—¿Has escrito a los Froplinson para darles las gracias por lo que nos enviaron? —preguntó Egbert.
—No —respondió Janetta, con un matiz de fatiga y desafío en la
voz—. Hoy he escrito once cartas expresando nuestra sorpresa y gratitud
por los diversos e inmerecidos regalos, pero no a los Froplinson.
—Alguien tendrá que escribirles —añadió Egbert.
—No discuto esa necesidad, lo que no creo es que ese alguien vaya a
ser yo —replicó Janetta—. No me importaría escribir una carta de
colérica recriminación o sátira implacable a algún receptor que lo
merezca; la verdad es que disfrutaría bastante con eso, pero mi
capacidad de expresar amabilidad servil ha tocado a su fin. Once cartas
hoy y nueve ayer, todas redactadas en la misma vena de agradecimiento
extasiado: no puedes esperar que me siente a escribir otra. ¿No se te
había ocurrido que tú mismo puedes escribir?
—He escrito casi tantas cartas como tú y además me he ocupado de mi
correspondencia profesional habitual. Además, no sé lo que nos han
enviado los Froplinson.
—Un calendario de Guillermo el Conquistador —contestó Janetta—. Con
una cita de uno de sus grandes pensamientos para cada día del año.
—Imposible —respondió Egbert—, no tuvo trescientos sesenta y cinco
pensamientos en toda su vida; o si los tuvo, se los guardó para sí. Era
un hombre de acción, no de introspección.
—Bueno, pues entonces sería Guillermo Wordsworth. Sé que el nombre de Guillermo estaba en alguna parte —añadió Janetta.
—Eso ya me parece más probable —aceptó Egbert—. Bueno, colaboremos
en esa carta de agradecimiento y escribámosla. Yo puedo dictar y tú la
escribes. «Querida señora Froplinson: le agradecemos muchísimo a usted y
su esposo el hermoso calendario que nos han enviado. Fue muy amable de
su parte el pensar en nosotros».
Información texto 'Huelga de Plumas'