Textos peor valorados de Hermanos Grimm disponibles publicados el 30 de agosto de 2016 | pág. 4

Mostrando 31 a 40 de 44 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Hermanos Grimm textos disponibles fecha: 30-08-2016


12345

Gachas Dulces

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez una muchacha, tan pobre como piadosa, que vivía con su madre, y he aquí que llegaron a tal extremo en su miseria, que no tenían nada para comer. Un día en que la niña fue al bosque, encontróse con una vieja que, conociendo su apuro, le regaló un pucherito, al cual no tenía más que decir: "¡Pucherito, cuece!", para que se pusiera a cocer unas gachas dulces y sabrosísimas; y cuando se le decía: "¡Pucherito, párate!", dejaba de cocer.

La muchachita llevó el puchero a su madre, y así quedaron remediadas su pobreza y su hambre, pues tenían siempre gachas para hartarse. Un día en que la hija había salido, dijo la madre: "¡Pucherito, cuece!", y él se puso a cocer, y la mujer se hartó. Luego quiso hacer que cesara de cocer, pero he aquí que se le olvidó la fórmula mágica. Y así, cuece que cuece, hasta que las gachas llegaron al borde y cayeron fuera; y siguieron cuece que cuece, llenando toda la cocina y la casa, y luego la casa de al lado y la calle, como si quisieran saciar el hambre del mundo entero.

El apuro era angustioso, pero nadie sabía encontrar remedio. Al fin, cuando ya no quedaba más que una casa sin inundar, volvió la hija y dijo: "¡Pucherito, párate!", y el puchero paró de cocer. Mas todo aquel que quiso entrar en la ciudad, hubo de abrirse camino a fuerza de tragar gachas.


Leer / Descargar texto


1 pág. / 1 minuto / 142 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Gentuza

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Dijo el gallo a la gallina:

— Ha llegado el tiempo de las nueces; vámonos al monte y nos daremos un hartazgo antes de que la ardilla se las lleve todas.

— ¡Qué buena idea! —contestó la gallina—. Vamos, nos divertiremos enormemente.

Se fueron juntos a la montaña, y se quedaron en ella hasta bien entrada la tarde, aprovechando que el día era espléndido. No sé si se hartaron demasiado o si se les subieron los humos a la cabeza, el caso es que no quisieron volver andando, y el gallo tuvo que fabricar un carrito con cáscaras de nuez. Cuando ya estuvo a punto, acomodóse en él la gallina y dijo al gallo:

— Tú puedes engancharte y llevarme.

— ¡Ésa si que es buena! —replicó él—. Primero me vuelvo andando que dejarme enganchar al carro. No es éste el trato. Hacer de cochero, sentado en el pescante, bueno; pero tirar yo, ¡ni por pienso!

Mientras disputaban así acercóse un pato graznando:

— ¡Ladrones! ¿Quién os autorizó a entrar en mi nogueral? ¡Aguardad, que se os va a atragantar el banquete!

Y abriendo su enorme pico, arremetió contra el gallo. Pero éste tampoco era manco y embistió al pato con todas sus fuerzas, manejando, zis zas, su espolón con tanta destreza, que el adversario tuvo que pedir gracia y resignarse en castigo, a tirar del coche. El gallo se sentó al pescante, haciendo de cochero, y comenzó la carrera:

— ¡arre, pato, arre! ¡Al trote, al trote!

Habían ya recorrido un buen trecho del camino, cuando se encontraron con dos caminantes, un alfiler y una aguja de coser, que les gritaron:

— ¡Alto, alto!


Leer / Descargar texto


2 págs. / 4 minutos / 157 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Novia del Bandolero

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez un molinero que tenía una hija muy linda, y cuando ya fue crecida, deseaba verla bien casada y colocada. Pensaba: «Si se presenta un pretendiente como Dios manda y la pide, se la daré».

Poco tiempo después, llegó uno que parecía muy rico, y como el molinero no sabía nada malo de él, le prometió a su hija. La muchacha, sin embargo, no sentía por él la inclinación que es natural que una prometida sienta por su novio, ni le inspiraba confianza el mozo. Cada vez que lo veía o pensaba en él, una extraña angustia le oprimía el corazón. Un día le dijo él:

— Eres mi prometida, y nunca has venido a visitarme.

Respondió la doncella:

— Aún no sé dónde está tu casa.

— Mi casa está en medio del bosque oscuro —contestó el novio.

Ella todo era inventar pretextos, diciendo que no sabría hallar el camino, pero un día el novio le dijo muy decidido:

— El próximo domingo tienes que venir a casa. He invitado ya a mis amigos, y para que encuentres el camino en el bosque, esparciré cenizas.

Llegó el domingo, y la muchacha se puso en camino; sin saber por qué, sentía un extraño temor, y para asegurarse de que a la vuelta no se extraviaría, llenóse los bolsillos de guisantes y lentejas.

A la entrada del bosque vio el rastro de ceniza y lo siguió; pero a cada paso tiraba al suelo, a derecha e izquierda, unos guisantes. Tuvo que andar casi todo el día antes de llegar al centro del bosque, donde más oscuro era. Allí había una casa solitaria, de aspecto tenebroso y lúgubre. Dominando su aprensión, entró en la casa; dentro reinaba un profundo silencio, y no se veía nadie en parte alguna. De pronto se oyó una voz:

«Vuélvete, vuélvete, joven prometida.

Asesinos viven en esta guarida».

La muchacha levantó los ojos y vio que la voz era de un pájaro, encerrado en una jaula que colgaba de la pared. El cual repitió:


Leer / Descargar texto


3 págs. / 6 minutos / 283 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Zorra y el Gato

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Ocurrió una vez que el gato se encontró en un bosque con la señora zorra, y pensando: «Es lista, experimentada y muy considerada en el mundo», dirigiósele amablemente en estos términos:

— Buenos días, mi estimada señora zorra. ¿Qué tal está su señoría? ¿Cómo le va en estos tiempos difíciles?

La zorra, henchida de orgullo, miró al gato despectivamente de pies a cabeza, y estuvo un buen rato meditando si valía la pena contestarle; pero, al fin, dijo:

— ¡Oh, mísero lamebigotes, necio abigarrado, muerto de hambre, cazarratones, ¿qué te ha pasado por la cabeza? ¿Cómo te atreves a preguntarme si lo paso bien o mal? ¿Qué has aprendido tú, vamos a ver? ¿Cuántas artes conoces?

— No conozco más que una —respondió el gato modestamente.

— ¿Y cuál es esta arte tuya? —inquirió la zorra.

— Cuando los perros me persiguen, sé subirme de un brinco a un árbol, y, de este modo, me salvo de ellos.

— ¿Y es eso todo lo que sabes? —dijo la zorra—. Pues yo domino más de cien tretas, y aún me queda un saco lleno de ellas. Me das lástima; vente conmigo y te enseñaré la manera de escapar de los perros.

En aquel momento se presentó un cazador con cuatro lebreles. El gato, veloz, saltó a un árbol y sentóse en la copa, bien oculto por las ramas y el follaje.

— ¡Abrid el saco, señora zorra, abrid el saco! —gritó desde arriba; pero los canes habían hecho ya presa en la zorra y no la soltaban.

— ¡Ay!, señora zorra —prosiguió el gato—, con vuestras cien tretas os han cogido. ¡Si hubieseis sabido trepar como yo, habríais salvado la vida!


Leer / Descargar texto


1 pág. / 1 minuto / 225 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Un Buen Negocio

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un campesino llevó su vaca al mercado, donde la vendió por siete escudos. Cuando regresaba a su casa hubo de pasar junto a una charca, y ya desde lejos oyó croar las ranas: «¡cuak, cuak, cuak!».

— ¡Bah! —dijo para sus adentros—. Ésas no saben lo que se dicen. Siete son los que he sacado, y no cuatro—. Al llegar al borde del agua, las increpó:

— ¡Bobas que sois! ¡Qué sabéis vosotras! Son siete y no cuatro.

Pero las ranas siguieron impertérritas: «cuak, cuak, cuak».

— Bueno, si no queréis creerlo los contaré delante de vuestras narices.

Y sacando el dinero del bolsillo, contó los siete escudos, a razón de veinticuatro reales cada uno. Pero las ranas, sin prestar atención a su cálculo, seguían croando: «cuak, cuak, cuak».

— ¡Caramba con los bichos! —gritó el campesino, amoscado—. Puesto que os empeñáis en saberlo mejor que yo, contadlo vosotras mismas.

Y arrojó las monedas al agua, quedándose de pie en espera de que las hubiesen contado y se las devolviesen. Pero las ranas seguían en sus trece, y duro con su «cuak, cuak, cuak», sin devolver el dinero. Aguardó el hombre un buen rato, hasta el anochecer; pero entonces ya no tuvo más remedio que marcharse. Púsose a echar pestes contra las ranas, gritándoles:

— ¡Chapuzonas, cabezotas, estúpidas! ¡Podéis tener una gran boca para gritar y ensordecernos, pero sois incapaces de contar siete escudos! ¿Os habéis creído que aguardaré aquí hasta que hayáis terminado?

Y se marchó, mientras lo perseguía el «cuak, cuak, cuak» de las ranas, por lo que el hombre llegó a su casa de un humor de perros.


Leer / Descargar texto


4 págs. / 8 minutos / 148 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Un Ojito, Dos Ojitos, Tres Ojitos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Una mujer tenía tres hijas: la mayor se llamaba Un Ojito, porque sólo tenía un ojo en medio de la frente; la segunda se llamaba Dos Ojitos, porque tenía dos ojos como todo el mundo; y la tercera se llamaba Tres Ojitos, porque tenía los dos de todo el mundo, más uno de propina en la frente. Y como la segunda era igual que todas las personas, ni su madre ni sus hermanas la podían soportar. Siempre le estaban diciendo:

— ¡Qué niña más ordinaria! No te distingues nada de la gente corriente; no pareces de nuestra familia.

Y la trataban mal, la vestían con los peores trajes y no le daban de comer más que las sobras.

Un día, la mandaron al campo a cuidar la cabra; y la niña estaba llorando porque tenía hambre. En esto, vio a una mujer que le dijo:

— Dos Ojitos, ¿por qué lloras?.

— ¡Ay, soy muy desgraciada! Tengo dos ojos como todo el mundo, y ni mi madre ni mis hermanas me quieren; siempre me están empujando, me dan los vestidos rotos y me dejan sin comer. Hoy he comido tan poco, que me estoy muriendo de hambre.

Y la mujer que era un hada, le dijo:

— No llores más; voy a decirte unas palabras mágicas, para que ya nunca vuelvas a pasar hambre. Basta que digas a la cabra: “¡Bala, cabrita!

¡Cúbrete, mesita! ”. Y, en cuanto lo digas, aparecerá delante de ti una mesa llena de platos muy buenos, y podrás comer todo lo que quieras. Cuando termines de comer, dirás: “¡Bala, cabrita!

¡Quítate, mesita!”. Y la mesa desaparecerá.

El hada se marchó, y Dos Ojitos se quedó pensando: “ Voy a probar si todo eso es verdad, porque tengo mucha hambre”. “¡Bala, cabrita!


Leer / Descargar texto


6 págs. / 10 minutos / 248 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Dama Duende

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Vivió hace mucho tiempo, en un país muy lejano, una linda muchachita curiosa, indiscreta y desobediente. Sus padres no conseguían sacar partido de ella, tan rebelde como era, y les preocupaba que siguiera creciendo sin poder domar su testarudez. Un día se dirigió a ellos con estas palabras: — Mamá, papá, he decidido ir a conocer a la famosa Dama Duende.

— ¡No vayas hija mía!, — Le advirtieron ellos — Pues su fama proviene de su maldad. Es una mujer siniestra que no guarda nada bueno y no será una visita provechosa para ti. — Sin embargo, — contestó la muchacha — yo he oído que es capaz de hacer prodigios y que dispone de poderes mágicos que le permiten realizar las mayores maravillas. ¡Iré a conocerla!

De nada sirvieron las advertencias, súplicas y consejos de sus progenitores, y a la mañana siguiente la chiquilla partió en busca de la misteriosa Dama Duende. Caminando por la vereda que conducía a lo más recóndito del bosque, al fín halló la cabaña donde habitaba la extraña mujer: — Entra y cálmate, estás temblando como un ratoncillo asustado — Observó la enigmática Dama al verla.

— Señora, viniendo hacia aquí he encontrado a un hombre verde que me ha dado un susto de muerte — Explicó la muchacha. — No había razón para tanto miedo, seguramente sería un cazador. — Alegó la dama dulcemente. — También me topé con un hombre negro que me hizo temblar. — Sería un carbonero, no había motivo para temerle. — Razonó la mujer acercándose a la niña.

— Dama Duende, debo deciros que mientras venía hacia aquí para conoceros hubo otro incidente que me provocó mucho miedo: se cruzó en mi camino un hombre rojo. — A buen seguro era un carnicero: no había motivo para tu miedo. — Respondía la Dama Duende con paciencia. En su cara, una enigmática mueca comenzaba a perfilarse y su voz se tornaba más zalamera con cada palabra pronunciada.


Leer / Descargar texto


1 pág. / 2 minutos / 295 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Doncella Sin Manos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


A un molinero le iban mal las cosas, y cada día era más pobre; al fin, ya no le quedaban sino el molino y un gran manzano que había detrás. Un día se marchó al bosque a buscar leña, y he aquí que le salió al encuentro un hombre ya viejo, a quien jamás había visto, y le dijo:

— ¿Por qué fatigarse partiendo leña? Yo te haré rico sólo con que me prometas lo que está detrás del molino.

«¿Qué otra cosa puede ser sino el manzano?», pensó el molinero, y aceptó la condición del desconocido. Éste le respondió con una risa burlona:

— Dentro de tres años volveré a buscar lo que es mío —y se marchó.

Al llegar el molinero a su casa, salió a recibirlo su mujer.

— Dime, ¿cómo es que tan de pronto nos hemos vuelto ricos? En un abrir y cerrar de ojos se han llenado todas las arcas y cajones, no sé cómo y sin que haya entrado nadie.

Respondió el molinero:

— He encontrado a un desconocido en el bosque, y me ha prometido grandes tesoros. En cambio, yo le he prometido lo que hay detrás del molino. ¡El manzano bien vale todo eso!

— ¿Qué has hecho, marido? —exclamó la mujer horrorizada—. Era el diablo, y no se refería al manzano, sino a nuestra hija, que estaba detrás del molino barriendo la era.

La hija del molinero era una muchacha muy linda y piadosa; durante aquellos tres años siguió viviendo en el temor de Dios y libre de pecado. Transcurrido que hubo el plazo y llegado el día en que el maligno debía llevársela, lavóse con todo cuidado, y trazó con tiza un círculo a su alrededor. Presentóse el diablo de madrugada, pero no pudo acercársele y dijo muy colérico al molinero:

— Quita toda el agua, para que no pueda lavarse, pues de otro modo no tengo poder sobre ella.


Leer / Descargar texto


6 págs. / 12 minutos / 176 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Zorra y los Gansos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Llegó un día una zorra a un prado donde había una manada de gansos gordos y hermosos y, echándose a reír, dijo:

— Llego a punto, pues os encuentro a todos reunidos tan lindamente, para merendarme uno tras otro.

Los gansos, asustadísimos, pusieron el grito en el cielo, se alborotaron y se deshicieron en lamentaciones y súplicas. Pero la zorra, cerrando los oídos a sus voces y quejas, dijo:

— ¡No hay piedad, moriréis todos!

Al fin, una de las aves cobró ánimos y suplicó:

— Puesto que, infelices de nosotros, hemos de renunciar a la vida, a pesar de nuestra juventud, concédenos siquiera la gracia de rezar una oración para que no muramos en pecado. Después nos colocaremos en fila para que puedas elegir a los más gordos.

— Bueno — admitió la zorra, — esto es de razón y, además, es una petición piadosa. Orad y aguardaré.

Entonces comenzó el primero a entonar una larga plegaria repitiendo «¡guac! ¡guac! ¡guac!», y, como nunca terminaba, el segundo, sin aguardar su turno, empezó a su vez: «¡guac! ¡guac! ¡guac!», y siguieron luego el tercero y el cuarto, hasta que se pusieron todos a graznar a la vez. (Y cuando hayan terminado su oración, proseguiremos el cuento, porque hasta ahora siguen rezando.)


Leer / Descargar texto


1 pág. / 1 minuto / 308 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Las Tres Plumas

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez un rey que tenía tres hijos, de los cuales dos eran listos y bien dispuestos, mientras el tercero hablaba poco y era algo simple, por lo que lo llamaban «El lelo». Sintiéndose el Rey viejo y débil, pensó que debía arreglar las cosas para después de su muerte, pero no sabía a cuál de sus hijos legar la corona. Díjoles entonces:

— Marchaos, y aquel de vosotros que me traiga el tapiz más hermoso, será rey a mi muerte —. Y para que no hubiera disputas, llevólos delante del palacio, echó tres plumas al aire, sopló sobre ellas y dijo—: Iréis adonde vayan las plumas.

Voló una hacia Levante; otra, hacia Poniente, y la tercera fue a caer al suelo, a poca distancia. Y así, un hermano partió hacia la izquierda; otro, hacia la derecha, riéndose ambos de «El lelo», que, siguiendo la tercera de las plumas, hubo de quedarse en el lugar en que había caído.

Sentóse el mozo tristemente en el suelo, pero muy pronto observó que al lado de la pluma había una trampa. La levantó y apareció una escalera; descendió por ella y llegó ante una puerta. Llamó, y oyó que alguien gritaba en el interior:

«Ama verde y tronada,
pata arrugada,
trasto de mujer
que no sirve para nada:
a quien hay ahí fuera, en el acto quiero ver».

Abrióse la puerta, y el príncipe se encontró con un grueso sapo gordo, rodeado de otros muchos más pequeños. Preguntó el gordo qué deseaba, a lo que respondió el joven:

— Voy en busca del tapiz más bello y primoroso del mundo.

El sapo, dirigiéndose a uno de los pequeños, le dijo:

«Ama verde y tronada,
pata arrugada,
trasto de mujer
que no sirve para nada:
aquella gran caja me vas a traer».


Leer / Descargar texto


3 págs. / 5 minutos / 410 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

12345