Textos más populares este mes de Hector Hugh Munro "Saki" | pág. 4

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autor: Hector Hugh Munro "Saki"


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Los Fabuladores

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Era otoño en Londres, esa bendita estación entre la aspereza del invierno y las insinceridades del verano; una estación confiable cuando se compran bulbos y cada uno procede a registrar su voto, creyendo perpetuamente en la primavera y en un cambio de gobierno.

Morton Crosby estaba sentado en un banco en un apartado rincón de Hyde Park, disfrutando indolentemente de un cigarrillo y observando el paseo de un par de gansos árticos que pastaban lentamente; el macho parecía una edición albina de la rojiza hembra. Con el rabillo del ojo Crosby también advertía con cierto interés los vacilantes giros de una figura humana, que había pasado y vuelto a pasar por su asiento dos o tres veces a intervalos cada vez más cortos, como un cuervo cauteloso a punto de posarse cerca de un bocado posiblemente comestible. Inevitablemente, la figura vino a ubicarse en el banco a una distancia adecuada como para conversar con su ocupante original. La vestimenta desaliñada, la agresiva barba grisácea y la mirada furtiva, evasiva, del recién llegado, delataban al vendedor ambulante profesional, el hombre que soportaría horas humillantes de hilvanar historias y soportar desaires antes que aventurarse en un trabajo decente de media jornada.

Durante un rato, el recién llegado mantuvo la mirada fija hacia el frente con una mirada enérgica aunque sin ver nada; luego su voz resonó con la inflexión de alguien que tiene una historia para contar digna del tiempo requerido por cualquier persona inactiva para escucharla.

—Es un mundo extraño —dijo.

Como la declaración no recibió repuesta, le dio la forma de una pregunta.

—Me atrevo a decir que usted ha descubierto que éste es un mundo extraño, señor.

—En lo que me concierne —dijo Crosby—, la extrañeza se ha agotado en el curso de treinta y seis años.


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4 págs. / 7 minutos / 64 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Los Huéspedes

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—El paisaje que se ve desde nuestras ventanas es verdaderamente encantador —dijo Anabel—; esos huertos de cerezos y esos prados verdes, y el río que serpentea a lo largo del valle, y la torre de la iglesia asomándose entre los olmos, todo eso hace una verdadera pintura. Hay algo aquí terriblemente soñoliento y lánguido, sin embargo; el estancamiento parece ser la nota dominante. Nunca pasa nada; tiempo de sembrar y de cosechar, una ocasional epidemia de sarampión o una tempestad moderadamente destructiva, y un poco de excitación por las elecciones más o menos una vez cada cinco años, eso es todo lo que tenemos para alterar la monotonía de nuestras existencias. ¿Más bien horrible, no es cierto?

—Por el contrario —dijo Matilde— me parece suave y reposado; pero, por supuesto, tú sabes que yo he vivido en países en los que sí pasan cosas, muchísimas al mismo tiempo, cuando uno no está preparado para que pasen todas a la vez.

—Eso, por supuesto, es algo distinto —dijo Anabel.

—No podría olvidar —dijo Matilde—, la vez que el Obispo de Bequar nos hizo una visita inesperada; iba a poner la primera piedra de la casa de una misión o algo por el estilo.

—Yo pensaba que allá ustedes estaban siempre preparados para que les cayeran huéspedes de emergencia —dijo Anabel.


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4 págs. / 8 minutos / 136 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Los Intrusos

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


En medio de un bosque de abigarrada vegetación, situado en un paraje de los confines orientales de los Cárpatos, cierta noche de invierno se hallaba un hombre en atenta observación y a la escucha, como a la espera de que alguna bestia selvática apareciese en su campo de visión y, más tarde, al alcance de su rifle. Pero la pieza que mantenía tan viva su atención no era de las que figuran en los calendarios de los cazadores legales y autorizados; Ulrich von Gradwitz patrullaba por el tenebroso bosque en busca de un enemigo humano.

Las tierras boscosas de Gradwitz eran de considerable extensión y estaban bien provistas de caza; la estrecha franja de abrupto y frondoso bosque que constituía una de sus lindes no se distinguía por la abundancia de caza que albergaba ni por las monterías que proporcionaba; sin embargo, de todas las posesiones territoriales de su propietario, era la más celosamente guardada. Un famoso pleito, en los días de su abuelo, lo había rescatado de la posesión ilegal de una vecina familia de pequeños terratenientes; la parte desposeída nunca había acatado la sentencia del tribunal y una larga serie de disputas por caza furtiva y escándalos similares habían agriado las relaciones entre las familias durante generaciones.


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6 págs. / 12 minutos / 84 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Los Lobos de Cernogratz

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


—¿Y no hay viejas leyendas vinculadas al castillo? —preguntó Conrad a su hermana.

A pesar de ser un próspero comerciante de Hamburgo, Conrad era el único miembro de carácter poético de una familia eminentemente práctica.

La baronesa Gruebel alzó sus abultados hombros.

—En estos viejos sitios no faltan las leyendas. Son fáciles de inventar y no cuestan nada. En el caso presente, dicen que cuando alguien muere en el castillo todos los perros de la aldea y las fieras del bosque aúllan la noche entera. No sería agradable escucharlo, ¿verdad?

—Sería misterioso y romántico —dijo el comerciante de Hamburgo.

—De todos modos no es verdad —dijo la baronesa, llena de complacencia—. Desde que adquirimos el lugar hemos podido comprobar que nada de eso ocurre. Cuando mi buena suegra murió en la pasada primavera todos prestamos atención, pero no hubo aullidos. Se trata simplemente de un cuento que le imprime dignidad al lugar sin costo alguno.

—La leyenda no es como usted la ha contado —dijo Amalie, la vieja y peliblanca institutriz.

Todos volvieron hacia ella la cabeza, llenos de asombro. De costumbre se sentaba a la mesa en silencio, compuesta y apartada, sin hablar nunca, a menos que alguien le dirigiera la palabra; y eran pocos los que se tomaban la molestia de entablar conversación con ella. Hoy la invadía una locuacidad insólita. Siguió hablando, con voz rápida y excitada, mirando al frente y al parecer sin dirigirse a nadie en particular.


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5 págs. / 9 minutos / 61 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Sredni Vashtar

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Conradín tenía diez años y, según la opinión profesional del médico, el niño no viviría cinco años más. Era un médico afable, ineficaz, poco se le tomaba en cuenta, pero su opinión estaba respaldada por la señora De Ropp, a quien debía tomarse en cuenta. La señora De Ropp, prima de Conradín, era su tutora, y representaba para él esos tres quintos del mundo que son necesarios, desagradables y reales; los otros dos quintos, en perpetuo antagonismo con aquéllos, estaban representados por él mismo y su imaginación. Conradín pensaba que no estaba lejos el día en que habría de sucumbir a la dominante presión de las cosas necesarias y cansadoras: las enfermedades, los cuidados excesivos y el interminable aburrimiento. Su imaginación, estimulada por la soledad, le impedía sucumbir.

La señora De Ropp, aun en los momentos de mayor franqueza, no hubiera admitido que no quería a Conradín, aunque tal vez habría podido darse cuenta de que al contrariarlo por su bien cumplía con un deber que no era particularmente penoso. Conradín la odiaba con desesperada sinceridad, que sabía disimular a la perfección. Los escasos placeres que podía procurarse acrecían con la perspectiva de disgustar a su parienta, que estaba excluida del reino de su imaginación por ser un objeto sucio, inadecuado.


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5 págs. / 9 minutos / 131 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Tendencias Encontradas

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Vanessa Pennington tenía un marido que era pobre, con pocos atenuantes, y un enamorado que, si bien era holgadamente rico, tenía el inconveniente de ser escrupuloso. Su fortuna lo hacía aceptable a los ojos de Vanessa, pero su código de honor lo impulsaba a alejarse y olvidarla, o cuando más a recordarla al hacer una pausa entre las muchas otras ocupaciones que tenía. Y aunque Alaric Clyde amaba a Vanessa y creía que la amaría por siempre, sin darse cuenta se fue dejando cortejar y conquistar por una amante más seductora: se figuraba que su continua huida del trato de los hombres era un exilio que él mismo se había impuesto, pero su corazón estaba preso en el hechizo de la naturaleza, y la naturaleza se le mostraba amable y bella. Cuando se es libre, joven y robusto, las tierras primitivas pueden ser muy amables y muy bellas. Lo prueban las legiones de hombres que una vez fueron libres, jóvenes y robustos, y que ahora sacan de la basura el alimento de sus almas; porque, habiendo antaño conocido y amado a la naturaleza, se desprendieron de sus lazos y se desviaron por caminos trillados.


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7 págs. / 12 minutos / 62 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


James Cushat—Prinkly era un joven que siempre había abrigado la firme convicción de que un día de estos iba a casarse; y hasta los treinta y cuatro años de edad no había hecho nada para justificarla. Quería y admiraba a un gran número de mujeres, en conjunto y desapasionadamente, sin dedicar a una en particular ninguna consideración matrimonial, lo mismo que uno puede admirar los Alpes sin por ello querer ser dueño de un pico en concreto. Su falta de iniciativa a este respecto despertaba cierto grado de impaciencia entre las mujeres románticas del círculo hogareño. Su madre, sus hermanas, una tía que vivía con ellos y dos o tres comadres íntimas contemplaban su moroso acercamiento al estado conyugal con una desaprobación que harto distaba de ser muda. Sus coqueteos más inocentes eran vigilados con la intensa avidez con que un grupo de foxterriers escrutaría los más leves movimientos de un ser humano que diera razonables indicios de poder sacarlos a pasear. Ningún mortal de corazón decente resiste durante mucho tiempo las súplicas de varios pares de ojos perrunos anhelantes de un paseo; James Cushat—Prinkly no era tan terco o indiferente a las influencias caseras como para hacer caso omiso del deseo expreso de su familia de que se enamorara de alguna chica agradable y casadera; y cuando su tío Jules abandonó esta vida y le legó una no muy modesta herencia, de veras pareció que lo correcto sería acometer la empresa de descubrir a alguien con quien compartirla. Llevaba adelante este proceso de descubrimiento más por la fuerza del peso y las sugerencias de la opinión pública que por iniciativa propia.


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5 págs. / 8 minutos / 305 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Tobermory

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Era una tarde lluviosa y desapacible de fines de agosto durante esa estación indefinida en que las perdices están todavía a resguardo o en algún frigorífico y no hay nada que cazar, a no ser que uno se encuentre en algún lugar que limite al norte con el canal de Bristol. En tal caso se pueden perseguir legalmente robustos venados rojos. Los huéspedes de lady Blemley no estaban limitados al norte por el canal de Bristol, de modo que esa tarde estaban todos reunidos en torno a la mesa del té. Y, a pesar de la monotonía de la estación y de la trivialidad del momento, no había indicio en la reunión de esa inquietud que nace del tedio y que significa temor por la pianola y deseo reprimido de sentarse a jugar bridge. La ansiosa atención de todos se concentraba en la personalidad negativamente hogareña del señor Cornelius Appin. De todos los huéspedes de lady Blemley era el que había llegado con una reputación más vaga. Alguien había dicho que era "inteligente", y había recibido su invitación con la moderada expectativa, de parte de su anfitriona, de que por lo menos alguna porción de su inteligencia contribuyera al entretenimiento general. No había podido descubrir hasta la hora del té en qué dirección, si la había, apuntaba su inteligencia. No se destacaba por su ingenio ni por saber jugar al croquet; tampoco poseía un poder hipnótico ni sabía organizar representaciones de aficionados. Tampoco sugería su aspecto exterior esa clase de hombres a los que las mujeres están dispuestas a perdonar un grado considerable de deficiencia mental. Había quedado reducido a un simple señor Appin y el nombre de Cornelius parecía no ser sino un transparente fraude bautismal. Y ahora pretendía haber lanzado al mundo un descubrimiento frente al cual la invención de la pólvora, la imprenta y la locomotora resultaban meras bagatelas.


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8 págs. / 15 minutos / 161 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Una Tarea de Vacaciones

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Kenelm Jerton entró en el comedor del Golden Galleon Hotel en el momento de la aglomeración de la hora del almuerzo. Estaban ocupados casi todos los asientos, por lo que habían puesto unas pequeñas mesas adicionales allí donde el espacio lo permitía para acomodar a los rezagados, con el resultado de que muchas de las mesas casi se tocaban. Jerton fue conducido por un camarero hasta la única mesa libre que podía verse, tomando asiento con la incómoda idea, totalmente infundada, de que todos los que estaban allí le miraban. Era un hombre joven de aspecto ordinario, de vestido y maneras discretas, pero no podía deshacerse totalmente de la idea de que estaba intensamente iluminado ante la atención pública, como si fuera un notable o un conocido excéntrico. Tras haber pedido su almuerzo, se produjo el inevitable intervalo de espera, en el que no tenía otra cosa que hacer que mirar el jarrón de flores que había en su mesa y ser contemplado (en su imaginación) por varias jóvenes vestidas a la moda, algunas personas más maduras del mismo sexo y un judío de aspecto satírico. Con el fin de enfrentarse a la situación con cierta apariencia despreocupada, se mostró falsamente interesado por el contenido del jarrón.

—¿Sabe usted cómo se llaman estas rosas? —preguntó al camarero. El camarero estaba dispuesto en todo momento a ocultar su ignorancia respecto a los elementos de la lista de vino o del menú, pero respecto al nombre específico de las rosas era absolutamente ignorante.

—Amy Silvester Partington —dijo una voz junto al codo de Jerton.

La voz procedía de una joven de rostro agradable y bien vestida, sentada en la mesa que casi tocaba la de Jerton. Éste le agradeció, presurosa y nerviosamente, la información, añadiendo algún comentario inconsecuente acerca de las flores.


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Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Clovis y las Responsabilidades de los Padres

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


Marión Eggelby estaba sentada junto a Clovis hablando del único tema del que le gustaba conversar: sus hijos y sus diversas perfecciones y logros. El estado de ánimo en el que se encontraba Clovis no podría describirse como receptivo; la generación juvenil de Eggelby, representada con los improbables colores brillantes del impresionismo maternal, no despertaba en él entusiasmo alguno. Pero la señora Eggelby tenía entusiasmo suficiente para los dos.

—Le gustaría Eric —dijo en un tono que, más que la esperanza, expresaba su disponibilidad a la discusión. Clovis ya le había dado a entender de manera absolutamente inequívoca que era muy improbable que se interesara demasiado por Amy o por Willie—. Sí, estoy convencida de que Eric le gustaría. Le cae bien a todo el mundo enseguida. ¿Sabe?, siempre me recuerda ese famoso cuadro del joven David... he olvidado quién lo pintó, pero es muy conocido.

—Eso bastaría para ponerme en su contra, si le veo demasiado —intervino Clovis—. Imagínenos, por ejemplo, en un bridge subastado, cuando uno trata de concentrarse en cuál ha sido la afirmación primera de su compañero, y recodar qué palos rechazaron en principio sus oponentes... piense lo que sería tener a alguien que persistentemente te recuerda un cuadro del joven David. Sería simplemente enloquecedor. Si me pasara eso con Eric, le detestaría.

—Eric no juega al bridge —afirmó con dignidad la señora Eggelby.

—¿Que no juega? —preguntó Clovis—. ¿Por qué no?

—He educado a mis hijos para que no jueguen a las cartas. Les estimulo para que jueguen a las damas, al salto de fichas, a ese tipo de cosas. A Eric se le considera como un jugador de damas maravilloso.


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3 págs. / 5 minutos / 92 visitas.

Publicado el 13 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

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