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autor: Hector Hugh Munro "Saki" textos no disponibles


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La Tortilla Bizantina

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Sophie Chattel-Monkheim era socialista por convicción y Chattel-Monkheim por matrimonio. El miembro de esa acomodada familia con el que se había casado era rico incluso en la medida en que sus parientes contaban la riqueza. Sophie tenía opiniones muy avanzadas y decididas con respecto a la distribución del dinero: era una circunstancia agradable y afortunada el que también tuviera el dinero. Cuando condenaba elocuentemente los males del capitalismo en reuniones de salón y en conferencias fabianas, era consciente del cómodo sentimiento de que el sistema, pese a todas sus desigualdades e iniquidades, probablemente la sobreviviría. Uno de los consuelos de los reformistas de mediana edad es que el bien que inculcan, si llega a producirse, se hará realidad después de su muerte.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

El Día del Santo

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Dice el proverbio que las aventuras son para los aventureros. Muy a menudo, sin embargo, les acaecen a los que no lo son, a los retraídos, a los tímidos por constitución. La naturaleza había dotado a John James Abbleway con ese tipo de disposición que evita instintivamente las intrigas carlistas, las cruzadas en los barrios bajos, el rastreo de los animales salvajes heridos y la propuesta de enmiendas hostiles en las reuniones políticas. Si se hubieran interpuesto en su camino un perro furioso o un mullah loco, les habría cedido el paso sin vacilar. En el colegio había adquirido de mala gana un conocimiento total de la lengua alemana por deferencia a los deseos, claramente expresados, de un maestro en lenguas extranjeras, que aunque enseñaba materias modernas, empleaba métodos anticuados al dar sus lecciones. Se vio forzado así a familiarizarse con una importante lengua comercial que posteriormente condujo a Abbleway a tierras extranjeras, en las que resultaba menos sencillo protegerse de las aventuras que en la atmósfera de orden de una ciudad rural inglesa. A la empresa para la que trabajaba le pareció conveniente enviarle un día en una prosaica misión de negocios hasta la lejana ciudad de Viena; y una vez que llegó allí, allí le mantuvo, atareado en prosaicos asuntos comerciales, pero con la posibilidad del romance y la aventura, o también del infortunio, al alcance de la mano. Sin embargo, tras dos años y medio de exilio, John James Abbleway sólo se había embarcado en una empresa azarosa, pero de una naturaleza tal que seguramente le habría abordado antes o después aunque hubiera llevado una vida tranquila y resguardada en Dorking o Huntingdon.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Benefactora y el Gato Satisfecho

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Jocantha Bessbury andaba en plan de sentirse feliz, serena y bondadosa. El mundo en que vivía era un lugar ameno, y ese día mostraba una de sus facetas más amenas. Gregory había logrado venir a casa para almorzar de prisa y fumarse un pitillo en el acogedor cuartito de descanso; el almuerzo había estado bueno y aún quedaba tiempo para hacerles justicia al café y al tabaco. Ambos eran excelentes a su modo; y Gregory era, a su modo, un marido excelente. Jocantha se sentía más bien tentada a sospechar que como esposa era encantadora, y sospechaba de sobra que tenía una modista de primera.

—No creo que en todo el barrio de Chelsea pueda encontrarse una persona más contenta —observó Jocantha, aludiendo a sí misma—, con la excepción quizás de Attab —prosiguió, echando una mirada al gran gato atigrado que descansaba muy a sus anchas en la esquina del diván—. Míralo ahí, soñando y ronroneando, estirando las patas de vez en cuando en un rapto de mullido bienestar. Parece la mismísima encarnación de todo lo que es suave y sedoso y aterciopelado, sin un ángulo brusco en su postura, todo un visionario cuya filosofía es la de soñar y dejar soñar; y luego, cuando cae la tarde, sale al jardín con un destello rojo en la mirada y atrapa algún gorrión desprevenido.

—Teniendo en cuenta que cada pareja de gorriones empolla diez o más crías al año, mientras sus fuentes de alimentación permanecen estacionarias, está muy bien que a los Attabs de la comunidad se les ocurra pasar una tarde entretenida —dijo Gregory.

Habiéndose aliviado de este sabio comentario, encendió otro cigarrillo, se despidió de Jocantha con cariño juguetón y partió al ancho mundo.

—Recuerda: esta noche cenamos un poquito temprano, porque después iremos al teatro —alcanzó a gritarle ella.


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Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Un Toque de Realismo

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—Espero que venga lleno de sugerencias para la Navidad —dijo lady Blonze al último en llegar de sus invitados—. Ya hemos tenido muchas Navidades a la antigua y Navidades puestas al día. Este año quiero algo realmente original.

—El mes pasado estuve con los Matheson y tuvimos una idea muy buena —intervino Blanche Boveal con ilusión—. Cada uno de los invitados a la fiesta era un personaje y se tenía que comportar coherentemente con él todo el tiempo; al final, había que adivinar cuál era el personaje de cada uno. Aquel al que se le adivinaba qué personaje había representado, ganaba un premio.

—Parece divertido —comentó lady Blonze.

—Yo era San Francisco de Asís —siguió diciendo Blanche—. No era necesario que el personaje fuera de nuestro sexo. Me levantaba en mitad de una comida y echaba de comer a los pájaros; ya sabéis, lo que más recuerda uno de San Francisco es que estaba enamorado de los pájaros. Pero todos fueron muy estúpidos y pensaron que yo era el anciano que da de comer a los gorriones en los jardines de las Tullerías. El coronel Pentley era el Alegre Miller a las orillas del Dee.

—¿Y cómo pudo representarlo? —preguntó Bertie van Tahn.

—Se pasaba todo el tiempo riendo y cantando, de la mañana a la noche —explicó Blanche.

—Pues qué terrible para los demás —comentó Bertie—. Y además no estaba a las orillas del Dee.

—Eso teníamos que imaginárnoslo —respondió Blanche.

—Pues si se podía imaginar esto, también se podía imaginar que el ganado estaba a la otra orilla y él lo llamaba para que volviera a casa a través de las arenas del Dee. O se podía cambiar el río por el Yarrow e imaginar que estaba encima, y decir que era Willie, o como quiera qué se llamase, ahogado en el Yarrow.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

El Membrillo

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—Acabo de ver a la pobre Betsy Mullen —le anunció Vera a su tía, la señora Bebberly Cumble—. Parece que lleva bastante mal lo de la renta. Debe unas quince semanas y dice que no sabe dónde puede conseguir el dinero.

—Betsy Mullen siempre tiene dificultades con el alquiler, y cuanto más le ayuda la gente menos se preocupa al respecto —contestó la tía—. Lo que es seguro es que no voy a ayudarla más. La verdad es que tendrá que irse a una casita más pequeña y barata; hay varias al otro lado del pueblo por la mitad del alquiler que está pagando, o que se supone debería estar pagando. Hace ya un año que le dije que debía mudarse.

—Pero no conseguiría un jardín tan agradable en ningún otro lugar —protestó Vera—. Con ese membrillo tan alegre en la esquina. Creo que no existe otro membrillo en toda la parroquia. Además, jamás hace dulce de membrillo; creo que tener un membrillo y no hacer dulce con él demuestra una gran fuerza de carácter. No es posible que abandone ese jardín.

—Cuando una tiene dieciséis años dice que son imposibles algunas cosas que simplemente son desagradables —contestó severamente la señora Bebberly Cumble—. No sólo es posible que Betsy Mullen se mude a una casa más pequeña, sino también deseable; apenas tiene muebles suficientes para llenar esa gran casa.

—Si hablamos de valor —añadió Vera tras una breve pausa—, hay más en la casa de Betsy que en cualquier otra casa en millas a la redonda.

—Tonterías; hace tiempo que se deshizo de toda la porcelana antigua que tenía —dijo la tía.

—No estoy hablando de nada que pertenezca a la propia Betsy —añadió oscuramente Vera—. Pero claro, no sabes lo que yo sé, y supongo que no debería decírtelo.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Jacinto

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—La nueva moda de introducir a los hijos de los candidatos en las campañas electorales es muy conveniente —dijo la señora Panstreppon—; elimina en parte la esperanza de las contiendas partidarias y constituye una experiencia interesante que los niños podrán evocar al cabo de los años. Con todo, si sigues mi consejo, Matilda, no lleves a Jacinto a Luffbridge el día de las elecciones.

—¡No llevar a Jacinto! —exclamó su madre— pero ¿por qué no? Jutterly lleva a sus tres hijos, que van a conducir un par de burritos de Nubia por todo el pueblo, para poner de relieve el hecho de que su padre ha sido designado secretario colonial. En nuestra campaña apoyamos una marina fuerte, y lo apropiado será que Jacinto aparezca vestido con su trajecito de marinero. Lucirá celestial.

—La cuestión no es cómo lucirá sino cómo se comportará. Es un niño delicioso, por supuesto. Pero hay en él una corriente de belicosidad irreprimible que estalla a veces de modo alarmante. Puede que tú hayas olvidado lo de los hijos de Gaffin; yo no.

—Me encontraba en la India por entonces y sólo tengo un vago recuerdo de lo que sucedió; se mostró muy travieso, lo sé.

—Iba en su carrito tirado por una cabra y se topó con los pequeños Gaffin en su cochecito; lanzó la cabra sobre ellos y volcó el cochecito. El pequeño Jacky Gaffin quedó atrapado y mientras la niñera trataba de sujetar a la cabra, Jacinto comenzó a azotar las piernas a Jacky con su cinturón, como una pequeña furia.

—No lo defiendo —dijo Matilda—, pero ellos deben haber hecho algo que lo molestara.


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Publicado el 14 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Jauría del Destino

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Bajo la mortecina luz de una tarde de otoño encapotada, Martin Stoner marchaba con paso laborioso por trochas convertidas en pantanos y caminos surcados por carriles que conducían a no sabía exactamente dónde. Más adelante, suponía, estaba el mar; y hacia allí parecían decididas a llevarlo sus pisadas. Le habría costado explicar por qué bregaba hasta el agotamiento por alcanzar aquella meta, a menos que hubiera sido presa del instinto que en último extremo conduce al precipicio al ciervo acorralado. En su caso, la jauría del destino sí que acosaba con porfía implacable. El hambre, el cansancio y la desesperación tenían embotado su cerebro, y a duras penas le alentaban las fuerzas para preguntarse por el oculto impulso que lo hacía avanzar. Stoner era uno de esos infortunados individuos que parecen haberlo intentado todo; la imprevisión y la holgazanería innatas siempre se habían interpuesto para malograr toda posibilidad de éxito, así fuera moderado. Y ahora estaba en las últimas y no había nada más que intentar. La desesperación no había despertado en él ninguna reserva latente de energía; por el contrario, el sopor mental lo había ido invadiendo a medida que declinaba su fortuna. Con la ropa que llevaba puesta, medio penique en el bolsillo y ni un solo amigo o conocido a quien recurrir, sin perspectivas de una cama para esa noche o de una comida para la mañana, Martin Stoner proseguía su penosa marcha, entre setos mojados y bajo las gotas de los árboles, la mente casi en blanco, a no ser por la vaga conciencia de que más adelante estaba el mar. De vez en cuando se entremetía otra certeza: sabía que tenía un hambre atroz. Al cabo se detuvo junto a un portillo abierto que conducía a un huerto espacioso y bastante descuidado. No se notaban muchas señas de vida, y la casa al otro lado del huerto parecía fría e inhospitalaria.


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Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

El Punto Débil

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—Regresas ahora del funeral de Adelaide, ¿no es cierto? —preguntó sir Lulworth a su sobrino—. Supongo que habrá sido parecido a la mayoría de los funerales.

—Ya te hablaré de él en el almuerzo —contestó Egbert.

—No harás nada semejante. No sería respetuoso ni para la memoria de tu tía abuela ni para el almuerzo. Empezaremos con aceitunas españolas, después tomaremos una sopa «Borsch», seguida de más aceitunas con algún ave, con un vino del Rin bastante atractivo que, aunque no ha resultado tan caro como los vinos de ese país, a su manera sigue siendo bastante laudable. En ese menú no hay absolutamente nada que armonice lo más mínimo con el tema de tu tía abuela Adelaide o de su funeral. Fue una mujer encantadora, inteligente como cualquiera puede serlo, pero tenía algo que me recordaba siempre la idea que se hace un cocinero inglés del curry de Madras.

—Solía decir que eras bastante frívolo —comentó Egbert. En su tono había algo que sugería que aceptaba bastante ese veredicto.

—Creo que en una ocasión la escandalicé bastante con la afirmación de que un caldo claro es para la vida un factor más importante que una conciencia clara. Tenía muy poco sentido de las proporciones. Y a propósito, te nombró su heredero principal, ¿no es así?

—Cierto —contestó Egbert—. Y también el albacea testamentario. A ese respecto quería hablar contigo.

—Los negocios no son mi punto fuerte en ningún momento —replicó sir Lulworth—, pero desde luego todavía lo son menos cuando nos encontramos en el umbral inmediato del almuerzo.

—No se trata exactamente de negocios —explicó Egbert siguiendo a su tío hasta el comedor—. Es algo bastante serio. Muy serio.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Prima Teresa

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Cuando Basset Harrowcluff regresó a casa de sus padres tras una ausencia de cuatro años estaba claramente satisfecho de sí mismo. Sólo tenía treinta y un años, pero había prestado un útil servicio en un apartado pero importante rincón del mundo. Había pacificado una provincia, abierto una ruta comercial, forzado la tradición de respeto que es el equivalente al rescate de muchos reyes en regiones remotas, y lo había hecho todo gastando bastante menos de lo que se necesitaría para organizar una sociedad benéfica en su país natal. En Witehall y en los lugares que cuentan, sin duda contaban con él. Su padre se permitió imaginar que no sería inconcebible que el nombre de Basset figurara en la siguiente lista de condecoraciones.

Basset sentía bastante desprecio por su hermanastro Lucas, al que encontró febrilmente absorto en la misma mezcla de elaboradas tonterías que habían requerido todo su tiempo y energía hacía cuatro años, o casi tanto como era capaz de recordar. Era el desprecio del hombre de acción por el hombre de actividades; y probablemente era un desprecio recíproco. Lucas era un individuo excesivamente bien alimentado, unos nueve años mayor que Basset, con un color que en un espárrago se habría considerado como signo de cultivo intensivo, pero que en este caso significaba probablemente que simplemente se abstenía de hacer cualquier ejercicio. El cabello y la frente proporcionaban una nota recesiva en una personalidad que, en todos los demás aspectos, era penetrante y enérgica. No existía ciertamente sangre semita en los antepasados de Lucas, pero su aspecto transmitía por lo menos una sugestión de extracción judía. Clovis Sangrail, que conocía de vista a la mayoría de sus amigos, decía que era sin la menor duda un caso de mimetización protectora.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

El Golpe Más Cruel

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


La temporada de las huelgas parecía haberse detenido. Casi todos los comercios, industrias y profesiones en los que había sido posible producir una dislocación, se habían permitido ese lujo. La última convulsión, y la de menos éxito, había sido la huelga del Sindicato Mundial de Ayudantes de Parques Zoológicos, quienes mientras discutían ciertas demandas se habían negado a cuidar de las necesidades de los animales entregados a su cargo evitando que cualquier otro ayudante ocupara su puesto. En este caso la crisis se intensificó y precipitó por la amenaza de las autoridades de los Parques Zoológicos de que si los hombres «abandonaban» sus puestos de trabajo, los animales abandonarían también el recinto. La perspectiva inminente de que los carnívoros más grandes, por no hablar de los rinocerontes y bisontes, camparan a su voluntad y en ayunas por el corazón de Londres no permitía conferencias prolongadas. El Gobierno del presente, que por su tendencia a ir con unas horas de retraso con respecto al curso de los acontecimientos había sido apodado el Gobierno del Futuro, se vio obligado a intervenir con prontitud y decisión. Una nutrida fuerza de chaquetas azules fue enviada a Regent's Park para que se hiciera cargo de los deberes temporalmente abandonados por los huelguistas. Los chaquetas azules fueron elegidos con preferencia a las fuerzas terrestres en parte por la tradicional disposición de la Armada Británica a ir a cualquier parte y hacer cualquier cosa, y en parte por razón de la familiaridad del marinero con los monos, loros y otros animales tropicales, pero sobre todo por la urgente petición del Primer Lord del Almirantazgo, que tenía grandes deseos de aprovechar la oportunidad de realizar un acto personal de servicio público discreto dentro de las atribuciones de su departamento.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

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