La Disuasión de Tarrington
Hector Hugh Munro "Saki"
Cuento
—¡Dios! —exclamó la tía de Clovis—. Allí viene. No me acuerdo de su nombre, pero almorzó una vez con nosotros. Tarrington… sí, eso. Se enteró del picnic que voy a ofrecer a la Princesa, y va a pegárseme como un salvavidas hasta que lo invite. Luego me preguntará si puede traer a todas sus mujeres, madres y hermanas. Eso es lo malo de estos pequeños reductos balnearios: uno no puede escaparse de nadie.
—Si quieres huir ya —se ofreció Clovis— puedo librar una acción de retaguardia; si no pierdes tiempo, tienes unos buenos diez metros de ventaja.
La tía de Clovis dio su decidido beneplácito a la sugestión y se alejó meneándose como un vapor del Nilo, con una ola de pequineses como estela.
—Finge que no lo conoces —fue su consejo de partida, teñido del osado coraje de quien no combate.
Un momento después las aperturas de un caballero afablemente dispuesto eran recibidas por Clovis con una mirada que denotaba absoluta falta de familiaridad con el objeto escudriñado.
—Supongo que no me conoce por los bigotes —dijo el recién llegado—. Me los dejo crecer desde hace dos meses.
—Por el contrario —dijo Clovis—, los bigotes son lo único en usted que me resulta familiar. Estoy seguro de haberlos conocido antes en alguna parte.
—Me llamo Tarrington —prosiguió el candidato a ser reconocido.
—Un apellido muy útil —dijo Clovis—; con un apellido así a nadie se le ocurriría culparlo de no haber hecho algo particularmente heroico o notable, ¿no le parece? Y sin embargo, si quisiera usted organizar un cuerpo de caballería ligera en un momento de emergencia nacional, «La Caballería Ligera de Tarrington» sería un nombre apropiado y estimulante, cosa que no ocurriría si usted se llamara Spoopin, por ejemplo. Nadie, ni siquiera en un momento de emergencia nacional, querría pertenecer a la Caballería de Spoopin.
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Publicado el 14 de mayo de 2018 por Edu Robsy.