Textos más populares este mes de Hermanos Grimm etiquetados como Cuento infantil | pág. 11

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autor: Hermanos Grimm etiqueta: Cuento infantil


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El Tambor

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un anochecer caminaba un joven tambor por el campo, completamente solo, y, al llegar a la orilla de un lago, vio tendidas en ellas tres diminutas prendas de ropa blanca. «Vaya unas prendas bonitas!», se dijo, y se guardó una en el bolsillo. Al llegar a su casa, metióse en la cama, sin acordarse, ni por un momento, de su hallazgo. Pero cuando estaba a punto de dormirse, parecióle que alguien pronunciaba su nombre. Aguzó el oído y pudo percibir una voz dulce y suave que le decía:

— ¡Tambor, tambor, despierta!

Como era noche oscura, no pudo ver a nadie; pero tuvo la impresión de que una figura se movía delante de su cama.

— ¿Qué quieres? —preguntó.

— Devuélveme mi camisita —respondió la voz—; la que me quitaste anoche junto al lago.

— Te la daré sí me dices quién eres —respondió el tambor.

— ¡Ah! clamó la voz—. Soy la hija de un poderoso rey; pero caí en poder de una bruja y vivo desterrada en la montaña de cristal. Todos los días, mis dos hermanas y yo hemos de ir a bañarnos al lago; pero sin mi camisita no puedo reemprender el vuelo. Mis hermanas se marcharon ya; pero yo tuve que quedarme. Devuélveme la camisita, te lo ruego.

— Tranquilízate, pobre niña —dijo el tambor—. Te la daré con mucho gusto—. Y, sacándosela del bolsillo, se la alargó en la oscuridad. Cogióla ella y se dispuso a retirarse.

— Aguarda un momento —dijo el muchacho—. Tal vez pueda yo ayudarte.

— Sólo podrías hacerlo subiendo a la cumbre de la montaña de cristal y arrancándome del poder de la bruja. Pero a la montaña no podrás llegar; aún suponiendo que llegaras al pie, jamás lograrías escalar la cumbre.

— Para mí, querer es poder —dijo el tambor—. Me inspiras lástima, y yo no le temo a nada. Pero no sé el camino que conduce a la montaña.


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5 págs. / 9 minutos / 150 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Viejo Rinkrank

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez un rey que tenía una hija. Se hizo construir una montaña de cristal y dijo:

— El que sea capaz de correr por ella sin caerse, se casará con mi hija.

He aquí que se presentó un pretendiente y preguntó al Rey si podría obtener la mano de la princesa.

— Sí —respondióle el Rey—; si eres capaz de subir corriendo a la montaña sin caerte, la princesa será tuya.

Dijo entonces la hija del Rey que subiría con él y lo sostendría si se caía. Emprendieron el ascenso, y, al llegar a media cuesta, la princesa resbaló y cayó y, abriéndose la montaña, precipitóse en sus entrañas, sin que el pretendiente pudiese ver dónde había ido a parar, pues el monte se había vuelto a cerrar enseguida. Lamentóse y lloró el mozo lo indecible, y también el Rey se puso muy triste, y dio orden de romper y excavar la montaña con la esperanza de rescatar a su hija; pero no hubo modo de encontrar el lugar por el que había caído.

Entretanto, la princesa, rodando por el abismo, había ido a dar en una cueva profundísima y enorme, donde salió a su encuentro un personaje muy viejo, de luenga barba blanca, y le dijo que le salvaría la vida si se avenía a servirle de criada y a hacer cuanto le mandase; de lo contrario, la mataría. Ella cumplió todas sus órdenes.

Al llegar la mañana, el individuo se sacó una escalera del bolsillo y, apoyándola contra la montaña, subióse por ella y salió al exterior, cuidando luego de volver a recoger la escalera. Ella hubo de cocinar su comida, hacer su cama y mil trabajos más; y así cada día; y cada vez que regresaba el hombre, traía consigo un montón de oro y plata. Al cabo de muchos años de seguir así las cosas y haber envejecido él en extremo, dio en llamarla «Dama Mansrot», y le mandó que ella lo llamase a él «Viejo Rinkrank».


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2 págs. / 3 minutos / 97 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Federico y Catalinita

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un hombre llamado Federico, y una mujer llamada Catalinita, que acababan de contraer matrimonio y empezaban su vida de casados. Un día dijo el marido:

— Catalinita, me voy al campo; cuando vuelva, me tendrás en la mesa un poco de asado para calmar el hambre, y un trago fresco para apagar la sed.

— Márchate tranquilo, que cuidaré de todo.

Al acercarse la hora de comer, descolgó la mujer una salchicha de la chimenea, la echó en una sartén, la cubrió de mantequilla y la puso al fuego. La salchicha comenzó a dorarse y hacer ¡chup, chup!, mientras Catalina, sosteniendo el mango de la sartén, dejaba volar sus pensamientos. De pronto se le ocurrió: «Mientras se acaba de dorar la salchicha, bajaré a la bodega a preparar la bebida». Dejando, pues, afianzada la sartén, cogió una jarra, bajó a la bodega y abrió la espita de la cerveza; y mientras ésta fluía a la jarra, ella lo miraba. De repente pensó: « ¡Caramba! El perro no está atado; si se le ocurre robar la salchicha de la sartén, me habré lucido». Y, en un santiamén, se plantó arriba. Pero ya el chucho tenía la salchicha en la boca y se escapaba con ella, arrastrándola por el suelo. Catalinita, ni corta ni perezosa, se lanzó en su persecución y estuvo corriendo buen rato tras él por el campo; pero el perro, más ligero que Catalinita, sin soltar su presa pronto estuvo fuera de su alcance.

— ¡Lo perdido, perdido está! — exclamó Catalinita, renunciando a la morcilla; y como se había sofocado y cansado con la carrera, volvióse despacito para refrescarse. Mientras tanto seguía manando la cerveza del barril, pues la mujer se había olvidado de cerrar la espita, y cuando ya la jarra estuvo llena, el líquido empezó a correr por la bodega hasta que el barril quedó vacío. Catalinita vio el desastre desde lo alto de la escalera:

— ¡Diablos! — exclamó, — ¿qué hago yo ahora para que Federico no se dé cuenta?


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7 págs. / 12 minutos / 110 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Gachas Dulces

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez una muchacha, tan pobre como piadosa, que vivía con su madre, y he aquí que llegaron a tal extremo en su miseria, que no tenían nada para comer. Un día en que la niña fue al bosque, encontróse con una vieja que, conociendo su apuro, le regaló un pucherito, al cual no tenía más que decir: "¡Pucherito, cuece!", para que se pusiera a cocer unas gachas dulces y sabrosísimas; y cuando se le decía: "¡Pucherito, párate!", dejaba de cocer.

La muchachita llevó el puchero a su madre, y así quedaron remediadas su pobreza y su hambre, pues tenían siempre gachas para hartarse. Un día en que la hija había salido, dijo la madre: "¡Pucherito, cuece!", y él se puso a cocer, y la mujer se hartó. Luego quiso hacer que cesara de cocer, pero he aquí que se le olvidó la fórmula mágica. Y así, cuece que cuece, hasta que las gachas llegaron al borde y cayeron fuera; y siguieron cuece que cuece, llenando toda la cocina y la casa, y luego la casa de al lado y la calle, como si quisieran saciar el hambre del mundo entero.

El apuro era angustioso, pero nadie sabía encontrar remedio. Al fin, cuando ya no quedaba más que una casa sin inundar, volvió la hija y dijo: "¡Pucherito, párate!", y el puchero paró de cocer. Mas todo aquel que quiso entrar en la ciudad, hubo de abrirse camino a fuerza de tragar gachas.


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1 pág. / 1 minuto / 139 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Gentuza

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Dijo el gallo a la gallina:

— Ha llegado el tiempo de las nueces; vámonos al monte y nos daremos un hartazgo antes de que la ardilla se las lleve todas.

— ¡Qué buena idea! —contestó la gallina—. Vamos, nos divertiremos enormemente.

Se fueron juntos a la montaña, y se quedaron en ella hasta bien entrada la tarde, aprovechando que el día era espléndido. No sé si se hartaron demasiado o si se les subieron los humos a la cabeza, el caso es que no quisieron volver andando, y el gallo tuvo que fabricar un carrito con cáscaras de nuez. Cuando ya estuvo a punto, acomodóse en él la gallina y dijo al gallo:

— Tú puedes engancharte y llevarme.

— ¡Ésa si que es buena! —replicó él—. Primero me vuelvo andando que dejarme enganchar al carro. No es éste el trato. Hacer de cochero, sentado en el pescante, bueno; pero tirar yo, ¡ni por pienso!

Mientras disputaban así acercóse un pato graznando:

— ¡Ladrones! ¿Quién os autorizó a entrar en mi nogueral? ¡Aguardad, que se os va a atragantar el banquete!

Y abriendo su enorme pico, arremetió contra el gallo. Pero éste tampoco era manco y embistió al pato con todas sus fuerzas, manejando, zis zas, su espolón con tanta destreza, que el adversario tuvo que pedir gracia y resignarse en castigo, a tirar del coche. El gallo se sentó al pescante, haciendo de cochero, y comenzó la carrera:

— ¡arre, pato, arre! ¡Al trote, al trote!

Habían ya recorrido un buen trecho del camino, cuando se encontraron con dos caminantes, un alfiler y una aguja de coser, que les gritaron:

— ¡Alto, alto!


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2 págs. / 4 minutos / 155 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Boda de Dama Raposa

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Cuento primero

Érase una vez un viejo zorro de nueve colas que, creyendo que su esposa le era infiel, quiso probarla. Tendióse debajo del banco y se quedó rígido, sin menear ningún miembro, como si hubiese muerto. Dama Zorra se encerró en su aposento, y su criada, ama Gata, se instaló en su cocina a guisar.

Al correr la voz de que el viejo zorro había estirado la pata, empezaron a acudir pretendientes. Oyó la doncella que alguien llamaba a la puerta de la calle; salió a abrir y se encontró frente a frente con un zorro joven, que le dijo:

«Dama Gata, ¿en qué pensáis?
¿Dormís o acaso veláis?».

Y respondió la gata:

«Velando estoy, no durmiendo.
¿Queréis saber qué estoy haciendo?
Pues buena cerveza, con manteca al lado.

¿No desea el señor ser mi invitado?».

— Muchas gracias, doncella —replicó el zorro—. ¿Y qué hace dama Raposa?

Y respondió la gata:

«Está en su aposento,
toda hecha un lamento.
Triste tiene el rostro, triste y lloroso
porque se ha muerto su querido esposo».

— Decidle, doncella, que hay aquí un zorro joven que quisiera hacerle la corte.

— Bien, mi joven señor.

«Y subió la Gata, trip—trap.
Y llamó a la puerta, clip—clap.

—Señora Raposa, ¿estáis ahí?

—Sí, Gatita, cierto que sí.

—Hay un pretendiente que os solicita.

—¿Es guapo o es feo? Dímelo, Gatita.
¿Tiene también nueve hermosas colas pinceladas, como el señor Zorro, que en gloria esté?».

— ¡Oh, no! —respondió la gata—, tiene sólo una.

— Entonces no lo quiero.

Volvióse la gata a la puerta y despidió al pretendiente.


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2 págs. / 4 minutos / 97 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Bota de Piel de Búfalo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un soldado que nada teme, tampoco se apura por nada. El de nuestro cuento había recibido su licencia y, como no sabía ningún oficio y era incapaz de ganarse el sustento, iba por el mundo a la ventura, viviendo de las limosnas de las gentes compasivas. Colgaba de sus hombros una vieja capa, y calzaba botas de montar, de piel de búfalo; era cuanto le había quedado. Un día que caminaba a la buena de Dios, llegó a un bosque. Ignoraba cuál era aquel sitio, y he aquí que vio sentado, sobre un árbol caído, a un hombre bien vestido que llevaba una cazadora verde. Tendióle la mano el soldado y, sentándose en la hierba a su lado, alargó las piernas para mayor comodidad.

— Veo que llevas botas muy brillantes —dijo al cazador—; pero si tuvieses que vagar por el mundo como yo, no te durarían mucho tiempo. Fíjate en las mías; son de piel de búfalo, y ya he andado mucho con ellas por toda clase de terrenos—. Al cabo de un rato, levantóse: — No puedo continuar aquí —dijo—; el hambre me empuja. ¿Adónde lleva este camino, amigo Botaslimpias?

— No lo sé —respondió el cazador—, me he extraviado en el bosque.

— Entonces estamos igual. Cada oveja, con su pareja; buscaremos juntos el camino.

El cazador esbozó una leve sonrisa, y, juntos, se marcharon, andando sin parar hasta que cerró la noche.

— No saldremos del bosque —observó el soldado—; mas veo una luz que brilla en la lejanía; allí habrá algo de comer.

Llegaron a una casa de piedra y, a su llamada, acudió a abrir una vieja.

— Buscamos albergue para esta noche —dijo el soldado— y algo que echar al estómago, pues, al menos yo, lo tengo vacío como una mochila vieja.

— Aquí no podéis quedaros —respondió la mujer—. Esto es una guarida de ladrones, y lo mejor que podéis hacer es largaros antes de que vuelvan, pues si os encuentran, estáis perdidos.


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3 págs. / 6 minutos / 98 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Lámpara Azul

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase un soldado que durante muchos años había servido lealmente a su rey. Al terminar la guerra, el mozo, que, debido a las muchas heridas que recibiera, no podía continuar en el servicio, fue llamado a presencia del Rey, el cual le dijo:

— Puedes marcharte a tu casa, ya no te necesito. No cobrarás más dinero, pues sólo pago a quien me sirve.

Y el soldado, no sabiendo cómo ganarse la vida, quedó muy preocupado y se marchó a la ventura. Anduvo todo el día, y al anochecer llegó a un bosque. Divisó una luz en la oscuridad, y se dirigió a ella. Así llegó a una casa, en la que habitaba una bruja.

— Dame albergue, y algo de comer y beber —pidióle— para que no me muera de hambre.

— ¡Vaya! —exclamó ella—. ¿Quién da nada a un soldado perdido? No obstante, quiero ser compasiva y te acogeré, a condición de que hagas lo que voy a pedirte.

— ¿Y qué deseas que haga? — preguntó el soldado.

— Que mañana caves mi huerto.

Aceptó el soldado, y el día siguiente estuvo trabajando con todo ahínco desde la mañana, y al anochecer, aún no había terminado.

— Ya veo que hoy no puedes más; te daré cobijo otra noche; pero mañana deberás partirme una carretada de leña y astillarla en trozos pequeños.

Necesitó el mozo toda la jornada siguiente para aquel trabajo, y, al atardecer, la vieja le propuso que se quedara una tercera noche.

— El trabajo de mañana será fácil —le dijo—. Detrás de mi casa hay un viejo pozo seco, en el que se me cayó la lámpara. Da una llama azul y nunca se apaga; tienes que subírmela.

Al otro día, la bruja lo llevó al pozo y lo bajó al fondo en un cesto. El mozo encontró la luz e hizo señal de que volviese a subirlo. Tiró ella de la cuerda, y, cuando ya lo tuvo casi en la superficie, alargó la mano para coger la lámpara.


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Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Novia del Conejillo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez una mujer y su hija, las cuales vivían en un hermoso huerto plantado de coles. Y he aquí que, en invierno, viene un conejillo y se pone a comer las coles. Dijo entonces la mujer a su hija:

— Ve al huerto y echa al conejillo. Y dice la muchacha al conejillo:

— ¡Chú! ¡Chú! ¡Conejillo, acaba de comerte las coles!

Y dice el conejillo:

— ¡Ven, niña, súbete en mi colita y te llevaré a mi casita!

Pero la niña no quiere. Al día siguiente vuelve el conejillo y se come las coles; y dice la mujer a su hija:

— ¡Ve al huerto y echa al conejillo!

Y dice la muchacha al conejillo:

— ¡Chú! ¡Chú! ¡Conejillo, acaba de comerte las coles!

Dice el conejillo:

— ¡Ven, niña, súbete en mi colita y te llevaré a mi casita!

Pero la niña no quiere. Al tercer día vuelve aún el conejillo y se come las coles. Dice la mujer a su hija:

— ¡Ve al huerto y echa al conejillo!

Dice la muchacha:

— ¡Chú! ¡Chú!, ¡Conejillo, acaba de comerte las coles!

Dice el conejillo:

— ¡Ven, niña, súbete en mi colita y te llevaré a mi casita!

La muchacha monta en la colita del conejillo, y el conejillo la lleva lejos, lejos, a su casita y le dice:

— Ahora cuece berzas y mijo; invitaré a los que han de asistir a la boda.

Y llegaron todos los invitados. (¿Que quiénes eran los invitados? Tal como me lo dijeron, os lo diré: eran todos los conejos, y el grajo hacía de señor cura para casar a los novios, y la zorra hacía de sacristán, y el altar estaba debajo del arco iris.)

Pero la niña se sentía sola y estaba triste. Viene el conejillo y dice:

— ¡Vivo, vivo! ¡Los invitados están alegres!

La novia se calla y se echa a llorar. Conejillo se marcha, Conejillo vuelve, y dice:

— ¡Vivo, vivo! ¡Los invitados están hambrientos!


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Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Oca de Oro

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un hombre tenía tres hijos, al tercero de los cuales llamaban «El zoquete», que era menospreciado y blanco de las burlas de todos. Un día quiso el mayor ir al bosque a cortar leña; su madre le dio una torta de huevos muy buena y sabrosa y una botella de vino, para que no pasara hambre ni sed. Al llegar al bosque encontróse con un hombrecillo de pelo gris y muy viejo, que lo saludó cortésmente y le dijo:

— Dame un pedacito de tu torta y un sorbo de tu vino. Tengo hambre y sed.

El listo mozo respondió

— Si te doy de mi torta y de mi vino apenas me quedará para mí; sigue tu camino y déjame —y el viejo quedó plantado y siguió adelante. Se puso a cortar un árbol, y al poco rato pegó un hachazo en falso y el hacha se le clavó en el brazo, por lo que tuvo que regresar a su casa a que lo vendasen. Con esta herida pagó su conducta con el hombrecillo.

Partió luego el segundo para el bosque, y, como al mayor, su madre lo proveyó de una torta y una botella de vino. También le salió al paso el viejecito gris, y le pidió un pedazo de torta y un trago de vino. Pero también el hijo segundo le replicó con displicencia:

— Lo que te diese me lo quitaría a mí; ¡sigue tu camino! ­y dejando plantado al anciano, se alejó. No se hizo esperar el castigo. Apenas había asestado un par de hachazos a un tronco cuando se hirió en una pierna, y hubo que conducirlo a su casa.

Dijo entonces «El zoquete»:

— Padre, déjame ir al bosque a buscar leña.

— Tus hermanos se han lastimado —contestóle el padre—; no te metas tú en esto, pues no entiendes nada.

Pero el chico insistió tanto, que, al fin, le dijo su padre: —Vete, pues, si te empeñas; a fuerza de golpes ganarás experiencia.


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Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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