Textos favoritos de Hermanos Grimm disponibles | pág. 5

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autor: Hermanos Grimm textos disponibles


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El Judío en las Espinas

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un hombre rico tenía un criado que le servía con la mayor fidelidad: era el primero que se levantaba por la mañana, y el último que se acostaba por la noche. Cuando había alguna cosa difícil que hacer de que huían los otros, se ponía siempre a ejecutarla sin vacilar; nunca se quejaba y siempre estaba contento y alegre. Al espirar el plazo de su ajuste, no le pagó su amo. Con esta astuta conducta, pensaba para sí, ahorro mi dinero, y no pudiendo marcharse mi criado, queda a mi servicio.

El criado no reclamó; el segundo año pasó como el primero, tampoco recibió su salario, pero no dijo nada y continuó con su amo.

Al terminar el tercer año, el amo acabó por acordarse; llevó la mano a su bolsillo pero no sacó nada. El criado se decidió por último a decirle:

—Señor, os he servido fielmente, durante tres años; sed bastante bueno para darme lo que en justicia me pertenece; quiero marcharme a ver el mundo.

—Sí, amigo mío, sí, le respondió su avaro amo; sí, tú me has servido bien y te se pagará bien.

En seguida sacó tres ochavos de su bolsillo y se los dio uno a uno:

—Te doy un ochavo por cada año. Esto hace una fuerte suma; en ninguna parte te hubieran dado un salario tan grande.

El pobre muchacho, que no entendía de monedas, tomó su capital y dijo:

—Ya tengo el bolsillo bien repleto; ¿qué cosa mala puede sucederme en adelante?

Se puso en camino por valles y montes, cantando y saltando con la mayor alegría. Al pasar cerca de un chaparro encontró un hombrecillo que le dijo:

—¿Dónde vas tan alegre? No tienes muchos cuidados, a lo que veo.

—¿Por qué he de estar triste? —respondió el joven, estoy rico y llevo en mi bolsillo el salario de tres años.

—¿A cuánto sube tu tesoro? —le preguntó el hombrecillo.

—A tres ochavos, en buenas monedas y bien contados.


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4 págs. / 8 minutos / 172 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Músico Prodigioso

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un músico prodigioso que vagaba solito por el bosque dándole vueltas a la cabeza. Cuando ya no supo en qué más pensar, dijo para sus adentros:

— En la selva se me hará largo el tiempo, y me aburriré; tendría que buscarme un buen compañero.

Descolgó el violín que llevaba suspendido del hombro y se puso a rascarlo, haciendo resonar sus notas entre los árboles. A poco se presentó el lobo, saliendo de la maleza.

— “¡Ay! Es un lobo el que viene. No es de mi gusto ese compañero” — pensó el músico.

Pero el lobo se le acercó y le dijo:

— Hola, músico, ¡qué bien tocas! Me gustaría aprender.

— Pues no te será difícil — respondióle el violinista — si haces todo lo que yo te diga.

— Sí, músico — asintió el lobo — te obedeceré como un discípulo a su maestro.

El músico le indicó que lo siguiera, y, tras andar un rato, llegaron junto a un viejo roble, hueco y hendido por la mitad.

— Mira — dijo el músico — si quieres aprender a tocar el violín, mete las patas delanteras en esta hendidura.

Obedeció el lobo, y el hombre, cogiendo rápidamente una piedra y haciéndola servir de cuña, aprisionó las patas del animal tan fuertemente, que éste quedó apresado, sin poder soltarse.

— Ahora aguárdame hasta que vuelva — dijo el músico y prosiguió su camino.

Al cabo de un rato volvió a pensar:

— "En el bosque se me va a hacer largo el tiempo, y me aburriré; tendría que buscarme otro compañero."

Cogió su violín e hizo sonar una nueva melodía. Acudió muy pronto una zorra, deslizándose entre los árboles.

— “Ahí viene una zorra,” — pensó el hombre. — “No me gusta su compañía.”

Llegóse la zorra hasta él y dijo:

— Hola, músico, ¡qué bien tocas! Me gustaría aprender.

— No te será difícil — contestó el músico — sólo debes hacer cuanto yo te mande.


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3 págs. / 5 minutos / 222 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Oso y el Reyezuelo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


El oso y el lobo se paseaban un día por el bosque, cuando el oso oyó cantar a un pájaro.

—Hermano lobo, le preguntó, ¿quién es ese hermoso cantor?

—Es el rey de los pájaros, contestó el lobo, debemos saludarle.

Era en efecto el reyezuelo.

—En ese caso, dijo el oso, S. M. tendrá su correspondiente palacio. Me alegraría verle.

—Eso no es tan fácil como piensas, replicó el lobo, pues es preciso aguardar a que esté en él la reina.

La reina llegó en este intermedio, la cual, lo mismo que el rey, tenía en su pico gusanillos para dar de comer a sus hijuelos. El oso los hubiera seguido con mucho gusto, pero le detuvo el lobo por la manga, diciéndole:

—No, espera a que salgan.

Tuvieron únicamente cuidado con el lugar donde se hallaba el nido, y continuaron su camino.

Mas el oso no podía parar de curiosidad hasta ver el palacio del rey de los pájaros, y no tardó en volver. El rey y la reina estaban fuera; dirigió una mirada a hurtadillas, y vio cinco o seis pajarillos acostados en el nido.

—Si es este el palacio, exclamó, es un palacio bien triste; y en cuanto a vosotros, vosotros no sois hijos de un rey, sino unas criaturas bien pequeñas e innobles.

Los reyezuelos se incomodaron mucho al oír esto y comenzaron a gritar:

—No, no, no, nosotros no somos lo que nos dices; nuestros padres son nobles; pagarás cara esta injuria.

El lobo y el oso tomaron miedo al oír esta amenaza y se refugiaron en sus agujeros.

Pero los reyezuelos continuaron gritando y haciendo ruido, y dijeron a sus padres en cuanto vinieron a traerles de comer:

—El oso ha venido a insultarnos, no nos menearemos de aquí, y no comeremos nada hasta que hayáis dejado bien puesta nuestra reputación.

—No tengáis cuidado, les dijo el rey, volveré por vuestra honra.

Y marchó volando con la reina hasta el agujero del oso, donde le gritó:


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2 págs. / 4 minutos / 123 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Señor Sabelo-todo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


El señor Sabelo-todo era un hombre bajo y delgado, y tan trabajador, que no daba un sólo instante al descanso. Su rostro pálido y lleno de hoyos de viruelas no presentaba más desigualdad que una nariz ancha y arremangada; sus cabellos eran grises y tiesos, sus ojos lanzaban siempre chispas a derecha e izquierda. Todo lo notaba, todo lo criticaba, todo lo sabía mejor que nadie, y siempre tenía razón. Cuando iba por las calles agitaba sus brazos con tanta violencia, que un día tropezó en un cántaro que llevaba una joven en la cabeza y le hizo saltar en el aire, de modo que llenó de agua a todos los que pasaban.

—Tontuela —la dijo—, ¿no habías visto que iba yo a pasar a tu lado?

Era zapatero y cuando trabajaba, tiraba del cáñamo con tal fuerza, que daba grandes puñetazos a todos los que se le acercaban. Ningún oficial podía estar más de un mes en su casa, porque siempre tenía que criticar aún del trabajo mejor hecho. Ya eran desiguales los puntos de la costura, ya un zapato más largo o un tacón más alto que el otro.

—Espera —decía al aprendiz—; voy a enseñarte cómo se suaviza la piel.

Y le administraba dos latigazos en la espalda con el tirapié.

Llamaba a todos perezosos, sin embargo de que él no trabajaba gran cosa, pues no estaba dos minutos parado en un mismo sitio.

Si se levantaba temprano su mujer, encendía la lumbre, alzaba la cama y corría con los pies desnudos a la cocina.

—¿Quieres quemar la casa? —la gritaba. Con esa lumbre hay para asar una vaca, ¡cualquiera diría que no cuesta nada el carbón!

Si cuando las muchachas se ponían a lavar, reían juntas alrededor de la artesa, y se contaban las novedades que sabían, lo tomaba con mucha formalidad y las decía riñéndolas:

—Ya habéis comenzado a chismorrear. Con, vuestra charlatanería olvidáis vuestra obligación. ¡Malas pécoras! Bien podíais apretar las manos y callar las lenguas.


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4 págs. / 7 minutos / 117 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Hermanito y Hermanita

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un hermanito tomó a su hermanita de la mano, y la dijo:

—Desde que ha muerto nuestra madre no hemos tenido una hora buena; nuestra madrastra nos pega todos los días, y si nos arrimamos a ella, nos echa a puntillones. Los mendrugos del pan que quedan son nuestro alimento, y al perro que está debajo de la mesa, le trata mucho mejor que a nosotros, pues le echa alguna vez un buen pedazo de pan. Dios tenga piedad de nosotros, ¿si lo supiera nuestra madre? Mira, ¿no será mejor irnos a correr el mundo! ¡Acaso nos vaya mejor!

Caminaron todo el día atravesando campos, prados y sierras, y cuando llovía decía la hermanita:

—Dios llora lo mismo que nuestros corazones.

Por la noche llegaron a un bosque muy espeso, y estaban tan fatigados por el hambre, el cansancio y el disgusto, que se acurrucaron en el hueco de un árbol y se durmieron.

Cuando despertaron al día siguiente, el sol estaba ya en lo alto del cielo y calentaba con sus rayos el interior del árbol.

Entonces dijo el hermanito:

—Tengo sed, hermanita, si supiera dónde hay una fuente, iría a beber. Me parece que he oído sonar una.

Se levantó el hermanito, tomó a su hermanita de la mano y se pusieron a buscar la fuente. Pero su malvada madrastra era hechicera, había visto marcharse a los dos hermanitos, había seguido sus pasos a hurtadillas, como hacen las hechiceras, y había echado yerbas encantadas en todas las fuentes de la selva. En cuanto encontraron una fuente que corría murmurando por entre las piedras, el hermanito quiso beber, pero la hermanita oyó decir a la fuente por lo bajo.

—El que de mi agua bebe, tigre se vuelve; el que de mi agua bebe, tigre se vuelve.

La hermana le dijo:

—Por Dios, hermano, no bebas, pues te volverás tigre y me harías pedazos.

El hermanito no bebió aunque tenía mucha sed, y dijo:

—Esperaré basta llegar a otra fuente.


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6 págs. / 12 minutos / 127 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Historia de Uno que Hizo un Viaje para Saber lo que Era Miedo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un labrador tenía dos hijos, el mayor de los cuales era muy listo y entendido, y sabía muy bien a qué atenerse en todo, pero el menor era tonto y no entendía ni aprendía nada, y cuando le veían las gentes decían:

—Trabajo tiene su padre con él.

Cuando había algo que hacer, tenía siempre que mandárselo al mayor, pero si su padre le mandaba algo siendo de noche, o le enviaba al oscurecer cerca del cementerio, o siendo ya oscuro al camino o cualquier otro lugar sombrío, le contestaba siempre:

—¡Oh!, no, padre, yo no voy allí: ¡tengo miedo! Pues era muy miedoso.

Si por la noche referían algún cuento alrededor de la lumbre, en particular si era de espectros y fantasmas, decían todos los que le oían:

—¡Qué miedo!

Pero el menor, que estaba en un rincón escuchándolos no podía comprender lo que querían decir:

—Siempre dicen ¡miedo, miedo!, yo no sé lo que es miedo: ese debe ser algún oficio del que no entiendo una palabra.

Mas un día le dijo su padre:

—Oye tú, el que está en el rincón: ya eres hombre y tienes fuerzas bastantes para aprender algo con que ganarte la vida. Bien ves cuánto trabaja tu hermano, pero tú no haces más que perder el tiempo.

—¡Ay padre!, le contestó, yo aprendería algo de buena gana, y sobre todo quisiera aprender lo que es miedo, pues de lo contrario no quiero saber nada.

Su hermano mayor se echó a reír al oírle, y dijo para sí:

—¡Dios mío, qué tonto es mi hermano!, nunca llegará a ganarse el sustento.

Su padre suspiró y le contestó:

—Ya sabrás lo que es miedo: mas no por eso te ganarás la vida.

Poco después fue el sacristán de visita, y le refirió el padre lo que pasaba, diciéndole cómo su hijo menor se daba tan mala maña para todo y que no sabía ni aprendía nada.


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10 págs. / 18 minutos / 133 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Juan el Fiel

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un rey muy viejo que cayó malo. Conociendo que iba a morir, hizo llamar al fiel Juan, que era al que más quería de sus criados, y le llamaban así porque había sido fiel a su amo toda su vida. En cuanto llegó le dijo el rey:

—Mi fiel Juan, conozco que se acerca mi fin: sólo me da cuidado la suerte de mi hijo; es todavía muy joven, y no sabrá siempre dirigirse bien; no moriré tranquilo si no me prometes velar por él, enseñarle todo lo que debe saber, y ser para él un segundo padre.

—Os prometo —respondió Juan— no abandonarle, y servirle lealmente, aunque me cueste la vida.

—Entonces, ya puedo morir en paz —dijo el viejo rey—. Después de mi muerte le enseñarás todo el palacio, todas las cercanías, las salas, los subterráneos con las riquezas en ellos encerradas; pero no le dejes entrar en la última cámara de la galería grande, donde está el retrato de la princesa de la Cúpula de Oro, pues si ve este cuadro, experimentará hacia ella un amor tan increíble que le hará exponerse a los mayores peligros. Procura librarle de esto.

El fiel Juan repitió sus promesas, y tranquilo el viejo rey, inclinó su cabeza en la almohada y expiró.

En cuanto dejaron en la tumba al anciano rey, Juan refirió a su joven sucesor lo que había prometido a su padre en el lecho de muerte.

—Estoy dispuesto a cumplirlo —añadió—, y os seré fiel como lo he sido a vuestro padre, aunque me cueste la vida.

En cuanto pasó el tiempo del luto, dijo Juan al rey:

—Ya podéis conocer vuestra herencia. Voy a enseñaros el palacio de vuestro padre.


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8 págs. / 14 minutos / 114 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Juan el Listo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Pregunta la madre a Juan:

— ¿Adónde vas, Juan?

Responde Juan:

— A casa de Margarita.

— Que te vaya bien, Juan.

— Bien me irá. Adiós, madre.

— Adiós, Juan.

Juan llega a casa de Margarita.

— Buenos días, Margarita.

— Buenos días, Juan. ¿Qué traes de bueno?

— Traer, nada; tú me darás.

Margarita regala a Juan una aguja. Juan dice:

— Adiós, Margarita.

— Adiós, Juan.

Juan coge la aguja, la pone en un carro de heno y se vuelve a casa tras el carro.

— Buenas noches, madre.

— Buenas noches, Juan. ¿Dónde estuviste?

— Con Margarita estuve.

— ¿Qué le llevaste?

— Llevar, nada; ella me dio.

— ¿Y qué te dio Margarita?

— Una aguja me dio.

— ¿Y dónde tienes la aguja, Juan?

— En el carro de heno la metí.

— Hiciste una tontería, Juan; debías clavártela en la manga.

— No importa, madre; otra vez lo haré mejor.

— ¿Adónde vas, Juan?

— A casa de Margarita, madre.

— Que te vaya bien, Juan.

— Bien me irá. Adiós, madre.

— Adiós, Juan.

Juan llega a casa de Margarita.

— Buenos días, Margarita.

— Buenos días, Juan. ¿Qué traes de bueno?

— Traer, nada; tú me darás.

Margarita regala a Juan un cuchillo.

— Adiós, Margarita.

— Adiós, Juan.

Juan coge el cuchillo, se lo clava en la manga y regresa a su casa.

— Buenas noches, madre.

— Buenas noches, Juan. ¿Dónde estuviste?

— Con Margarita estuve.

— ¿Qué le llevaste?

— Llevar, nada; ella me dio.

— ¿Y qué te dio Margarita?

— Un cuchillo me dio.

— ¿Dónde tienes el cuchillo, Juan?

— Lo clavé en la manga.

— Hiciste una tontería, Juan. Debiste meterlo en el bolsillo.


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3 págs. / 5 minutos / 133 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Juan en la Prosperidad

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Juan, después de haber estado siete años en casa de su maestro, le dijo un día:

—Maestro, ha terminado el tiempo de nuestro contrato; quiero volver a casa de mi madre, dadme, si os place, lo que he ganado.

Su maestro le contestó:

—Me has servido bien y lealmente; tu recompensa será buena.

Y lo dio un saco lleno de oro; tan grande como su cabeza.

Juan sacó el pañuelo de su bolsillo, hizo el mismo uso de él que si fuera una cuerda, y colocando el saco en sus hombros al extremo de un palo, se puso en camino para ir en busca de su madre.

Mientras caminaba así, siempre un pie tras otro, vio un hombre que trotaba alegremente en su vigoroso caballo.

—¡Ah!, se dijo Juan a sí mismo en alta voz; ¡qué cosa tan buena es ir a caballo! Va uno como sentado en una silla, no tropieza en las piedras del camino, ahorra zapatos y anda sabe Dios cuánto.

El jinete, que le había oído, se detuvo y dijo:

—Y entonces, Juan, ¿por qué vas a pie?

—Porque no puedo pasar por otro punto, le contestó; llevo este saco a mi madre; es verdad que va lleno de oro, mas no por eso pesa menos en mis espaldas.

—Si quieres, cambiaremos, le dijo el jinete; te daré mi caballo y tú me darás tu saco.

—Con mucho gusto, contestó Juan; pero iréis muy cargado, os lo advierto.

Bajó el jinete, y después de haber tomado el oro, ayudó a Juan a montar a caballo y le puso la brida en la mano, diciendo:

—Cuando quieras ahora ir de prisa, no tienes más que decir: ¡arre!, ¡arre!


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5 págs. / 9 minutos / 90 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Juanita y Juanito

Hermanos Grimm


Cuento infantil


En medio de un espeso bosque había un antiguo castillo habitado únicamente por una anciana, la cual era hechicera, por el día se convertía en gato o ave nocturna, mas por la noche volvía a tomar su forma humana. Cogía caza y pájaros, los mataba, los cocía y se los comía; si se acercaba alguien a cien pasos de su castillo, se quedaba parado en el sitio por donde se había acercado; del cual no se podía mover, hasta que ella se lo permitía; si era una doncella la que entraba en aquel círculo, la convertía en pájaro, la encerraba en una jaula y la llevaba a una habitación del castillo donde había llegado a reunir unas setecientas jaulas de este género.

Había por entonces una doncella, llamada Juanita, que era mucho más hermosa que todas las doncellas de su edad, la cual se hallaba prometida a un joven, también muy buen mozo, llamado Juanito; hallábanse próximos a contraer matrimonio y no tenían más placer que estar juntos, y para poder hablar con mas confianza, iban al bosque a pasearse.

—Guárdate, la decía Juanito, de acercarte mucho al castillo.

Pero una hermosa tarde, cuando el sol iluminaba la verde yerba del bosque a través de las copas de los árboles, y las tórtolas expresaban sus quejas en animados gorjeos, Juanita se puso a escucharlas y comenzó a llorar y al verla Juanito echó a llorar también. Estaban tan turbados como si se hallaran próximos a la muerte; miraron a su alrededor, se habían perdido e ignoraban por dónde debían volver a su casa. El sol estaba ocultándose detrás de la montaña; Juanito miró a través de los árboles y vio que se hallaban próximos a las viejas paredes del castillo, se asustó y quedó pálido y desfallecido. Juanita comenzó a cantar:


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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