Los Lobos de Cernogratz
Hector Hugh Munro "Saki"
Cuento
—¿Y no hay viejas leyendas vinculadas al castillo? —preguntó Conrad a su hermana.
A pesar de ser un próspero comerciante de Hamburgo, Conrad era el único miembro de carácter poético de una familia eminentemente práctica.
La baronesa Gruebel alzó sus abultados hombros.
—En estos viejos sitios no faltan las leyendas. Son fáciles de inventar y no cuestan nada. En el caso presente, dicen que cuando alguien muere en el castillo todos los perros de la aldea y las fieras del bosque aúllan la noche entera. No sería agradable escucharlo, ¿verdad?
—Sería misterioso y romántico —dijo el comerciante de Hamburgo.
—De todos modos no es verdad —dijo la baronesa, llena de complacencia—. Desde que adquirimos el lugar hemos podido comprobar que nada de eso ocurre. Cuando mi buena suegra murió en la pasada primavera todos prestamos atención, pero no hubo aullidos. Se trata simplemente de un cuento que le imprime dignidad al lugar sin costo alguno.
—La leyenda no es como usted la ha contado —dijo Amalie, la vieja y peliblanca institutriz.
Todos volvieron hacia ella la cabeza, llenos de asombro. De costumbre se sentaba a la mesa en silencio, compuesta y apartada, sin hablar nunca, a menos que alguien le dirigiera la palabra; y eran pocos los que se tomaban la molestia de entablar conversación con ella. Hoy la invadía una locuacidad insólita. Siguió hablando, con voz rápida y excitada, mirando al frente y al parecer sin dirigirse a nadie en particular.
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Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.