Textos más descargados de Hermanos Grimm disponibles | pág. 10

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autor: Hermanos Grimm textos disponibles


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Dios te Socorra

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez dos hermanas, una de las cuales era rica y sin hijos y la otra viuda con cinco niños y tan pobre que carecía de pan para ella y su familia. Obligada por la necesidad fue a buscar a su hermana y la dijo:

—Mis hijos se mueren de hambre, tú eres rica, dame un pedazo de pan.

Pero la rica que tenía un corazón de piedra, la contestó:

—No hay pan en casa—, y la despidió con dureza.

Algunas horas después volvió a su casa el marido de la hermana rica, y cuando comenzaba a partir el pan para comer, se admiró de ver que iban saliendo gotas de sangre conforme le iba partiendo. Su mujer asustada le refirió todo lo que había pasado. Se apresuró a ir a socorrer a la pobre viuda y la llevó toda la comida que tenía preparada. Cuando salió para volver a su casa, oyó un ruido muy grande y vio una nube de humo y fuego que subía hacia el cielo. Era que ardía su casa. Perdió todas sus riquezas en el incendio, su cruel mujer lanzando gritos de rabia decía:

—Nos moriremos de hambre.

—Dios socorre a los pobres—, la respondió su buena hermana, que corrió a su lado.

La que había sido rica, hubo de mendigar a su vez; pero nadie tuvo compasión de ella. Su hermana olvidando su crueldad, repartía con ella las limosnas que recibía.


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1 pág. / 1 minuto / 203 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Un Buen Negocio

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un campesino llevó su vaca al mercado, donde la vendió por siete escudos. Cuando regresaba a su casa hubo de pasar junto a una charca, y ya desde lejos oyó croar las ranas: «¡cuak, cuak, cuak!».

— ¡Bah! —dijo para sus adentros—. Ésas no saben lo que se dicen. Siete son los que he sacado, y no cuatro—. Al llegar al borde del agua, las increpó:

— ¡Bobas que sois! ¡Qué sabéis vosotras! Son siete y no cuatro.

Pero las ranas siguieron impertérritas: «cuak, cuak, cuak».

— Bueno, si no queréis creerlo los contaré delante de vuestras narices.

Y sacando el dinero del bolsillo, contó los siete escudos, a razón de veinticuatro reales cada uno. Pero las ranas, sin prestar atención a su cálculo, seguían croando: «cuak, cuak, cuak».

— ¡Caramba con los bichos! —gritó el campesino, amoscado—. Puesto que os empeñáis en saberlo mejor que yo, contadlo vosotras mismas.

Y arrojó las monedas al agua, quedándose de pie en espera de que las hubiesen contado y se las devolviesen. Pero las ranas seguían en sus trece, y duro con su «cuak, cuak, cuak», sin devolver el dinero. Aguardó el hombre un buen rato, hasta el anochecer; pero entonces ya no tuvo más remedio que marcharse. Púsose a echar pestes contra las ranas, gritándoles:

— ¡Chapuzonas, cabezotas, estúpidas! ¡Podéis tener una gran boca para gritar y ensordecernos, pero sois incapaces de contar siete escudos! ¿Os habéis creído que aguardaré aquí hasta que hayáis terminado?

Y se marchó, mientras lo perseguía el «cuak, cuak, cuak» de las ranas, por lo que el hombre llegó a su casa de un humor de perros.


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4 págs. / 8 minutos / 146 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Por Faltar un Clavo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Después de haber hecho muy buenos negocios en la feria, vender todas sus mercancías y llenar su bolsa de oro y de plata, quería un comerciante ponerse en camino para llegar a su casa antes de la noche. Metió su dinero en la maleta, la ató a la silla y montó a caballo.

Detúvose al medio día en una ciudad, y cuando iba a partir le dijo el mozo de la cuadra al darle su caballo:

—Caballero, falta a vuestro caballo un clavo en la herradura del pie izquierdo trasero.

—Está bien, contestó el comerciante; la herradura resistirá todavía seis leguas que me restan que andar. Tengo prisa.

Por la tarde, bajó otra vez para dar de comer un poco de pan a su caballo. El mozo salió a su encuentro y le dijo:

—Caballero, vuestro caballo está destrozado del pie izquierdo; llevadle a casa del herrador.

—No, no hace falta, contestó; para dos leguas que me quedan que andar aún puede andarlas mi caballo así como está. Tengo prisa.

Montó y partió. Pero poco después comenzó a cojear el caballo, algo más allá empezó a tropezar, y luego no tropezaba ya sino que cayó con una pierna rota. El comerciante se vio obligado a dejar allí al animal, a desatar su maleta, echársela a las espaldas y volver a pie a su casa, donde no llegó hasta muy entrada la noche.

—Aquel maldito clavo de que no quise hacer caso, murmuraba para sí, ha sido la causa de todas mis desgracias.

Lectores, corred despacio.


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1 pág. / 1 minuto / 175 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Piel de Oso

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Hace mucho, mucho tiempo, vivió un joven que se alistó como soldado. Su valentía y coraje no tenían parangón, realizó grandes proezas durante las batallas y siempre se adelantaba hasta la línea de fuego para luchar. Pero al fín llegaron tiempos de paz y el soldado fue licenciado. — Ahora podrás dedicarte a lo que prefieras — Le dijo su capitán. Mas un soldado que sólo conoce la guerra, difícilmente conoce un oficio para desempeñar con su fusil.

Acudió a sus hermanos para pedirles ayuda, pues sus padres habían muerto hacía algún tiempo, pero éstos no tuvieron nada que ofrecerle. Después de recorrer sin éxito varias aldeas en busca de trabajo, se internó en lo más profundo del bosque y allí clamó sus penas en voz alta. — No conozco la forja ni el curtido. No entiendo de animales ni sé preparar platos exquisitos. Sin poder trabajar, estoy destinado a morir de hambre.

De pronto, un ruido a su espalda le hizo girarse para contemplar a un extraño hombre vestido de verde y uno de cuyos pies era una pezuña de caballo. — Ahora que conozco tus penas, las aliviaré con abundante oro sólo con que demuestres tu gallardía, pues no soy amigo de alentar a los cobardes. — Eso es lo único que me sobra — dijo el combatiente — ¡Pruébame, pues me hace falta el oro!

Y antes de que pudiera verlo, un enorme oso se abalanzó contra él, levantado sobre sus patas traseras. El joven, reaccionando con rapidez pasmosa, retrocedió a tiempo de disparar una bala mortífera al animal, que se desplomó sobre el suelo cuan largo era. Asintiendo con la cabeza, el diablo tendió un traje verde al joven y continuó: — Ahora que conozco tu valor, llevarás estas ropas durante siete años y no te asearás durante ese tiempo. El bolsillo derecho estará siempre rebosante de oro. — Añadió.


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3 págs. / 5 minutos / 113 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Tres Ramos Verdes

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un ermitaño que vivía en un bosque al pie de una montaña; pasaba el tiempo rezando y haciendo buenas obras, y todas las tardes llevaba por penitencia dos cubos grandes de agua desde la ladera hasta la cumbre de la montaña, para regar las plantas y dar de beber a los animales, pues reinaba en aquella altura un aire tan fuerte que todo lo secaba, y los pájaros, que huían en aquel desierto de la presencia del hombre, buscaban en vano agua que beber con sus perspicaces ojos. Un ángel del Señor se aparecía al ermitaño para recompensar su piedad, y en cuanto concluía su tarea le daba de comer, como a aquel profeta que era sustentado por los cuervos de orden del Eterno.

El ermitaño llegó así, en olor de santidad, hasta una edad muy avanzada; pero un día en que vio a lo lejos un pobre pecador, a quien llevaban al cadalso, se atrevió a decir:

—Ya vas a pagar lo que has hecho.

Por la tarde, cuando subió el agua a la montaña, no se le apareció el ángel como costumbre, ni le trajo su comida. Atemorizado, inquirió en el fondo de su corazón en lo que podía haber ofendido a Dios, y no podía descubrirlo. Postrose en tierra y estuvo orando día y noche sin querer tomar alimento alguno.

Un día, cuando estaba llorando amargamente en el bosque, oyó a un pájaro que cantaba con una voz tan melodiosa que no pudo menos de decirle:

—¡Ah!, pajarito, ¡qué contento cantas! El Señor no está incomodado contigo. ¡Ay!, si pudieras decirme en lo que le he ofendido, haría penitencia y volvería la alegría a mi corazón.

El pájaro le contestó:

—Has cometido una mala acción, condenando a un pobre pecador que llevaban al cadalso: por eso está incomodado contigo el Señor, pues solo a él le corresponde juzgarle. Sin embargo, si haces penitencia y te arrepientes de tu pecado, te perdonará.


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2 págs. / 4 minutos / 95 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Tres Pajarillos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Hará cosa de mil años, o tal vez más, que en estas tierras había muchos reyezuelos. Uno de ellos vivía en Teuteberg y era aficionado a la caza. Un día en que, como muchos, salió del castillo con sus cazadores, tres muchachas guardaban sus vacas al pie del monte, y, al ver al Rey con tantos cortesanos, exclamó la mayor, señalándole y dirigiéndose a sus hermanas:

— ¡Hola, hola! ¡Si no es aquél, no quiero ninguno!

Respondióle la segunda, que estaba del otro lado de la montaña, señalando al que iba a la derecha del Rey:

— ¡Hola, hola! ¡Si no es aquél, no quiero ninguno!

Y la tercera, señalando al que se hallaba a la izquierda:

— ¡Hola, hola! ¡Si no es aquél, no quiero ninguno!

Los dos últimos eran los dos ministros. Oyólo todo el Rey, y, de vuelta a palacio, mandó llamar a las tres hermanas y preguntóles qué habían dicho la víspera en la montaña. Las doncellas se negaron a repetirlo, y entonces el Rey preguntó a la mayor si lo quería por marido. Ella respondió afirmativamente, y los ministros preguntaron lo mismo a las otras dos, pues las tres eran hermosas y de lindo rostro, sobre todo la Reina, que tenía cabellos como de lino.

Las dos hermanas menores no tuvieron hijos, y un día en que, el Rey hubo de ausentarse, mandólas que se quedasen a hacer compañía a la Reina para animarla, pues esperaba ser pronto madre. Dio a luz un niño, que vino al mundo con una estrella completamente roja, y entonces las dos hermanas se concertaron para arrojar al agua a la linda criatura. Cuando ya hubieron cometido el crimen —creo que lo echaron al río Weser— un pajarillo se remontó a las alturas cantando:

«La muerte ha venido
porque Dios lo quiere.
Mas florece un lirio;
buen niño, ¿tú lo eres?».


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4 págs. / 7 minutos / 98 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Tres Herederos Afortunados

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un padre reunió a sus tres hijos en su presencia y les dio: al primero un gallo, al segundo una guadaña, y al tercero un gato.

—Soy viejo, les dijo, y está cercana mi muerte; quiero antes de que llegue, asegurar vuestro porvenir. No tengo dinero que dejaros, y aunque os parezcan de poco valor las cosas que ahora os doy, eso depende del uso que hagáis de ellas; buscad cada uno un país en que sea desconocido el objeto que posee y hará su fortuna.

El mayor de los hijos se puso en camino con su gallo, después de la muerte de su padre, pero por todas cuantas partes pasaba era conocido el gallo; en las ciudades le veía encima de los campanarios, dando vueltas con el viento; en los campos le oía cantar continuamente, y a nadie chocaba su animalito, de manera que no se hallaba en la situación más a propósito para mejorar su suerte.

Llegó por último a una isla donde nadie sabía lo que era un gallo, de modo que les costaba mucho trabajo conocer la aproximación de las diferentes partes del día. Sabían muy bien cuándo era de día y cuándo era de noche, pero los que dormían por la noche, ignoraban siempre la hora que era.

—Mirad, les dijo, qué animal tan hermoso; tiene una corona de rubíes en la cabeza y lleva espuelas en los pies como los caballeros. Por la noche canta tres veces a horas fijas; la última cuando va a salir el sol. Cuando canta en medio del día, indica que va a cambiar el tiempo.

Este discurso gustó mucho a los habitantes de la isla; a la noche siguiente nadie se durmió, y todos escucharon con la mayor ansiedad al gallo anunciar las dos, las cuatro y las seis de la mañana. Le preguntaron si vendía aquel hermoso pájaro, y cuánto quería por él.

—Quiero el oro que pueda llevar un asno en una carga, les contestó.

Todos contestaron que semejante precio era una bagatela para un animal tan maravilloso, y se apresuraron a dársele.


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2 págs. / 3 minutos / 120 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Siete Cuervos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez, hace ya mucho tiempo, un matrimonio que tenía siete hijos y ninguna hija. Esto era siempre motivo de pena para aquellas buenas gentes, porque les hubiera encantado tener una niña. Y con tanto fervor anhelaban su llegada, que por fin un día tuvieron la inmensa alegría de acunar una hijita entre sus brazos. La felicidad del buen matrimonio fue entonces completa, porque además dos siete hemanitos adoraban a la pequeña.

Pero, desdichadamente, la niña no parecía tener muy buena salud. Y a medida que pasaba el tiempo, desmejoraba cada vez más. Hasta que un día se puso tan mal, que los padres no dudaron de que su hijita se moría. Pensaron entonces que había que bautizarla, y para ello era preciso traer agua del pozo.

—tomad vuestros baldes —dijo el padre a los siete niños—, id al pozo, y volved cuanto antes.

Los muchachos obedecieron. Tomaron sus baldes y partieron corriendo. Estaban ansiosos por ayudar a su padre, y en su ansiedad, cada uno quería ser el primero en hundir su balde en el pozo. Se lanzaron atropelladamente sobre el mismo, con tanto aturdimiento y tan mala fortuna, que los baldes escaparon de sus manos y cayeron al fondo del pozo. Los muchachos quedaron desolados. Se miraban uno a otro, sin saber qué hacer ni qué decir.

—¡Dios mío! —exclamó uno de ellos, por fin—. ¿Qué le diremos ahora a papá? No podemos volver a casa sin el agua.

En su desesperación, trataron de sacar los baldes del pozo; pero todo fue en vano. No pudieron lograrlo, y atemorizados al pensar en el enojo con que los recibiría su padre, se quedaron meditando, sentados junto al pozo.

—Si volvemos sin el agua —dijo uno de ellos—, nuestro padre se sentirá tan enojado que nos castigará duramente.

—Es muy cierto —añadió otro—. Y no le faltará razón.

—No debimos ser tan atolondrados... —suspiró un tercero.


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7 págs. / 12 minutos / 130 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Seis Compañeros que lo Consiguen Todo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un hombre que era muy hábil en todos los oficios. Se hizo soldado y sirvió con valor, pero cuando se concluyó la guerra recibió la licencia con algún dinero para el gasto del camino. Esto no le convenía y se propuso, si encontraba compañeros, obligar al rey a darle todos los tesoros del reino.

Tomó incomodado el camino del bosque, y vio allí a un hombre que acababa de desarraigar seis árboles muy grandes con la mano, como si no hubieran sido más que seis hojas de yerba.

Le preguntó:

—¿Quieres seguirme y servir a mis órdenes?

—Con mucho gusto —respondió el otro—, pero antes tengo que llevar a mi madre este hacecillo de leña.

Y cogiendo uno de los árboles ató con él los otros, y se echó el haz a espaldas y se lo llevó.

Volvió a poco a encontrar a su amo, que le dijo:

—Nosotros dos lo conseguiremos todo.

Un poco más allá encontraron un cazador que estaba de rodillas y que apuntaba con su escopeta.

El soldado le preguntó:

—¿A qué apuntas, cazador?

Él le contestó:

—Dos leguas de aquí hay una mosca colocada en la rama de una encina, y quiero meterla la bala en el ojo izquierdo.

— ¡Oh! Ven conmigo —le dijo el soldado—. Nosotros tres lo conseguiremos todo.

El cazador le siguió y llegaron delante de siete molinos de viento que daban vueltas con la mayor velocidad, sin embargo de que no hacía un pelo de viento y no se movía la hoja de ningún árbol.

El soldado le dijo:

—No concibo cómo pueden andar estos molinos, pues no hace aire.

Dos leguas más allá vieron un hombre que estaba subido en un árbol; tenía una de las narices tapada y soplaba con la otra.

—¿Qué diablos soplas ahí arriba? —le preguntó el soldado.

—Dos leguas de aquí —le respondió—, hay siete molinos de viento, y estoy soplando para hacerlos andar.


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5 págs. / 9 minutos / 128 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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