana. Pero se temió que si salía de la escuela mientras se daba la clase de enseñanza religiosa, perturbaría la disciplina o despertaría recelos y antipatías en los demás, y por eso se quedaba en su banco; pero las cosas no podían continuar así.

El maestro llamó al padre de la chiquilla y le dijo que debía elegir entre retirar a su hija de la escuela o dejar que se hiciese cristiana.

—No puedo soportar sus miradas ardientes, el fervor y anhelo de su alma por las palabras del Evangelio —añadió.

El padre rompió a llorar:

—Yo mismo sé muy poco de nuestra religión —dijo—, pero su madre era una hija de Israel, firme en su fe, y en el lecho de muerte le prometí que nuestra hija nunca sería bautizada. Debo cumplir mi promesa, es para mí un pacto con Dios.

Y la niña fue retirada de la escuela de los cristianos.

Habían transcurrido algunos años.


Leer / Descargar texto


5 págs. / 8 minutos / 167 visitas.

Publicado el 30 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Aguja de Zurcir

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Érase una vez una aguja de zurcir tan fina y puntiaguda, que se creía ser una aguja de coser.

—Fíjense en lo que hacen y manéjenme con cuidado —decía a los dedos que la manejaban—. No me dejen caer, que si voy al suelo, las pasarán negras para encontrarme. ¡Soy tan fina!

—¡Vamos, vamos, que no hay para tanto! —dijeron los dedos sujetándola por el cuerpo.

—Miren, aquí llego yo con mi séquito —prosiguió la aguja, arrastrando tras sí una larga hebra, pero sin nudo.

Los dedos apuntaron la aguja a la zapatilla de la cocinera; el cuero de la parte superior había reventado y se disponían a coserlo.

—¡Qué trabajo más ordinario! —exclamó la aguja—. No es para mí. ¡Me rompo, me rompo!

Y se rompió

—¿No os lo dije? —suspiró la víctima—. ¡Soy demasiado fina!

—Ya no sirve para nada —pensaron los dedos; pero hubieron de seguir sujetándola, mientras la cocinera le aplicaba una gota de lacre y luego era clavada en la pechera de la blusa.

—¡Toma! ¡Ahora soy un prendedor! —dijo la vanidosa—. Bien sabía yo que con el tiempo haría carrera. Cuando una vale, un día u otro se lo reconocen.

Y se río para sus adentros, pues por fuera es muy difícil ver cuándo se ríe una aguja de zurcir. Y se quedó allí tan orgullosa cómo si fuese en coche, y paseaba la mirada a su alrededor.

—¿Puedo tomarme la libertad de preguntarle, con el debido respeto, si acaso es usted de oro? —inquirió el alfiler, vecino suyo—. Tiene usted un porte majestuoso, y cabeza propia, aunque pequeña. Debe procurar crecer, pues no siempre se pueden poner gotas de lacre en el cabo.

Al oír esto, la aguja se irguió con tanto orgullo, que se soltó de la tela y cayó en el vertedero, en el que la cocinera estaba lavando.

—Ahora me voy de viaje —dijo la aguja—. ¡Con tal que no me pierda!


Leer / Descargar texto


3 págs. / 6 minutos / 89 visitas.

Publicado el 30 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Hoya de la Campana

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


¡Ding, dang, ding, dang!, se oyó el tañido de la campana procedente del fondo de la selva cruzada por el río de Odense. ¿Qué río es ése? Todos los niños de la ciudad de Odense lo conocen; corre abajo, rodeando los jardines, desde la esclusa hasta el molino, pasando el puente de madera. Crecen en él amarillos «botones de agua», cañaverales de hojas pardas y negras cañas aterciopeladas, altas y esbeltas. Viejos sauces rajados, torcidos y contrahechos, inclinan sus ramas sobre el «Pantano del monje» y junto al prado de Bleicher; pero enfrente se alinean los jardines y huertos, todos distintos, ora plantados de hermosas flores y con glorietas limpias y primorosas, como una casita de muñecas, ora sembrados sólo de hortalizas.

A veces ni siquiera se ve el jardín, por los grandes saúcos que allí crecen, al borde mismo de la corriente, que en algunos es más profunda de lo que el remo puede alcanzar. Más lejos, frente al convento de señoritas nobles, está el lugar más profundo, llamado la «Hoya de la campana», y allí vive el genio de las aguas. De día, cuando los rayos del sol hacen brillar las aguas, el genio duerme; pero sale a la superficie en las noches estrelladas y de luna. Es muy viejo. Ya la abuela sabía de él por lo que le había contado su abuela. Dice que lleva una existencia solitaria, sin nadie con quien hablar, aparte la antigua gran campana. Esta colgaba antaño del campanario, pero hoy no quedan rastros ni del campanario ni de la iglesia de San Albani.

¡Ding, dang, ding, dang!, sonaba la campana cuando la torre existía aún. Un anochecer, al ponerse el sol y mientras la campana doblaba con todas sus fuerzas, se soltó y voló por los aires. El bruñido bronce brillaba como carbón ardiente a los rojos rayos del sol.


Leer / Descargar texto


4 págs. / 7 minutos / 76 visitas.

Publicado el 30 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Más Feliz

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


—¡Qué rosas tan bellas! —dijo el Sol—. Y todas las yemas se abrirán, y serán tan hermosas como ellas. ¡Son hijas mías! Yo les he dado el beso de la vida.

—Son hijas mías —dijo a su vez el rocío—. Les he dado a beber mis lágrimas.

—Pues yo diría que su madre soy yo —exclamó el rosal—. Ustedes no son sino los padrinos, que les ofrecieron un regalo según sus posibilidades y su buena voluntad.

—¡Rosas, hermosas hijas mías! —dijeron los tres, y les deseaban a todas la mayor felicidad de que puede gozar una rosa. Sin embargo, una sola podía ser la más feliz; y otra debía ser la menos feliz de todas. Era inevitable. Pero, ¿cuál sería?

—Yo lo averiguaré —dijo el viento—. Voy volando hasta muy lejos y en todas direcciones, me meto en las rendijas más estrechas, sé lo que pasa en todas partes.

Todas las rosas abiertas oyeron la conversación, y los capullos henchidos, también.

En esto se presentó en el jardín una madre amorosa vestida de luto, con semblante triste, y cogió una rosa a medio abrir, fresca y lozana; la que le pareció más hermosa. Se la llevó a su solitaria habitación, donde pocos días antes había estado brincando su hijita, enamorada de la vida, y que ahora yacía en el negro ataúd, dormida estatua de mármol. La madre besó a la muerta, y besando luego la rosa semiabierta, la depositó sobre el pecho de la muchacha, como esperando que su frescor y el beso de una madre pudieran hacer palpitar nuevamente el corazón.

Pareció como si la rosa se hinchara; cada uno de sus pétalos temblaba de gozo:

—¡Qué destino de amor me ha sido concedido! He llegado a ser como una criatura humana, recibo el beso de una madre escucho palabras de bendición y me voy al reino desconocido, soñando junto al pecho de la muerta. Indudablemente he sido la más feliz de todas las hermanas.


Leer / Descargar texto


4 págs. / 7 minutos / 87 visitas.

Publicado el 30 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Gran Serpiente de Mar

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Érase un pececillo marino de buena familia, cuyo nombre no recuerdo; pero esto te lo dirán los sabios. El pez tenía mil ochocientos hermanos, todos de la misma edad. No conocían a su padre ni a su madre, y desde un principio tuvieron que gobernárselas solos, nadando de un lado para otro, lo cual era muy divertido. Agua para beber no les faltaba: todo el océano, y en la comida no tenían que pensar, pues venía sola. Cada uno seguía sus gustos, y cada uno estaba destinado a tener su propia historia, pero nadie pensaba en ello.

La luz del sol penetraba muy al fondo del agua, clara y luminosa, e iluminaba un mundo de maravillosas criaturas, algunas enormes y horribles, con bocas espantosas, capaces de tragarse de un solo bocado a los mil ochocientos hermanos; pero a ellos no se les ocurría pensarlo, ya que hasta el momento ninguno había sido engullido.

Los pequeños nadaban en grupo apretado, como es costumbre de los arenques y caballas. Y he aquí que cuando más a gusto nadaban en las aguas límpidas y transparentes, sin pensar en nada, de pronto se precipitó desde lo alto, con un ruido pavoroso, una cosa larga y pesada, que parecía no tener fin. Aquella cosa iba alargándose y alargándose cada vez más, y todo pececito que tocaba quedaba descalabrado o tan mal parado, que se acordaría de ello toda la vida. Todos los peces, grandes y pequeños, tanto los que habitaban en la superficie como los del fondo del mar, se apartaban espantados, mientras el pesado y larguísimo objeto se hundía progresivamente, en una longitud de millas y millas a través del océano.

Peces y caracoles, todos los seres vivientes que nadan, se arrastran o son llevados por la corriente, se dieron cuenta de aquella cosa horrible, aquella anguila de mar monstruosa y desconocida que de repente descendía de las alturas.


Leer / Descargar texto


10 págs. / 17 minutos / 154 visitas.

Publicado el 30 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Espinosa Senda del Honor

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Circula todavía por ahí un viejo cuento titulado: «La espinosa senda del honor, de un cazador llamado Bryde, que llegó a obtener grandes honores y dignidades, pero sólo a costa de muchas contrariedades y vicisitudes en el curso de su existencia». Es probable que algunos de ustedes lo hayan oído contar de niños, y tal vez leído de mayores, y acaso les haya hecho pensar en los abrojos de su propio camino y en sus muchas «adversidades». La leyenda y la realidad tienen muchos puntos de semejanza, pero la primera se resuelve armónicamente acá en la Tierra, mientras que la segunda las más de las veces lo hace más allá de ella, en la eternidad.

La Historia Universal es una linterna mágica que nos ofrece en una serie de proyecciones, el oscuro trasfondo de lo presente; en ellas vemos cómo caminan por la espinosa senda del honor los bienhechores de la Humanidad, los mártires del genio.

Estas luminosas imágenes irradian de todos los tiempos y de todos los países, cada una durante un solo instante, y, sin embargo, llenando toda una vida, con sus luchas y sus victorias. Consideremos aquí algunos de los componentes de esta hueste de mártires, que no terminará mientras dure la Tierra.


Leer / Descargar texto


4 págs. / 8 minutos / 91 visitas.

Publicado el 30 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Familia de Hühnergrete

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Hühnergrete era la única persona que vivía en la espléndida casa que en el cortijo se había construido para habitación de los pollos y patos. Se alzaba en el lugar que antaño ocupara el viejo castillo con sus torres, hastiales, fosos y puente levadizo. Junto a ella había una verdadera selva de árboles y arbustos; allí había estado el parque que se extendía hasta un gran lago, convertido hoy en una turbera. Cuervos, cornejas y grajos volaban graznando y chillando por entre los viejos árboles. Era un hervidero de aves, y la caza no hacía mella en sus filas; antes bien su número crecía constantemente. Se oían desde el gallinero donde residía Hühnergrete, y donde los patitos se le subían a los zuecos. Conocía cada uno de los pollos y cada uno de los gansos a partir del día en que habían roto el cascarón, y estaba orgullosa de sus pupilos, así como de la magnífica casa que habían construido para ella. Su habitacioncita era limpia y bien cuidada; así lo exigía la propietaria del gallinero, la cual se presentaba a menudo en compañía de invitados de distinción para enseñarles «el cuartel de los pollos y los patos», como lo llamaba.

Había allí un armario ropero y un sillón, e incluso una cómoda, y en lo alto se veía una bruñida placa de latón que llevaba grabada la palabra «Grubbe». Era el apellido de la antigua y noble familia que había vivido en el castillo señorial. La placa la habían encontrado al excavar los cimientos, y, en opinión del sacristán, no tenía más valor que el de un antiguo recuerdo. El sacristán estaba muy bien informado en todo lo concerniente al lugar y a su pasado; lo sabía por los libros, y guardaba muchos documentos en el cajón de su mesa. Conocía muchas cosas del tiempo antiguo, pero más sabía aún la vieja corneja, y las pregonaba en su lenguaje; solo que el sacristán no lo entendía, con ser tan inteligente e instruido.


Leer / Descargar texto


15 págs. / 26 minutos / 74 visitas.

Publicado el 30 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Musa del Nuevo Siglo

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


¿Cuándo se revelará la Musa del nuevo siglo, tal como la conocerán los hijos de nuestros nietos, o quizá la generación que les siga, pero no nosotros? ¿Qué aspecto tendrá? ¿Qué cantará? ¿Qué cuerdas del alma hará vibrar? ¿A qué altura levantará su época?

Cuántas preguntas en nuestro atareado tiempo, en que la Poesía es casi un estorbo y sabemos de manera cierta que muchas cosas «inmortales» escritas por los poetas actuales sólo existirán en lo futuro reproducidas al carbón en los muros de algunas cárceles, y serán leídas por contados curiosos.

Pero la Poesía debe intervenir; por lo menos ayudar a cargar el fusil en las luchas de partidos, en las que corre la sangre o la tinta.

Ésta es una opinión parcial, dicen algunos; en nuestro tiempo, la Poesía no está olvidada ni mucho menos.

No; todavía hay personas que en su «lunes azul» se sienten atraídas por ella, y entonces, al experimentar este prurito en las partes más nobles de su ser, envían un criado a la librería a comprarles cuatro chelines de poesía, con recado de que les sirvan la más recomendada. Algunos se contentan con la que reciben de regalo, o se dan por satisfechos con la lectura de un trozo de bolsa de la tienda. Es mucho más barato, y en nuestra ajetreada época hay que pensar en la economía. Sólo es necesario lo positivo, conservar lo que tenemos, y con esto basta. La poesía futurista, como la música del porvenir, son quijotismos; es como proyectar viajes de descubrimiento al planeta Urano.


Leer / Descargar texto


6 págs. / 11 minutos / 85 visitas.

Publicado el 30 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Vela de Sebo

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Hervía y bullía mientras el fuego llameaba bajo de la olla, era la cuna de la vela de sebo, y de aquella cálida cuna brotó la vela entera, esbelta, de una sola pieza y un blanco deslumbrante, con una forma que hizo que todos quienes la veían pensaran que prometía un futuro luminoso y deslumbrante; y que esas promesas que todos veían, habrían de mantenerse y realizarse.

La oveja, una preciosa ovejita, era la madre de la vela, y el crisol era su padre. De su madre había heredado el cuerpo, deslumbrantemente blanco, y una vaga idea de la vida; y de su padre había recibido el ansia de ardiente fuego que atravesaría médula y hueso… y fulguraría en la vida.

Sí, así nació y creció cuando con las mayores, más luminosas expectativas, así se lanzó a la vida. Allí encontró a otras muchas criaturas extrañas, a las que se juntó; pues quería conocer la vida y hallar tal vez, al mismo tiempo, el lugar dónde más a gusto pudiera sentirse. Pero su confianza en el mundo era excesiva; este solo se preocupaba por sí mismo, nada en absoluto por la vela de sebo; pues era incapaz de comprender para qué podía servir, por eso intentó usarla en provecho propio y cogió la vela de forma equivocada, los negros dedos llenaron de manchas cada vez mayores el límpido color de la inocencia, que al poco desapareció por completo y quedó totalmente cubierto por la suciedad del mundo que la rodeaba, había estado en un contacto demasiado estrecho con ella, mucho más cercano de lo que podía aguantar la vela, que no sabía distinguir lo limpio de lo sucio… pero en su interior seguía siendo inocente y pura.

Vieron entonces sus falsos amigos que no podían llegar hasta su interior, y furiosos tiraron la vela como un trasto inútil.

Y la negra cáscara externa no dejaba entrar a los buenos, que tenían miedo de ensuciarse con el negro color, temían llenarse de manchas también ellos… de modo que no se acercaban.


Leer / Descargar texto


2 págs. / 3 minutos / 94 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

La Vieja Losa Sepulcral

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


En una pequeña ciudad, toda una familia se hallaba reunida, un atardecer de la estación en que se dice que «las veladas se hacen más largas», en casa del propietario de una granja. El tiempo era todavía templado y tibio; habían encendido la lámpara, las largas cortinas colgaban delante de las ventanas, donde se veían grandes macetas, y en el exterior brillaba la luna; pero no hablaban de ella, sino de una gran piedra situada en la era, al lado de la puerta de la cocina, y sobre la cual las sirvientas solían colocar la vajilla de cobre bruñida para que se secase al sol, y donde los niños gustaban de jugar. En realidad era una antigua losa sepulcral.

—Sí —decía el propietario—, creo que procede de la iglesia derruida del viejo convento. Vendieron el púlpito, las estatuas y las losas funerarias. Mi padre, que en gloria esté, compró varias, que fueron cortadas en dos para baldosas; pero ésta sobró, y ahí la dejaron en la era.

—Bien se ve que es una losa sepulcral —dijo el mayor de los niños—. Aún puede distinguirse en ella un reloj de arena y un pedazo de un ángel; pero la inscripción está casi borrada; sólo queda el nombre de Preben y una S mayúscula detrás; un poco más abajo se lee Marthe. Es cuanto puede sacarse, y aún todo eso sólo se ve cuando ha llovido y el agua ha lavado la piedra.


Leer / Descargar texto


3 págs. / 6 minutos / 80 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

89101112