Textos más largos de Henry James | pág. 4

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autor: Henry James


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Pandora

Henry James


Cuento


Capítulo 1

Desde hace tiempo es habitual que los barcos a vapor de la North German Lloyd, que transportan pasajeros de Bremen a Nueva York, fondeen durante unas horas en el tranquilo puerto de Southampton, donde el cargamento humano recibe considerables adiciones. Hace algunos años, un joven y despierto alemán, el conde Otto Vogelstein, dudaba sobre si censurar o aprobar dicha costumbre. Apoyado sobre la barandilla de cubierta del Danau observaba con curiosidad, tedio y desdén, a través del humo de su cigarro, cómo los pasajeros americanos (la mayoría de los viajeros que embarcan en Southampton son de dicha nacionalidad) cruzaban el pantalán y eran engullidos por la enorme estructura del barco, dentro de la cual tenía el conde la reconfortante certeza de disponer de un nido propio. Contemplar desde su aventajada posición los esfuerzos de los menos afortunados (los desinformados, los desasistidos, los demorados, los desorientados) resulta siempre una ocupación no exenta de deleite, y nada había que pudiese mitigar la complacencia con la que nuestro joven amigo se entregaba a ella, es decir, nada salvo cierta benevolencia innata aún no erradicada por la consciencia de su relevancia funcionarial. Porque el conde Vogelstein era funcionario, como supongo habrán deducido por su espalda erguida, por el lustre de sus gafas de montura ligera y sofisticada y por ese algo, entre discreto y diplomático, en la ondulación de su bigote, el cual parecía contribuir en gran medida a la que, según los cínicos, constituye la función primordial de los labios: la activa ocultación del pensamiento.


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67 págs. / 1 hora, 57 minutos / 90 visitas.

Publicado el 9 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

El Banco de la Desolación

Henry James


Novela corta


I

En su opinión, a lo largo de su última y desagradable charla, ella le había transmitido prácticamente la insinuación, la espantosa, brutal y vulgar amenaza, aunque, a pesar del valor y la confianza que le quedaban —confianza en lo que alegremente él hubiera llamado con un poco más de agresividad la fuerza de su posición—, había juzgado mejor no tomarlo en cuenta. Pero ahora no se trataba de no entender o de fingir que no entendía; las amenazadoras y repulsivas palabras que despiadadamente salían de sus labios, eran como dedos de una mano que ella se metiera en el bolsillo con el fin de extraer el monstruoso objeto que mejor sirviera para —¿cómo podría definirlo?— una declaración de guerra.

—Si dentro de tres días no he recibido una respuesta distinta por su parte, pondré el asunto en manos de mi abogado, a quien, por si le interesa saberlo, ya he visto. Presentaré una denuncia por «incumplimiento de promesa matrimonial» contra usted, Herbert Dodd, tan cierto como que me llamo Kate Cookham.


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65 págs. / 1 hora, 54 minutos / 100 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Eugene Pickering

Henry James


Cuento


1

Esto sucedió en Homburg, hace varios años, antes de que el juego se hubiese prohibido. La noche era bastante cálida, y todo el mundo se había congregado en la terraza del Kursaal y la explanada inmediata, con el fin de escuchar a la excelente orquesta; mejor dicho, medio mundo, pues la concurrencia era parejamente masiva en las salas de juego, alrededor de las mesas. Por doquier el gentío era grande. La velada era perfecta, la temporada estaba en su apogeo, las abiertas ventanas del Kursaal arrojaban largos haces de luz artificial hacia los oscuros bosques y, de vez en cuando, en las pausas de la música, casi se podía oír el tintineo de los napoleones y las metálicas apelaciones de los crupieres alzarse sobre el expectante silencio de las salas. Yo había estado vagando con una amiga, y al fin nos disponíamos a sentarnos. Empero, las sillas escaseaban. Ya había logrado capturar una, pero no parecía fácil hallar la segunda que nos faltaba. Me encontraba a punto de desistir resignado e insinuar que nos encamináramos a los divanes damasquinados del Kursaal, cuando observé a un joven indolentemente sentado en uno de los objetos de mi búsqueda, con los pies apoyados en los palos de otro más. Esto excedía la cuota de lujo que legítimamente le correspondía, conque prestamente me acerqué a él. Desde luego pertenecía a la especie que mejor sabe, en casa y fuera de ella, proveer a su propia comodidad; mas algo en su apariencia sugería que su actual proceder se debía más bien a desapercibimiento que a egocentrismo. Se hallaba con la vista fija en el director de orquesta y atendía absorto a la música. Tenía las manos enlazadas bajo sus largas piernas, y su boca se entreabría con aire casi embobado.

—Hay aquí tan pocas sillas —dije— que necesito suplicarle que me ceda una de ellas.


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61 págs. / 1 hora, 48 minutos / 56 visitas.

Publicado el 9 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

El Alumno

Henry James


Novela corta


I

El pobre joven dudaba y no acababa de decidirse: le suponía un gran esfuerzo abordar el tema económico, hablar de dinero con una persona que sólo hablaba de sentimientos y, por así decirlo, de sentimientos elevados. Sin embargo, no quería despedirse, considerando cerrado su compromiso, sin que se echara una mirada más convencional en esa dirección, pues apenas permitía posibilidad alguna el modo en que planteaba el asunto la afable y corpulenta dama que se hallaba sentada ante él, manoseando unos estropeados guantes de ante con su enjoyada mano regordeta, estrujándolos y deslizándolos al mismo tiempo, y repitiendo una y otra vez toda clase de asuntos, excepto aquello que a él le hubiera gustado escuchar. Le hubiera gustado oír la cifra de su salario; pero justo en el mismo momento en que el joven, con nerviosismo, se disponía a hacer sonar esa nota, regresó el niño —a quien la señora Moreen había enviado fuera de la habitación a buscar su abanico. Volvió sin el abanico, limitándose a decir que no lo encontraba. Mientras soltaba esa cínica confesión, clavó con firmeza la mirada en el candidato a obtener el honor de ocuparse de su educación. Este pensó, con cierta preocupación, que lo primero que tendría que enseñarle a su pupilo sería cómo debía dirigirse a su madre —especialmente que no debía darle una respuesta tan inapropiada como aquélla.

Cuando la señora Moreen utilizó aquel pretexto para deshacerse de la compañía del niño, Pemberton supuso que lo hacía precisamente para abordar el delicado asunto de su remuneración. Pero lo había hecho tan sólo para comentar algunas cosas que a un niño de once años no le convenía escuchar. Elogió a su hijo exageradamente, exceptuando un momento en que bajó la voz hasta convertirla en un susurro, dándose al mismo tiempo golpecitos en la parte izquierda de su tórax:


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61 págs. / 1 hora, 47 minutos / 129 visitas.

Publicado el 5 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Compañeros de Viaje

Henry James


Novela corta


La Última Cena de Leonardo en Milán es indiscutiblemente la pintura más impresionante de Italia. Parte de su inmensa solemnidad se debe sin duda a que es una de las primeras grandes obras maestras italianas que salen al paso cuando se desciende desde el norte. Otra fuente secundaria de interés radica en la absoluta perfección de su deterioro. La imaginación experimenta un extraño deleite al cubrir cada uno de sus espacios vacíos, borrando su completa corrupción y reparando en la medida de lo posible su triste desaliño. La mejor prueba de su poderosa fuerza y perfección es el hecho de que, pese a haber perdido tanto, conserve todavía tanta belleza. Una elegancia inextinguible persiste en sus vagos trazos y en sus cicatrices sin cura; aún queda lo suficiente como para que el espectador pueda admirar la insondable sabiduría del artista. El lector recordará que el fresco cubre un muro en el extremo de lo que fue el refectorio de un antiguo monasterio, actualmente disuelto, cuyo recinto está ocupado por un regimiento de caballería. Los caballos piafan y los soldados emiten sus juramentos en los claustros donde una vez resonaron los sobrios pasos de las sandalias monásticas y donde los frailes de voces sumisas se dirigían piadosos saludos.


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59 págs. / 1 hora, 44 minutos / 103 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Adina

Henry James


Cuento


Parte I

Habíamos estado hablando sobre Sam Scrope alrededor del fuego —conscientes, todos nosotros, de la norma de mortuis. Nuestro anfitrión, sin embargo, había permanecido en silencio, un poco para mi sorpresa, pues sabía que había sido particularmente cercano a nuestro amigo. Pero una vez nuestro grupo se hubo disuelto y me quedé a solas con él, avivó el fuego, me ofreció otro puro mientras aspiraba el suyo con aire reflexivo, y me explicó la siguiente historia:


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55 págs. / 1 hora, 36 minutos / 131 visitas.

Publicado el 7 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

El Rincón de la Dicha

Henry James


Novela corta


I

—Todos me preguntan mi opinión sobre todo —dijo Spencer Brydon—, y respondo como puedo dando por sentada la pregunta o eludiéndola, quitándomelos de encima con cualquier tontería. En realidad, a nadie debería importarle —continuó—, porque, incluso aunque fuera posible responder a una demanda tan tonta acerca de un tema tan importante y de modo tan expeditivo mis opiniones seguirían siendo casi en su totalidad algo que solo me concierne a mí.


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50 págs. / 1 hora, 27 minutos / 180 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La Madona del Futuro

Henry James


Cuento


Nos hallábamos conversando sobre artistas con una sola obra maestra en su haber: pintores y poetas que sólo una vez en sus vidas habían sido agraciados por la inspiración divina, que sólo una vez habían accedido al elevado peldaño de la sublimidad.

Nuestro anfitrión nos había estado mostrando una encantadora pintura de gabinete, el nombre de cuyo autor nos era desconocido: alguien, por lo visto, que, tras esforzarse un tiempo por alcanzar el éxito, se había, en apariencia, dejado vencer por el fatal sino de la mediocridad.

Mantuvimos un breve debate sobre lo frecuente del fenómeno, durante el cual observé a H, quien, sentado en silencio mientras terminaba de consumir su cigarro con aire meditativo, al contemplar la pintura que nos habíamos ido pasando alrededor de la mesa, dijo, finalmente:

—No sé hasta qué punto el caso es frecuente, pero conocí a un pobre tipo que llegó a elucubrar esa gran obra maestra sin —y aquí esbozó una leve sonrisa— lograr llevarla a cabo. Apostó por la fama, pero finalmente dejó que se le escapara.


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49 págs. / 1 hora, 26 minutos / 73 visitas.

Publicado el 6 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

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