Textos más populares este mes de Hermanos Grimm disponibles | pág. 7

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El Ratoncillo, el Pajarito y la Salchicha

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un ratoncillo, un pajarito y una salchicha hacían vida en común. Llevaban ya mucho tiempo juntos, en buena paz y compañía y congeniaban muy bien. La faena del pajarito era volar todos los días al bosque a buscar leña. El ratón cuidaba de traer agua y poner la mesa, y la salchicha tenía a su cargo la cocina.

Cuando las cosas van demasiado bien, uno se cansa pronto de ellas. Así, ocurrió que un día el pajarito se encontró con otro pájaro, a quien contó y encomió lo bien que vivía. Pero el otro lo trató de tonto, pues que cargaba con el trabajo más duro, mientras los demás se quedaban en casita muy descansados pues el ratón, en cuanto había encendido el fuego y traído el agua, podía irse a descansar en su cuartito hasta la hora de poner la mesa. Y la salchicha no se movía del lado del puchero, vigilando que la comida se cociese bien, y cuando estaba a punto, no tenía más que zambullirse un momento en las patatas o las verduras, y éstas quedaban adobadas, saladas y sazonadas. No bien llegaba el pajarillo con su carga de leña, sentábanse los tres a la mesa y, terminada la comida, dormían como unos benditos hasta la mañana siguiente. Era, en verdad, una vida regalada.

Al otro día el pajarillo, cediendo a las instigaciones de su amigo, declaró que no quería ir más a buscar leña; estaba cansado de hacer de criado de los demás y de portarse como un bobo. Era preciso volver las tornas y organizar de otro modo el gobierno de la casa. De nada sirvieron los ruegos del ratón y de la salchicha; el pájaro se mantuvo en sus trece. Hubo que hacerlo, pues, a suertes; a la salchicha le tocó la obligación de ir por leña, mientras el ratón cuidaría de la cocina, y el pájaro, del agua.

— Veréis lo que sucedió.


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1 pág. / 3 minutos / 150 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Juan con Suerte

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Juan había servido siete años a su amo, y le dijo:

— Mi amo, he terminado mi tiempo, y quisiera volverme a casa, con mi madre. Pagadme mi soldada.

Respondióle el amo:

— Me has servido fiel y honradamente; el premio estará a la altura del servicio — y le dio un pedazo de oro tan grande como la cabeza de Juan. Sacó éste su pañuelo del bolsillo, envolvió en él el oro y, cargándoselo al hombro, emprendió el camino de su casa. Mientras andaba, vio a un hombre montado a caballo, que avanzaba alegremente a un trote ligero.

— ¡Ay! — exclamó Juan en alta voz —, ¡qué cosa más hermosa es ir a caballo! Va uno como sentado en una silla, no tropieza contra las piedras ni se estropea las botas, y adelanta sin darse cuenta.

Oyólo el jinete y, deteniendo el caballo, le dijo:

— Oye, Juan, ¿por qué vas a pie?

— ¡Qué remedio me queda! — respondió el mozo —. He de llevar este terrón a casa; cierto que es de oro, pero no me deja ir con la cabeza derecha, y me pesa en el hombro.

— ¿Sabes qué? — díjole el caballero —. Vamos a cambiar; yo te doy el caballo, y tú me das tu terrón.

— ¡De mil amores! — exclamó Juan —. Pero tendréis que llevarlo a cuestas, os lo advierto.

Apeóse el jinete, cogió el oro y, ayudando a Juan a montar, púsole las riendas en la mano y le dijo:

— Si quieres que corra, no tienes sino chasquear la lengua y gritar «¡hop, hop!».


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5 págs. / 10 minutos / 169 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Dama Duende

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Vivió hace mucho tiempo, en un país muy lejano, una linda muchachita curiosa, indiscreta y desobediente. Sus padres no conseguían sacar partido de ella, tan rebelde como era, y les preocupaba que siguiera creciendo sin poder domar su testarudez. Un día se dirigió a ellos con estas palabras: — Mamá, papá, he decidido ir a conocer a la famosa Dama Duende.

— ¡No vayas hija mía!, — Le advirtieron ellos — Pues su fama proviene de su maldad. Es una mujer siniestra que no guarda nada bueno y no será una visita provechosa para ti. — Sin embargo, — contestó la muchacha — yo he oído que es capaz de hacer prodigios y que dispone de poderes mágicos que le permiten realizar las mayores maravillas. ¡Iré a conocerla!

De nada sirvieron las advertencias, súplicas y consejos de sus progenitores, y a la mañana siguiente la chiquilla partió en busca de la misteriosa Dama Duende. Caminando por la vereda que conducía a lo más recóndito del bosque, al fín halló la cabaña donde habitaba la extraña mujer: — Entra y cálmate, estás temblando como un ratoncillo asustado — Observó la enigmática Dama al verla.

— Señora, viniendo hacia aquí he encontrado a un hombre verde que me ha dado un susto de muerte — Explicó la muchacha. — No había razón para tanto miedo, seguramente sería un cazador. — Alegó la dama dulcemente. — También me topé con un hombre negro que me hizo temblar. — Sería un carbonero, no había motivo para temerle. — Razonó la mujer acercándose a la niña.

— Dama Duende, debo deciros que mientras venía hacia aquí para conoceros hubo otro incidente que me provocó mucho miedo: se cruzó en mi camino un hombre rojo. — A buen seguro era un carnicero: no había motivo para tu miedo. — Respondía la Dama Duende con paciencia. En su cara, una enigmática mueca comenzaba a perfilarse y su voz se tornaba más zalamera con cada palabra pronunciada.


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1 pág. / 2 minutos / 298 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Hija de la Virgen María

Hermanos Grimm


Cuento infantil


A la entrada de un extenso bosque vivía un leñador con su mujer y un solo hijo, que era una niña de tres años de edad; pero eran tan pobres que no podían mantenerla, pues carecían del pan de cada día. Una mañana fue el leñador muy triste a trabajar y cuando estaba partiendo la leña, se le presentó de repente una señora muy alta y hermosa que llevaba en la cabeza una corona de brillantes estrellas, y dirigiéndole la palabra le dijo:

—Soy la señora de este país; tú eres pobre miserable; tráeme a tu hija, la llevaré conmigo, seré su madre y tendré cuidado de ella.

El leñador obedeció; fue a buscar a su hija y se la entregó a la señora, que se la llevó a su palacio.

La niña era allí muy feliz: comía bizcochos, bebía buena leche, sus vestidos eran de oro y todos procuraban complacerla.

Cuando cumplió los catorce años, la llamó un día la señora, y la dijo:

—Querida hija mía, tengo que hacer un viaje muy largo; te entrego esas llaves de las trece puertas de palacio, puedes abrir las doce y ver las maravillas que contienen, pero te está prohibido tocar a la decimotercia que se abre con esta llave pequeña; guárdate bien de abrirla, pues te sobrevendrían grandes desgracias.

La joven prometió obedecer, y en cuanto partió la señora comenzó a visitar las habitaciones; cada día abría una diferente hasta que hubo acabado de ver las doce; en cada una se hallaba el sitial de un rey, adornado con tanto gusto y magnificencia que nunca había visto cosa semejante. Llenábase de regocijo, y los pajes que la acompañaban se regocijaban también como ella. No la quedaba ya más que la puerta prohibida, y tenía grandes deseos de saber lo que estaba oculto dentro, por lo que dijo a los pajes que la acompañaban.

—No quiero abrirla toda, mas quisiera entreabrirla un poco para que pudiéramos ver a través de la rendija.


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5 págs. / 8 minutos / 111 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Doce Hermanos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez un rey y una reina que vivían en buena paz y contentamiento con sus doce hijos, todos varones. Un día, el Rey dijo a su esposa:

— Si el hijo que has de tener ahora es una niña, deberán morir los doce mayores, para que la herencia sea mayor y quede el reino entero para ella.

Y, así, hizo construir doce ataúdes y llenarlos de virutas de madera, colocando además, en cada uno, una almohadilla. Luego dispuso que se guardasen en una habitación cerrada, y dio la llave a la Reina, con orden de no decir a nadie una palabra de todo ello.

Pero la madre se pasaba los días triste y llorosa, hasta que su hijo menor, que nunca se separaba de su lado y al que había puesto el nombre de Benjamín, como en la Biblia, le dijo, al fin:

— Madrecita, ¿por qué estás tan triste?

— ¡Ay, hijito mío! —respondióle ella—, no puedo decírtelo.

Pero el pequeño no la dejó ya en reposo, y, así, un día ella le abrió la puerta del aposento y le mostró los doce féretros llenos de virutas, diciéndole:

— Mi precioso Benjamín, tu padre mandó hacer estos ataúdes para ti y tus once hermanos; pues si traigo al mundo una niña, todos vosotros habréis de morir y seréis enterrados en ellos.

Y como le hiciera aquella revelación entre amargas lágrimas, quiso el hijo consolarla y le dijo:

— No llores, querida madre; ya encontraremos el medio de salir del apuro. Mira, nos marcharemos.

Respondió ella entonces:


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6 págs. / 10 minutos / 99 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Rey Pico de tordo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Tenía un rey una hija que era hermosa por encima de toda ponderación; pero tan orgullosa y soberbia, que no encontraba ningún pretendiente de su gusto: Uno tras otro, los rechazaba a todos y, encima, se burlaba de ellos.

Un día, el Rey dispuso una gran fiesta e invitó a todos los mozos casaderos de varias leguas a la redonda. Fueron colocados en fila, por orden de rango: en primer lugar, los reyes; después, los duques, los príncipes, los condes y barones, y, finalmente, los caballeros. Pasóles revista la princesa, pero a cada uno tuvo algo que objetar. Éste era demasiado gordo: «¡Vaya tonel», exclamaba. El segundo, demasiado larguirucho: «Flaco y largo no tiene garbo». El tercero, demasiado bajo: «Gordo y bajo, un estropajo». El cuarto, demasiado pálido: «¡Parece la muerte!». El quinto, demasiado rojo: «¡Vaya gallo!». El sexto no era bastante derecho: «Leña verde, secada detrás de la estufa». Y, así sucesivamente, en todos descubría algún defecto. Pero de quien más se burló fue de un bondadoso rey, que figuraba entre los primeros y cuya barbilla era un poco saliente:

— ¡Ja, ja! — exclamó la princesa, soltando la carcajada —, éste tiene una barbilla que parece el pico de un tordo.

Por lo que, en adelante, le dieron el sobrenombre de «Pico de tordo».

El viejo rey, empero, viendo que su hija no hacía sino mofarse de todos los pretendientes y humillarlos, irritóse de tal manera que juró casar a su hija con el primer mendigo que llegase a su puerta.

Al cabo de pocos días presentóse un organillero que, después de cantar al pie de las ventanas, pidió limosna. Al enterarse el Rey, dijo:

— ¡Traedme a ese hombre!

Compareció ante él el pordiosero, todo sucio y harapiento, cantó ante el Rey y la princesa y, cuando hubo terminado, pidió una recompensa. Díjole el Rey:

— Me ha gustado tanto tu canción, que voy a darte a mi hija por esposa.


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4 págs. / 8 minutos / 127 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Doncella Sin Manos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


A un molinero le iban mal las cosas, y cada día era más pobre; al fin, ya no le quedaban sino el molino y un gran manzano que había detrás. Un día se marchó al bosque a buscar leña, y he aquí que le salió al encuentro un hombre ya viejo, a quien jamás había visto, y le dijo:

— ¿Por qué fatigarse partiendo leña? Yo te haré rico sólo con que me prometas lo que está detrás del molino.

«¿Qué otra cosa puede ser sino el manzano?», pensó el molinero, y aceptó la condición del desconocido. Éste le respondió con una risa burlona:

— Dentro de tres años volveré a buscar lo que es mío —y se marchó.

Al llegar el molinero a su casa, salió a recibirlo su mujer.

— Dime, ¿cómo es que tan de pronto nos hemos vuelto ricos? En un abrir y cerrar de ojos se han llenado todas las arcas y cajones, no sé cómo y sin que haya entrado nadie.

Respondió el molinero:

— He encontrado a un desconocido en el bosque, y me ha prometido grandes tesoros. En cambio, yo le he prometido lo que hay detrás del molino. ¡El manzano bien vale todo eso!

— ¿Qué has hecho, marido? —exclamó la mujer horrorizada—. Era el diablo, y no se refería al manzano, sino a nuestra hija, que estaba detrás del molino barriendo la era.

La hija del molinero era una muchacha muy linda y piadosa; durante aquellos tres años siguió viviendo en el temor de Dios y libre de pecado. Transcurrido que hubo el plazo y llegado el día en que el maligno debía llevársela, lavóse con todo cuidado, y trazó con tiza un círculo a su alrededor. Presentóse el diablo de madrugada, pero no pudo acercársele y dijo muy colérico al molinero:

— Quita toda el agua, para que no pueda lavarse, pues de otro modo no tengo poder sobre ella.


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6 págs. / 12 minutos / 177 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Novia del Bandolero

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez un molinero que tenía una hija muy linda, y cuando ya fue crecida, deseaba verla bien casada y colocada. Pensaba: «Si se presenta un pretendiente como Dios manda y la pide, se la daré».

Poco tiempo después, llegó uno que parecía muy rico, y como el molinero no sabía nada malo de él, le prometió a su hija. La muchacha, sin embargo, no sentía por él la inclinación que es natural que una prometida sienta por su novio, ni le inspiraba confianza el mozo. Cada vez que lo veía o pensaba en él, una extraña angustia le oprimía el corazón. Un día le dijo él:

— Eres mi prometida, y nunca has venido a visitarme.

Respondió la doncella:

— Aún no sé dónde está tu casa.

— Mi casa está en medio del bosque oscuro —contestó el novio.

Ella todo era inventar pretextos, diciendo que no sabría hallar el camino, pero un día el novio le dijo muy decidido:

— El próximo domingo tienes que venir a casa. He invitado ya a mis amigos, y para que encuentres el camino en el bosque, esparciré cenizas.

Llegó el domingo, y la muchacha se puso en camino; sin saber por qué, sentía un extraño temor, y para asegurarse de que a la vuelta no se extraviaría, llenóse los bolsillos de guisantes y lentejas.

A la entrada del bosque vio el rastro de ceniza y lo siguió; pero a cada paso tiraba al suelo, a derecha e izquierda, unos guisantes. Tuvo que andar casi todo el día antes de llegar al centro del bosque, donde más oscuro era. Allí había una casa solitaria, de aspecto tenebroso y lúgubre. Dominando su aprensión, entró en la casa; dentro reinaba un profundo silencio, y no se veía nadie en parte alguna. De pronto se oyó una voz:

«Vuélvete, vuélvete, joven prometida.

Asesinos viven en esta guarida».

La muchacha levantó los ojos y vio que la voz era de un pájaro, encerrado en una jaula que colgaba de la pared. El cual repitió:


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3 págs. / 6 minutos / 285 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Los Duendecillos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Cuento primero

Un zapatero se había empobrecido de tal modo, y no por culpa suya, que, al fin, no le quedaba ya más cuero que para un solo par de zapatos. Cortólos una noche, con propósito de coserlos y terminarlos al día siguiente; y como tenía tranquila la conciencia, acostóse plácidamente y, después de encomendarse a Dios, quedó dormido. A la mañana, rezadas ya sus oraciones y cuando iba a ponerse a trabajar, he aquí que encontró sobre la mesa los dos zapatos ya terminados. Pasmóse el hombre, sin saber qué decir ni qué pensar. Cogió los zapatos y los examinó bien de todos lados. Estaban confeccionados con tal pulcritud que ni una puntada podía reprocharse; una verdadera obra maestra.

A poco entró un comprador, y tanto le gustó el par, que pagó por él más de lo acostumbrado, con lo que el zapatero pudo comprarse cuero para dos pares. Los cortó al anochecer, dispuesto a trabajar en ellos al día siguiente, pero no le fue preciso, pues, al levantarse, allí estaban terminados, y no faltaron tampoco parroquianos que le dieron por ellos el dinero suficiente con que comprar cuero para cuatro pares. A la mañana siguiente otra vez estaban listos los cuatro pares, y ya, en adelante, lo que dejaba cortado al irse a dormir, lo encontraba cosido al levantarse, con lo que pronto el hombre tuvo su buena renta y, finalmente, pudo considerarse casi rico.

Pero una noche, poco antes de Navidad, el zapatero, que ya había cortado los pares para el día siguiente, antes de ir a dormir dijo a su mujer:

— ¿Qué te parece si esta noche nos quedásemos para averiguar quién es que nos ayuda de este modo?

A la mujer parecióle bien la idea; dejó una vela encendida, y luego los dos se ocultaron, al acecho, en un rincón, detrás de unas ropas colgadas.


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3 págs. / 5 minutos / 110 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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