Textos más vistos de Henry James | pág. 2

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autor: Henry James


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El Mentiroso

Henry James


Novela corta


Capítulo 1

El tren llegó con media hora de retraso y el traslado en coche desde la estación a la casa de campo duró más de lo previsto, de modo que cuando llegó los invitados ya se habían retirado a vestirse para la cena. A él lo llevaron directamente a su habitación, donde las cortinas estaban echadas, las velas encendidas y el fuego resplandecía. Una vez que el criado hubo colocado diligentemente sus ropas, aquel pequeño y cómodo lugar se le antojó más sugerente: parecía prometer una estancia agradable, una compañía variopinta, charlas, encuentros, afinidades, por no hablar de un ambiente muy animado. Él siempre estaba demasiado ocupado con su profesión como para poder ir a menudo al campo, pero había oído hablar a algunas personas, que sin duda disponían de más tiempo, de ciertos lugares en los que «le trataban a uno muy bien». Y él presentía que en Casa Stayes sería así. Cuando se hallaba en el dormitorio de una casa de campo siempre examinaba en primer lugar los libros de los estantes y los grabados de las paredes. Consideraba que estos elementos eran una pauta para valorar la cultura, e incluso el carácter de los anfitriones. A pesar de disponer de poco tiempo para entregarse a semejante actividad, una inspección somera le confirmó que si la literatura era, de modo bastante previsible, básicamente norteamericana y humorística, los cuadros no eran ni estudios de niños a la acuarela ni grabados al uso. Las paredes estaban adornadas con litografías antiguas, principalmente retratos de hacendados con cuellos altos y guantes de montar a caballo, lo que le llevó a pensar, no sin cierto alivio, que en aquella casa la tradición del retrato era algo que se tenía en estima. Encontró también la consabida novela de Le Fanu en la mesita de noche, lectura ideal en una casa de campo pasada la medianoche. Oliver Lyon apenas pudo reprimir los deseos de comenzar a leerla mientras se abotonaba la camisa.


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72 págs. / 2 horas, 7 minutos / 145 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

El Rincón de la Dicha

Henry James


Novela corta


I

—Todos me preguntan mi opinión sobre todo —dijo Spencer Brydon—, y respondo como puedo dando por sentada la pregunta o eludiéndola, quitándomelos de encima con cualquier tontería. En realidad, a nadie debería importarle —continuó—, porque, incluso aunque fuera posible responder a una demanda tan tonta acerca de un tema tan importante y de modo tan expeditivo mis opiniones seguirían siendo casi en su totalidad algo que solo me concierne a mí.


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50 págs. / 1 hora, 27 minutos / 184 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

En la Jaula

Henry James


Novela


I

Desde un principio se le había ocurrido que en su posición, la de una joven que llevaba la vida de un conejillo de Indias o de una urraca en su confinamiento de madera y tela metálica, se relacionaría con muchas personas que no admitirían que la conocían. Por este motivo su emoción era más intensa —aunque singularmente rara, y aun cuando la posibilidad de ser reconocida siguiera siendo escasa— en las ocasiones en que veía entrar a alguien a quien conocía «de fuera», como ella decía, y que podía añadir alguna cosa a la escasa identidad de su cargo. Éste consistía en sentarse allí con dos jóvenes, el otro telegrafista y el ayudante, atender al «receptor acústico», que estaba siempre funcionando, repartir sellos y giros postales, pesar cartas, responder a preguntas estúpidas, dar cambios difíciles y, sobre todo, contar palabras tan innumerables como los granos de arena del mar, las palabras de los telegramas arrojados, de la mañana a la noche, a través del hueco de la alta celosía, al otro lado de una atestada repisa que, de tanto rozarla, le producía dolor en el antebrazo. Esta pantalla transparente excluía, o encerraba, según el lado del estrecho mostrador que el azar le hubiera asignado a cada cual, el rincón más oscuro de una tienda impregnada, y no poco, en invierno, del veneno de un gas de alumbrado continuo, y en cualquier época del año de la presencia de jamones, queso, pescado seco, jabón, barniz, parafina, y otros sólidos y fluidos que ella llegó a distinguir a la perfección por su olor sin consentir en conocerlos por su nombre.


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118 págs. / 3 horas, 27 minutos / 211 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La Copa Dorada

Henry James


Novela


Libro primero. El Príncipe

Primera parte

Capítulo I

Cuando pensaba en ello, el Príncipe se daba cuenta de que Londres siempre le había gustado. El Príncipe era uno de esos romanos modernos que encuentran junto a las orillas del Támesis una imagen más convincente de la fidelidad del antiguo estado que la que habían dejado junto a las orillas del Tíber. Formado en la leyenda de aquella ciudad a la que el mundo entero rendía tributo, veía en el actual Londres, mucho más que en la contemporánea Roma, la verdadera dimensión del concepto de Estado. Se decía el Príncipe que, si se trataba de una cuestión de Imperium, y si uno quería, como romano, recobrar un poco ese sentido, el lugar al que debía ir era al Puente de Londres y, mejor aún, si era en una hermosa tarde de mayo, al Hyde Park Corner. Sin embargo, a ninguno de estos dos lugares, al parecer centros de su predilección, había guiado sus pasos en el momento en que le encontramos, sino que había ido a parar, lisa y llanamente, a Bond Street, en donde su imaginación, propicia ahora a ejercicios de alcance relativamente corto, le inducía a detenerse de vez en cuando ante los escaparates en los que se exhibían objetos pesados y macizos, en oro y plata, en formas aptas para llevar piedras preciosas o en cuero, hierro, bronce, destinados a cien usos y abusos, tan apretados como si fueran, en su imperial insolencia, el botín de victorias alcanzadas en lejanos pagos. Sin embargo, los movimientos del joven Príncipe en manera alguna revelaban atención, ni siquiera cuando se detenía al vislumbrar algunos rostros que pasaban por la calle junto a él bajo la sombra de grandes sombreros con cintajos, u otros todavía más delicadamente matizados por las tensas sombrillas de seda, sostenidas de manera que quedaban con una intencionada inclinación, casi perversa, en los coches del tipo victoria que esperaban junto a la acera.


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750 págs. / 21 horas, 53 minutos / 320 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2017 por Edu Robsy.

La Edad Madura

Henry James


Cuento


Aquel día de abril era templado y luminoso, y el pobre Dencombe, feliz en la presunción de que sus energías se recuperaban, estaba parado en el jardín del hotel, comparando los atractivos de diversos paseos tranquilos, con una parsimonia en la cual, empero, todavía se echaba de ver cierta laxitud. Le gustaba la sensación de Sur, en la medida en que se la pudiera tener en el Norte; le gustaban los acantilados arenosos y los pinos arracimados, incluso le gustaba el mar incoloro. “Bournemouth es el lugar ideal para su salud” había sonado a simple anuncio, pero ahora él se había reconciliado con lo prosaico. El amigable cartero rural, al cruzar por el jardín, acababa de entregarle un paquetito, que él se llevó consigo dejando el hotel a mano derecha y encaminándose con andar circunspecto hasta un oportuno banco que ya conocía, en un recoveco bien abrigado en la ladera del acantilado. Daba al Sur, a las coloreadas paredes de la Isla de Wight, y por detrás estaba guarecido por el oblicuo declive de la pendiente. Se sintió bastante cansado cuando lo alcanzó, y por un momento se notó defraudado; estaba mejor, desde luego, pero, después de todo, ¿mejor que qué? Nunca volvería, como en uno o dos grandes momentos del ayer, a sentirse superior a sí mismo. Lo que de infinito pueda tener la vida había desaparecido para él, y lo que le quedaba de la dosis otorgada era un vasito marcado como lo está un termómetro por el farmacéutico. Se quedó sentado con la vista clavada en el mar, que parecía todo superficie y cabrilleo, harto más superficial que el espíritu del hombre. El abismo de las ilusiones humanas, ése sí que era la auténtica profundidad sin mareas.


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28 págs. / 49 minutos / 97 visitas.

Publicado el 2 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Leyenda de Ciertas Ropas Antiguas

Henry James


Cuento


I

Hacia mediados del siglo XVIII vivía en la provincia de Massachusetts una dama viuda, madre de tres hijos. Su nombre es lo de menos; me tomaré la libertad de llamarla señora Willoughby: un apellido, como el suyo auténtico, de sonido altamente respetable. Había perdido a su marido tras unos seis años de matrimonio y se había consagrado al cuidado de su progenie. Su progenie se desarrolló de un modo que recompensó su tierno cariño y cumplió sus más elevadas esperanzas. El primogénito era un varón, a quien había puesto el nombre de Bernard, el mismo del padre. Los otros dos eran niñas, entre cuyos respectivos nacimientos había mediado un intervalo de tres años. La buena apariencia era tradicional en la familia, y no parecía probable que estas infantiles personas fueran a permitir que la tradición pereciera. El muchacho era de esa tez rubia y sonrosada y de esa complexión atlética que en aquel tiempo (al igual que en éste) era marchamo de genuina sangre inglesa: un afectuoso jovencito sincero, estupendo hijo y hermano, y amigo leal. Listo, empero, no era: la inteligencia de la familia había recaído principalmente en sus hermanas. El señor Willoughby había sido un gran lector de Shakespeare, en un tiempo en que semejante afición implicaba mayor penetración espiritual que en nuestros días y en una comunidad donde hacía falta mucho valor para patrocinar el teatro incluso en privado; y había querido dejar constancia de su admiración por el gran poeta poniéndoles a sus hijas nombres sacados de sus obras favoritas. A la mayor le dio el encantador nombre de Viola; y a la menor, el más serio de Perdita, en recuerdo de otra niña nacida entre las dos pero que sólo vivió unas semanas.


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25 págs. / 45 minutos / 125 visitas.

Publicado el 1 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Madona del Futuro

Henry James


Cuento


Nos hallábamos conversando sobre artistas con una sola obra maestra en su haber: pintores y poetas que sólo una vez en sus vidas habían sido agraciados por la inspiración divina, que sólo una vez habían accedido al elevado peldaño de la sublimidad.

Nuestro anfitrión nos había estado mostrando una encantadora pintura de gabinete, el nombre de cuyo autor nos era desconocido: alguien, por lo visto, que, tras esforzarse un tiempo por alcanzar el éxito, se había, en apariencia, dejado vencer por el fatal sino de la mediocridad.

Mantuvimos un breve debate sobre lo frecuente del fenómeno, durante el cual observé a H, quien, sentado en silencio mientras terminaba de consumir su cigarro con aire meditativo, al contemplar la pintura que nos habíamos ido pasando alrededor de la mesa, dijo, finalmente:

—No sé hasta qué punto el caso es frecuente, pero conocí a un pobre tipo que llegó a elucubrar esa gran obra maestra sin —y aquí esbozó una leve sonrisa— lograr llevarla a cabo. Apostó por la fama, pero finalmente dejó que se le escapara.


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49 págs. / 1 hora, 26 minutos / 74 visitas.

Publicado el 6 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La Musa Trágica

Henry James


Novela


1

Las gentes de Francia nunca han ocultado que las de Inglaterra, hablando en general, son, a su modo de ver, una raza inexpresiva y taciturna, perpendicular e insociable, poco aficionada a cubrir cualquier sequedad de trato mediante recamados verbales o de otra clase. Es probable que esta impresión pareciera respaldada, hace unos años, en París, debido al modo en que cuatro personas se hallaban sentadas juntas en silencio, un buen día cerca de las doce de la mañana, en el jardín, como se lo denomina, del Palais de l’Industrie: el patio central del gran bazar acristalado, donde entre plantas y parterres, senderos de grava y fuentes sutiles, se alinean las figuras y los grupos, los monumentos y los bustos, que forman la sección de escultura en la exposición anual del Salón. El espíritu de observación se pone automáticamente en el Salón muy alerta, estimulado por un millar de detalles llamativos angélicos o desangelados, mas no habría hecho falta ninguna tensión especial del sentido de la vista para percatarse de las características de las cuatro personas en cuestión. Como reclamo para el ojo por méritos propios, también ellos constituían un hecho artístico logrado; y hasta el más superficial de los observadores los habría catalogado como creaciones notables de una vecindad insular, representantes de esa clase impecable e impermeable con la cual, en las ocasiones repetidas en que los ingleses salen de vacaciones (Navidad y Pascua de Resurrección, Pentecostés y el otoño), París se ve rociada entera en el plazo de una noche. Había en ellos con plenitud el indefinible aspecto característico del viajero británico en el extranjero: ese aire de preparación a correr riesgos, materiales y morales, tan extrañamente combinada con una serena demostración de seguridad y perseverancia, el cual aire despierta, según la susceptibilidad de cada cual, la ira o la admiración de las comunidades extranjeras.


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755 págs. / 22 horas, 2 minutos / 100 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2017 por Edu Robsy.

La Princesa Casamassima

Henry James


Novela


Prólogo

Creo que la forma más sencilla de explicar el origen de La princesa Casamassima es decir que la novela nació directamente del interés y la costumbre de pasear por la calle durante el primer año de una larga estancia en Londres. Andaba mucho, como ejercicio, por diversión, para aprender, y sobre todo volvía siempre andando cuando cenaba fuera de casa, caso mucho más frecuente que lo contrario; y como hacer eso significaba recibir muchas impresiones, éstas se agitaban y buscaban una salida, de forma que al cabo de algún tiempo había nacido el libro. Puedo afirmar que, cuando echo la vista atrás, la exploración atenta de Londres, el asalto directo que la gran ciudad lleva a cabo sobre una imaginación predispuesta a reaccionar, explica plenamente una gran parte de la obra. Hay otro elemento secundario que tiene su origen en una fuente distinta, y del que ahora hablaré, pero la idea primera fue, sin duda alguna, el fruto rotundo y maduro de andar por las calles. Claro que uno andaba con los ojos abiertos de par en par, y me apresuro a decir que semejante costumbre, mantenida durante mucho tiempo y en recorridos considerables, llega a provocar una solicitación mística, una urgente llamada de todas las cosas a ser interpretadas y, en la medida de lo posible, reproducidas. «Argumentos» y situaciones, carácter e historia, la tragedia y la comedia de la vida son cosas que, en tales condiciones, parecen mascarse punzantes en el aire; y para una mente que sienta curiosidad ante la escena humana, sus significados y revelaciones, la gran Babilonia gris se transforma fácilmente en un jardín cuajado de inmensa e ilustrativa flora. Historias posibles, figuras presentables se levantan mientras el observador se mueve en la espesa selva, aletean como la caza espantada y, antes de que se dé cuenta, él mismo necesita protegerse del roce de importunas alas.


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670 págs. / 19 horas, 33 minutos / 168 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2017 por Edu Robsy.

La Vida Privada

Henry James


Cuento


I

Hablábamos de Londres cara a cara con un gran glaciar hirsuto y primevo. La hora y el escenario formaban una de esas impresiones que compensan un poco, en Suiza, por la moderna indignidad del viajar: las promiscuidades y vulgaridades, la estación y el hotel, la paciencia gregaria, la lucha por unas migajas de atención, la reducción a estado numerado. El alto valle se teñía del rosa de la montaña; el aire fresco tenía la limpieza de un mundo nuevo. Había un leve rubor de primera tarde sobre nieves incólumes, y el tintineo fraternizante del ganado oculto a la vista nos llegaba con un olor a siega tibia de sol. El balconado hostal se alzaba en la garganta misma del paso más delicioso del Oberland, y hacía una semana que teníamos buena compañía y buen tiempo. Se consideraba gran fortuna, porque lo uno habría compensado por lo otro si alguna de las dos cosas hubiera sido mala.


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43 págs. / 1 hora, 16 minutos / 145 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

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