El Hada del Saúco
Hans Christian Andersen
Cuento infantil
Érase una vez un chiquillo que se había resfriado. Cuando estaba fuera de casa se había mojado los pies, nadie sabía cómo, pues el tiempo era completamente seco. Su madre lo desnudó y acostó, y, pidiendo la tetera, se dispuso a prepararle una taza de té de saúco, pues esto calienta. En esto vino aquel viejo señor tan divertido que vivía solo en el último piso de la casa. No tenía mujer ni hijos pero quería a los niños, y sabía tantos cuentos e historias que daba gusto oírlo.
—Ahora vas a tomarte el té —dijo la madre al pequeño— y a lo mejor te contarán un cuento, además.
—Lo haría si supiese alguno nuevo —dijo el viejo con un gesto amistoso—. Pero, ¿cómo se ha mojado los pies este rapaz? —preguntó.
—¡Eso digo yo! —contestó la madre—. ¡Cualquiera lo entiende!
—¿Me contarás un cuento? —pidió el niño.
—¿Puedes decirme exactamente —pues debes saberlo— qué profundidad tiene el arroyo del callejón por donde vas a la escuela?
—Me llega justo a la caña de las botas —respondió el pequeño—, pero sólo si me meto en el agujero hondo.
—Conque así te mojaste los pies, ¿eh? —dijo el viejo—. Bueno, ahora tendría que contarte un cuento, pero el caso es que ya no sé más.
—Pues invéntese uno nuevo —replicó el chiquillo—. Dice mi madre que de todo lo que observa saca usted un cuento, y de todo lo que toca, una historia.
—Sí, pero esos cuentos e historias no sirven. Los de verdad, vienen por sí solos, llaman a la frente y dicen: ¡aquí estoy!
—¿Llamarán pronto? —preguntó el pequeño. La madre se echó a reír, puso té de saúco en la tetera y le vertió agua hirviendo.
—¡Cuente, cuente!
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Publicado el 26 de junio de 2016 por Edu Robsy.