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autor: Henry James


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Otra Vuelta de Tuerca

Henry James


Novela


La historia nos había mantenido alrededor del fuego lo suficientemente expectantes, pero fuera del innecesario comentario de que era horripilante, como debía serlo por fuerza todo relato que se narrara en vísperas de navidad en una casa antigua, no recuerdo que produjera comentario alguno aparte del que hizo alguien para poner de relieve que era el único caso que conocía en que la visión la hubiese tenido un niño.

Se trataba, debo mencionarlo, de una aparición que tuvo lugar en una casa tan antigua como aquella en que nos reuníamos: una aparición monstruosa a un niño que dormía en una habitación con su madre, a quien despertó aquél presa del terror; pero al despertarla no se desvaneció su miedo, pues también la madre había tenido la misma visión que atemorizó al niño. Aquella observación provocó una respuesta de Douglas —no de inmediato, sino más tarde, en el curso de la velada—, una respuesta que tuvo las interesantes consecuencias que voy a reseñar. Alguien relató luego una historia, no especialmente brillante, que él, según pude darme cuenta, no escuchó. Eso me hizo sospechar que tenía algo que mostrarnos y que lo único que debíamos hacer era esperar. Y, en efecto, esperamos hasta dos noches después; pero ya en esa misma sesión, antes de despedirnos, nos anticipó algo de lo que tenía en la mente.

—Estoy absolutamente de acuerdo en lo tocante al fantasma del que habla Griffin, o lo que haya sido, el cual, por aparecerse primero al niño, muestra una característica especial. Pero no es el primer caso que conozco en que se involucre a un niño. Si el niño produce el efecto de otra vuelta de tuerca, ¿qué me dirían ustedes de dos niños?

—Por supuesto —exclamó alguien—, diríamos que dos niños significan dos vueltas. Y también diríamos que nos gustaría saber más sobre ellos.


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132 págs. / 3 horas, 52 minutos / 468 visitas.

Publicado el 2 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Las Alas de la Paloma

Henry James


Novela


Volumen I

Libro I

I

Aguardaba, Kate Croy, a que entrara su padre, pero la estaba haciendo esperar sin la menor consideración, y a veces veía, reflejado en el espejo de la chimenea, un rostro decididamente pálido por el enfado que la había llevado casi al punto de marcharse sin verle. No obstante, fue precisamente al llegar a ese punto cuando decidió quedarse; se cambió de sitio y fue del sofá raído hasta el sillón con brillos en la tapicería que sólo con tocarla producía —lo había comprobado— una sensación pegajosa y resbaladiza. Había contemplado las estampas amarillentas de las paredes y la revista solitaria de hacía más de un año, que contribuía, junto con la lamparita de pantalla coloreada y un tapete blanco no demasiado limpio, a exagerar el efecto del mantel púrpura que había sobre la mesa; sobre todo había salido de vez en cuando al balconcillo al que daban acceso dos altas cristaleras. Desde esa perspectiva, aquel callejón vulgar ofrecía un parco consuelo a la salita no menos vulgar; su principal función era recordarle que las estrechas y ennegrecidas fachadas principales, ajustadas a unos esquemas que habrían parecido poca cosa incluso en la parte de atrás de un edificio, constituían la cara pública presagiada por tales intimidades. Uno las intuía en aquel cuarto exactamente igual que intuía otras cien salitas iguales o peores desde la calle. Cada vez que volvía a entrar, cada vez que, llevada por su impaciencia, estaba a punto de marcharse, era para sumirse en un abismo más profundo, mientras saboreaba la vaga e insulsa emanación de las cosas, el fracaso de la fortuna y el honor. En realidad, si seguía esperando era, en cierto sentido, para no añadir, a todas las demás vergüenzas, la vergüenza del miedo, del fracaso individual y personal.


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567 págs. / 16 horas, 33 minutos / 774 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2017 por Edu Robsy.

Adina

Henry James


Cuento


Parte I

Habíamos estado hablando sobre Sam Scrope alrededor del fuego —conscientes, todos nosotros, de la norma de mortuis. Nuestro anfitrión, sin embargo, había permanecido en silencio, un poco para mi sorpresa, pues sabía que había sido particularmente cercano a nuestro amigo. Pero una vez nuestro grupo se hubo disuelto y me quedé a solas con él, avivó el fuego, me ofreció otro puro mientras aspiraba el suyo con aire reflexivo, y me explicó la siguiente historia:


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55 págs. / 1 hora, 36 minutos / 138 visitas.

Publicado el 7 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Las Bostonianas

Henry James


Novela


LIBRO PRIMERO

I

—Olive bajará dentro de unos diez minutos; me pidió que se lo dijera. Unos diez minutos: esa es Olive. Ni cinco ni quince, pero tampoco diez exactamente, sino más bien nueve u once. No me pidió que le dijera que se siente feliz de verlo, porque no sabe si lo está o no, y por nada del mundo se expondría a decir algo impreciso. Si hay alguien honesto esa es Olive Chancellor; es la rectitud en persona. Nadie dice nada impreciso en Boston; la verdad es que no sé cómo tratar a esta gente. Bien, de cualquier manera estoy muy contenta de verlo.

Estas palabras fueron pronunciadas con aire voluble por una mujer rubia, regordeta y sonriente que entró en una angosta sala en la que un visitante que aguardaba desde hacía algunos minutos se encontraba inmerso en la lectura de un libro. El caballero no había siquiera necesitado sentarse para comenzar a interesarse en la lectura; al parecer había tomado el volumen de una mesa tan pronto como llegó, y, manteniéndose de pie, después de una sola mirada al apartamento, se había sumido en sus páginas. Puso a un lado el libro al acercarse la señora Luna, sonrió, le estrechó la mano y dijo como respuesta al último comentario de la dama:

—Usted ha sugerido que dice mentiras. Tal vez esa sea una.

—Oh, no, no hay de qué maravillarse en que me alegre su visita —respondió la señora Luna— si le digo que he pasado ya tres largas semanas en esta ciudad donde nadie miente.

—Sus palabras no me parecen demasiado elogiosas —dijo el joven—. Yo no pretendo mentir.

—Oh, cielos, ¿cuál es la ventaja entonces de ser un sureño? —preguntó la dama—. Olive me ha encargado de decirle que espera que se quede usted a comer. Y si lo ha dicho es que verdaderamente lo espera. Está dispuesta a correr el riesgo.

—¿Tal como estoy? —preguntó el visitante, adoptando un aspecto más bien humilde.


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534 págs. / 15 horas, 36 minutos / 732 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2017 por Edu Robsy.

El Protector

Henry James


Novela


PRIMERA PARTE

I

Roger Lawrence había ido a la ciudad con el propósito de llevar a cabo un acto concreto, pero a medida que se acercaba la hora, sentía cómo su fervor se desvanecía súbitamente. En realidad, desde un principio, había sentido poco ese fervor que nace de la esperanza; lo sentía tan poco, que mientras viajaba inmerso en el traqueteo del tren no pudo evitar la sorpresa de verse a sí mismo envuelto en semejante empresa. Sin embargo, a falta de esperanza, podría decirse que le sostenía la desesperación. Fracasaría, estaba seguro, pero debía volver a fracasar antes de descansar. Entretanto, estaba más que impaciente. Por la tarde, después de vagar sin rumbo por las calles durante un par de horas sumido en la fría oscuridad de diciembre, llegó al hotel. Subió a la habitación y se cambió, con un sentimiento de amargura pero a la vez de cierta satisfacción por haber logrado darse el aplomo propio de un apasionado pretendiente. Tenía veintinueve años. Era un hombre sano y fuerte, de buen corazón y un portento al menos, en lo que se refiere al sentido común; su rostro reflejaba juventud, ternura y cordura, pero no muchas más cualidades. Tenía un cutis tan fino que casi resultaba absurdo en un hombre de su edad, un efecto más bien acentuado por una prematura calvicie parcial. Al ser extremadamente miope, inclinaba la cabeza hacia delante; pero como los estetas que han estudiado el pintoresquismo consideran que este rasgo concede un aire de distinción, en este caso Roger podría haberse acogido a dicho beneficio de la duda. Su complexión fuerte y robusta era, en definitiva, uno de sus mejores atributos, si bien, debido a una incurable timidez personal, hacía gala de una enorme torpeza de movimientos. Iba melindrosamente acicalado y era meticuloso y metódico en extremo en sus hábitos, que son los típicos que supuestamente se identifican con la soltería.


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212 págs. / 6 horas, 11 minutos / 213 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Mentiroso

Henry James


Novela corta


Capítulo 1

El tren llegó con media hora de retraso y el traslado en coche desde la estación a la casa de campo duró más de lo previsto, de modo que cuando llegó los invitados ya se habían retirado a vestirse para la cena. A él lo llevaron directamente a su habitación, donde las cortinas estaban echadas, las velas encendidas y el fuego resplandecía. Una vez que el criado hubo colocado diligentemente sus ropas, aquel pequeño y cómodo lugar se le antojó más sugerente: parecía prometer una estancia agradable, una compañía variopinta, charlas, encuentros, afinidades, por no hablar de un ambiente muy animado. Él siempre estaba demasiado ocupado con su profesión como para poder ir a menudo al campo, pero había oído hablar a algunas personas, que sin duda disponían de más tiempo, de ciertos lugares en los que «le trataban a uno muy bien». Y él presentía que en Casa Stayes sería así. Cuando se hallaba en el dormitorio de una casa de campo siempre examinaba en primer lugar los libros de los estantes y los grabados de las paredes. Consideraba que estos elementos eran una pauta para valorar la cultura, e incluso el carácter de los anfitriones. A pesar de disponer de poco tiempo para entregarse a semejante actividad, una inspección somera le confirmó que si la literatura era, de modo bastante previsible, básicamente norteamericana y humorística, los cuadros no eran ni estudios de niños a la acuarela ni grabados al uso. Las paredes estaban adornadas con litografías antiguas, principalmente retratos de hacendados con cuellos altos y guantes de montar a caballo, lo que le llevó a pensar, no sin cierto alivio, que en aquella casa la tradición del retrato era algo que se tenía en estima. Encontró también la consabida novela de Le Fanu en la mesita de noche, lectura ideal en una casa de campo pasada la medianoche. Oliver Lyon apenas pudo reprimir los deseos de comenzar a leerla mientras se abotonaba la camisa.


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72 págs. / 2 horas, 7 minutos / 145 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Washington Square

Henry James


Novela


I

En la primera mitad del presente siglo, y más en concreto en sus últimos años, ejerció y prosperó en la ciudad de Nueva York un médico que acaso gozara de una cuota excepcional de esa consideración con la que, en Estados Unidos, se ha retribuido invariablemente a los miembros distinguidos del gremio. Dicho gremio, en América, se ha tenido siempre por muy honorable, y más que en ningún otro lugar ha reclamado para sí el calificativo de «liberal». En un país en el que para ocupar una posición social debe uno ganarse la vida o cuando menos hacer creer que se la gana, el arte de la curación da la impresión de haber reunido en alto grado dos reconocidas fuentes de mérito. Se inscribe en el terreno de la práctica, cosa muy estimable en Estados Unidos, y está tocado por la luz de la ciencia: un valor muy apreciado por una sociedad en la que el amor al conocimiento no siempre ha ido de la mano del ocio y la oportunidad.

Contribuyó a la reputación del doctor Sloper la circunstancia de que su ciencia y su habilidad se hallaran equilibradas a partes iguales. Era lo que podría llamarse un médico erudito, y al mismo tiempo no había en sus remedios ninguna abstracción: siempre ordenaba a sus pacientes algún remedio. Aunque pasaba por ser un hombre muy concienzudo, no se enzarzaba en teorizaciones farragosas y, si a veces se explicaba con más detalle de lo que el enfermo necesitaba, nunca llegaba al extremo (como otros galenos de los que uno ha tenido noticia) de fiarlo todo a su exposición, sino que siempre dejaba una inescrutable receta. Había médicos que recetaban sin molestarse en ofrecer explicaciones, pero él tampoco pertenecía a esta clase, que era a fin de cuentas la más vulgar. Pronto se verá que hablo aquí de un hombre inteligente, y ésa es la verdadera razón por la que el doctor Sloper se había convertido en una celebridad local.


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200 págs. / 5 horas, 51 minutos / 116 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2017 por Edu Robsy.

Owen Wingrave

Henry James


Cuento


I

—¡Pero tú estás mal de la cabeza! —clamó Spencer Coyle mientras el joven lívido que tenía enfrente, un poco jadeante, repetía: «Francamente, lo tengo decidido» y «Le aseguro que lo he pensado bien». Los dos estaban pálidos, pero Owen Wingrave sonreía de un modo exasperante para su supervisor, quien aun así distinguía lo bastante para advertir en aquella mueca— era como una irrisión intempestiva —el resultado de un nerviosismo extremo y comprensible.

—No digo que llegar tan lejos no haya sido un error; pero precisamente por eso me parece que no debo dar un paso más —dijo el pobre Owen, esperando mecánicamente, casi humildemente— no quería mostrarse jactancioso, ni de hecho podía jactarse de nada, —y llevando al otro lado de la ventana, a las estúpidas casas de enfrente, el brillo seco de sus ojos.

—No sabes qué disgusto me das. Me has puesto enfermo —y, en efecto, el señor Coyle parecía abatidísimo.

—Lo lamento mucho. Si no se lo he dicho antes ha sido porque temía el efecto que iba a causarle.

—Tenías que habérmelo dicho hace tres meses. ¿Es que no sabes lo que quieres de un día al siguiente? —demandó el hombre mayor.

El joven se contuvo por un momento; luego alegó con voz temblorosa: «Está usted muy enfadado conmigo, y me lo esperaba. Le estoy enormemente reconocido por todo lo que ha hecho por mí, yo haría por usted cualquier cosa a cambio, pero eso no lo puedo hacer, ya sé que todos los demás me van a poner como un trapo. Estoy preparado…, estoy preparado para lo que sea. Eso es lo que me ha llevado cierto tiempo: asegurarme de que lo estaba. Creo que su disgusto es lo que más siento y lo que más lamento. Pero poco a poco se le pasará —remató Owen.


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44 págs. / 1 hora, 17 minutos / 75 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Retrato de una Dama

Henry James


Novela


1

Era la hora dedicada a la ceremonia del té de la tarde y sabido es que, en determinadas circunstancias, hay en la vida muy pocas horas que puedan compararse a ésa por el agrado y atractivo que ofrece a quienes saben disfrutarla. Hay momentos en los cuales, se tome o no se tome té —cosa que, desde luego, algunos no hacen jamás—, la situación constituye por sí misma una verdadera delicia. Las personas que están presentes en mi imaginación al intentar escribir la primera página de esta sencilla historia ofrecían a la vista un cuadro admirablemente ilustrador del disfrute de tan inocente pasatiempo. Los utensilios de ágape tan parco e íntimo se hallaban dispuestos sobre el tierno césped de una antigua casa de campo inglesa durante una hora que yo calificaría de momento supremo de una espléndida tarde de verano. Se había desvanecido parte de dicha tarde, pero aún quedaba de ella bastante, que era precisamente su parte de más bella y extraordinaria calidad. Faltaban todavía algunas horas para el verdadero atardecer, mas el torrente de intensa luz de verano había empezado ya a decrecer, se había vuelto más suave el aire, y las sombras, como desperezándose, se iban estirando poco a poco sobre la tupida y tierna hierba. Era, como decimos, pausado su alargamiento, y el escenario de la naturaleza contribuía a favorecer el nacimiento de ese estado de ánimo, de solaz y abandono, que constituye la fuente principal de placer en semejante actividad y a semejante hora. Puede decirse que el intervalo de tiempo comprendido entre las cinco y las ocho de la tarde de un día estival es a veces una pequeña eternidad; mas en momentos como éste cabe afirmar que es y no puede ser más que una eternidad de placer. Los participantes en la misma parecían estar disfrutando tranquilamente de él, y, por añadidura, no eran de los pertenecientes al sexo que se supone proporciona el mayor número de adeptos a tales ceremonias.


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786 págs. / 22 horas, 56 minutos / 1.297 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2017 por Edu Robsy.

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