Gentuza
Hermanos Grimm
Cuento infantil
Dijo el gallo a la gallina:
— Ha llegado el tiempo de las nueces; vámonos al monte y nos daremos un hartazgo antes de que la ardilla se las lleve todas.
— ¡Qué buena idea! —contestó la gallina—. Vamos, nos divertiremos enormemente.
Se fueron juntos a la montaña, y se quedaron en ella hasta bien entrada la tarde, aprovechando que el día era espléndido. No sé si se hartaron demasiado o si se les subieron los humos a la cabeza, el caso es que no quisieron volver andando, y el gallo tuvo que fabricar un carrito con cáscaras de nuez. Cuando ya estuvo a punto, acomodóse en él la gallina y dijo al gallo:
— Tú puedes engancharte y llevarme.
— ¡Ésa si que es buena! —replicó él—. Primero me vuelvo andando que dejarme enganchar al carro. No es éste el trato. Hacer de cochero, sentado en el pescante, bueno; pero tirar yo, ¡ni por pienso!
Mientras disputaban así acercóse un pato graznando:
— ¡Ladrones! ¿Quién os autorizó a entrar en mi nogueral? ¡Aguardad, que se os va a atragantar el banquete!
Y abriendo su enorme pico, arremetió contra el gallo. Pero éste tampoco era manco y embistió al pato con todas sus fuerzas, manejando, zis zas, su espolón con tanta destreza, que el adversario tuvo que pedir gracia y resignarse en castigo, a tirar del coche. El gallo se sentó al pescante, haciendo de cochero, y comenzó la carrera:
— ¡arre, pato, arre! ¡Al trote, al trote!
Habían ya recorrido un buen trecho del camino, cuando se encontraron con dos caminantes, un alfiler y una aguja de coser, que les gritaron:
— ¡Alto, alto!
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Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.